El líder de la banda Guns N’ Roses, la más importante en salir de la escena de Los Ángeles en la década de los ochenta, es considerado uno de los mejores cantantes de rock de la historia.
Con información de la Agencia EFE

Axl Rose cumple 60. Tal vez el último rockstar de la vieja escuela. Una estrella modelada en otro tiempo, para otro tiempo.
El pelo largo, el paso arrastrando alternadamente los pies de manera lateral mientras su cuerpo se cimbrea, los jardineros de jean, las polleras escocesas, los escándalos, los shows interrumpidos, las peleas con sus compañeros de banda, la impactante presencia escénica y su voz, con un enorme rango y con la ductilidad para lucirse en el grito o en las baladas quietas.
Es probable que Guns N’ Roses haya sido la última banda de rock a la vieja usanza, que triunfó mirándose en el espejo de los grupos de los setenta. Megalomanía, grandes canciones, excesos, vocación imperial. Esa carrera se detuvo de pronto, cuando parecía que monopolizarían la música durante años. Después Axl se convirtió en un ermitaño, recluido en su mansión de Malibú, apartándose no solo de sus compañeros de banda, sino también de los fans y del mundo.
Cada tanto volvía a surgir, prometiendo un disco, organizando una gira, criticando a Slash o algún monstruo sagrado de la canción. Ahora, aquel que se dio a conocer cantando versos feroces, que hacían ruborizar a varios, que era una amenaza para las buenas familias, twittea indignado como un señor de sesenta.