
Don Quijote de la Mancha es, entre muchas cosas, un libro sobre la amistad. Alonso Quijano y Sancho Panza se acompañan y conversan. Son dos amigos muy distintos. Uno, lleno de imaginación, confunde el mundo de sus ensueños con el mundo aparentemente real, que también es una construcción. El otro es más pragmático, más cómico, terrenal y sencillo. Ambos hablan, pasan tiempo juntos, viven aventuras, se escuchan y, aunque a veces no se comprendan del todo, se aman de verdad.
A partir de esa lectura he reflexionado sobre el tiempo que pasamos con nuestros amigos. Hay quienes resultan más entretenidos: más simpáticos, más divertidos. Sin embargo, no siempre son ellos quienes más nos aman. A veces, incluso, aquellos con quienes compartimos menos tiempo —porque parecen menos atractivos o divertidos— son precisamente los que más nos valoran y aprecian.
Esta idea volvió a mí días atrás, en un evento cultural en el Templo Santo Domingo, dentro del proyecto Santoto Camina Living Lab. La iniciativa busca que el templo no sea únicamente un lugar de culto y oración, sino también un espacio para el debate de ideas y la conversación. En aquella ocasión, el profesor Rogelio Cano, de Humanidades de la Universidad Santo Tomás de Tunja, hablaba del Libro de Job. Lo leía no solo como texto sagrado, sino también como obra literaria capaz de provocar reflexión y discusión. Recordaba que los tres amigos de Job, aunque lo acompañaron, no guardaron silencio frente a su desgracia. Quizá se parecen a esos amigos que entretienen, que siempre tienen algo que decir, aunque a veces digan palabras que no hacen falta.
Por contraste, los amigos silenciosos —que no necesariamente nos divierten— suelen ser los que más necesitamos en la vida. En un tiempo como el nuestro, donde creemos que todo debe divertirnos, perdemos de vista lo esencial. No todo está hecho para el entretenimiento. Algunas cosas existen para la contemplación, para disponernos a la escucha atenta. Y es ahí, en ese silencio compartido, donde pueden nacer vínculos más verdaderos y menos utilitarios que aquellos fundados únicamente en si el otro nos entretiene o no.