‘Salud, bendición y paz’: el mensaje que inmortaliza al padre Jimeno Mejía

A los 93 años, falleció este sábado el sacerdote Jimeno Antonio Mejía Garzón, quien llevaba 66 años dedicados a la vocación sacerdotal, a servir a su comunidad a lo largo y ancho del departamento de Boyacá.

El padre Jimeno Mejía siempre será recordado por sus palabras, por mensajes que hizo famosos en sus espacios radiales, como el de ‘Salud, bendición y paz’, con el que siempre se despedía. Foto: César Melgarejo

Su funeral se llevará a cabo este domingo en la capilla de la curia Arzobispal, en Tunja, a las 10:00 de la mañana en ceremonia presidida por monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos y la participación de la familia de padre Jimeno.

Para la participación de los fieles en general se estará transmitiendo en directo por el canal Telesantiago. Sus restos reposarán en el parque memorial Jardines de la Asunción, también acompañado solo por la familia, ya que el número de familiares acompañantes permitidas en el parque es de siete.

“Sabemos que muchos fieles especialmente en Tunja están preguntando por la posibilidad de acompañar las honras fúnebres, pero les hacemos saber que no es posible dadas las restricciones que nos exige la ley, máxime dado el toque de queda decretado para este fin de semana”, explicaron en la Curia Arzobispal.

Una carrera sacerdotal llena de anécdotas y obras de misericordia

“El sacerdocio es el regalo más grande que Dios ha podido hacer en mi vida, ser sacerdote es ser otro Cristo, es una identificación completa absoluta e irrevocable de ser un nuevo Cristo, un Cristo redimido sobre la tierra, profeta definitivo y fundamento de la moral, una persona que lleva la salvación a todos los rincones del mundo”, había expresado recientemente al padre Jimeno, a Boyacá Sie7e Días.

La vocación del ‘padre Jimenito’, como muchos lo conocían, nació a muy temprana edad, ya que como el relataba, su madre doña Teófila Garzón, lo llevaba juiciosamente cada mañana a la misa de 6:00 en Sativasur, pueblo en el que residía con su familia, ya que su padre Pantaleón Mejía Avellaneda era el alcalde y en este escenario encontraba gran entusiasmo por parte de los acólitos, quienes lo inspiraron a encaminarse en la vida religiosa al querer ser monaguillo de esta parroquia.

A los pocos años, don Pantaleón decidió mudar a la familia a la capital, donde Jimeno realizó sus estudios de básica primaria e inició el bachillerato, tras un par de intentos fallidos y recibir cuerizas, logro convencer a su padre de inscribirlo en el seminario menor para culminar sus estudios secundarios y encontrarse con el camino que lo llevaría a ordenarse como sacerdote.

“La primera vez que le comenté a mi papá que quería entrar al seminario para ser sacerdote, me metió una cueriza, una brutal fuetera delante de mi pobre mamacita que lloraba al ver aquel castigo inhumano, además injusto para ese muchachito que solo le había pedido el favor de ayudarle a entrar al seminario menor”, recordaba el religioso.

Él narraba jocosamente como su papacito no creía que él tuviera vocación sacerdotal, ya que “era un chino muy vivaracho y alegre, amigo de ir a la radio, de cantar los villancicos, las chicas, esto y lo otro” así, que algunos meses luego de mostrar por primera vez su intención de ser seminarista y recibir un no como respuesta, decidió tras haber escuchado en una homilía la parábola del hijo pródigo, pedir a su padre la herencia que le correspondía para poder ingresar al seminario.

Al ingresar al seminario menor, Jimeno estaba por cursar el tercer grado de bachillerato, pero en razón a la necesidad de un latín casi perfecto para poder cursar el tercer grado dentro del seminario, el rector decidió que debería cursar nuevamente el segundo nivel ya que para ser sacerdote se necesitaba hablar en latín, pensar en latín, escribir en latín, exámenes en latín, todo en latín al igual que tener otros idiomas como inglés, francés, hebreo, arameo que también enseñan allí.

A los diecisiete años de edad culminó el bachillerato y con sotana y todos los arreos de un buen seminarista fue enviado de vacaciones a su pueblo Sativasur, tiempo en el que logro llevar a dos muchachos de allá al seminario. Tras tres años de filosofía, cuatro años de teología y un año de apostolado para un total 8 años para el sacerdocio, finalmente Jimenito se logró ordenar sacerdote con monseñor José María Ocampo Berrio el 18 de enero de 1953.

Luego de su ordenación el señor Arzobispo le envió para Sogamoso a realizar su primera experiencia sacerdotal con monseñor José Ferrer, pasado el año el arzobispo Ocampo realizó una visita a Sogamoso en la que se encontró con que el padre Jimeno había bajado considerablemente de peso, dado su agitado trabajo entre los presos, los enfermos en los hospitales y varios programas radiales, por lo que le ordeno dejar esta ciudad y dada su estrecha  relación con las comunicaciones, ir con monseñor José Joaquín Salcedo, a poyarlo en la creación de las escuelas radiofónicas y el periódico el campesino.

En Sutatenza duro tres años trabajando junto a monseñor Salcedo, ellos se conocían del seminario, en donde fueron muy amigos gracias a la afinidad que compartían por la radio. Luego fue trasladado a Garagoa, allá se estableció por dos años trabajando con el párroco y ahí fue enviado para San Pablo de Borbur su primera asignación como párroco en 1956.

Su servicio continúo entre Muzo y Santana durante tres años más, hasta que el señor Arzobispo le indico que tenía que ir a estudiar a Roma, para lo cual él no se sentía preparado, sin embargo, siguió la indicación que le habían encomendado y partiendo en 1962 para Ciudad de Vaticano.

“Trabajar en el occidente de Boyacá era una cosa hermosa, porque no había ni guerra ni guerrilla, ni cosas de esmeraldas, era la gente más bella, sencilla, creyente y colaboradora, porque no había esos problemas afortunadamente, aunque después fue que llegaron todos eso inconvenientes a la zona que causaron tantos estragos.”

En Roma estudio psicología con los padres Salesianos y después en la Universidad Internacional de los Estudios Sociales cine, radio, televisión y periodismo; aprovecho sus años estadía allá para hacer presencia en el Concilio Vaticano II desde el 1962 a 1965, por lo cual se empapo de todo lo sucedido con sus cuatro constituciones, tres declaraciones y nueve decretos, todo esto con el fin de poder trabajar lo aprendido en Tunja a su regreso.

Llego directamente a trabajar con los estudiantes de la Uptc y con el padre Álvaro Castillo en la fundación de la Universidad Juan de Castellanos, posteriormente trabajó con la juventud en el colegio Inem durante dos años y en la iglesia de Santa Ana, donde fue nombrado párroco durante treinta y un años.

Tras pocos años en los que fue enviado a Iza Boyacá, muy cerca de Sogamoso, un pueblito que él describe como muy querido, lleno de gente muy hermosa, noble y colaboradora; volvió a Tunja y desde entonces se encontraba sirviendo en la Casa Sacerdotal, trabajando con los pobres, los enfermos, los presos y con los menesteres en la radio y en la televisión.

Un sacerdote con el micrófono encendido

El trabajo radial y televisivo que realizó el padre Jimeno fue significativo y relevante para su comunidad donde siempre, tuvo un programa de frecuencia diaria que se llamaba ‘frente a la verdad’ en la emisora de la Independencia y por Radio Única tenía un programa.

Todos los programas que realizó el padre Jimeno estaban dirigidos a la superación del estatus social, cultural y económico, ya que él podía dar cuenta de las injusticias y grandes brechas entre ricos y pobres que se presentaban ante él, lo que asegura, le generaba gran dolor, ya que esa realidad dominaba a Colombia.

“yo hacía programas de índole un poco social y eso en la radio como era de carácter estatal no gusto mucho, entonces me pusieron a un señor para que me acompañara y examinara los programas que yo hacía, esos ya eran programas de veinticinco minutos, me examinaba porque yo era un poco revolucionario y entonces echaba contra el gobierno, me quisieron quitar el programa cosa que no deje, pero logre sortear todas esas cosas frente a la verdad.”

Después por radio cadena nacional tuvo un programa que se llamo ‘dos minutos para ti’ y por caracol tenía otro más o menos parecido que era ‘una luz en mi camino’, de igual forma realizaba sus trabajos en la televisión, enfocados en otros sentidos, siempre de carácter cultural para hacer que tuviera Colombia una mejor calidad de vida.

Durante veinte años estuvo acompañando la labor del padre Álvaro Puerta un sacerdote a quien Dios le ha dado un don de sanación en favor de los enfermos, de los leprosos y los paralíticos en una misa de sanación que celebra mensualmente en el municipio de Soracá, ‘Jimenito’ ve a ese sacerdote como un ejemplo de quien también ha entregado su vida al servicio de los más necesitados.

Había estudiado al menos diez idiomas latín, ingles, francés, italiano, griego, un poco de arameo, sánscrito, hebreo, portugués y español. Se había hecho cargo desde hace treinta y siete años de acompañar las ceremonias de la Semana Santa desde el atrio de la catedral y ha tenido a su cargo la dirección del santo viacrucis de Semana Santa en la Plaza de Bolívar.

Cariño, escucha y compañía

La asociación de fieles laicos perteneciente a la Iglesia Católica, Servidores del Servidor, hijos del Padre Pio de Pietrelcina había trabajado en equipo junto al padre Jimeno hace más de 15 años para hacer lo posible por darle de comer todos los días a los niños más necesitados.

En 2018 habían logrado crear y fundar la casa del padre Rafael Antonio Arias Días con ayuda de la diócesis de Tunja, quien les permitió en calidad de comodato durante cien años, estar allí para realizar trabajando con los pobres.

En la comunidad, el padre Jimenito era la voz que coordina las actividades en Tunja, para poder realizar las misiones de servicio con los más necesitados, las personas que están en la calle son la población para ellos, que más necesita de Dios, ayudándoles a fortalecer la autoestima y dándoles a conocer a Dios para q su estilo de vida en la calle, el robo, las drogas cambien y puedan ser personas que importan ante la sociedad.

“El proceso con el padre Jimeno es extraordinario, es una persona que nuestro señor nos regaló, como guía es ejemplo de servicio y amor. Él nunca está cansado para hacer las cosas, siempre está disponible, así esté enfermo le saca tiempo, le dicen padre Jimenito, necesitamos ir que se está muriendo tal persona y quiere recibir los santos oleos y la comunión, “ahh espérame chinita un momentico ya vamos, pero me llevan y me traen”, es de respeto y de acompañarlo dignamente al sacerdote, llevarlo a donde se necesita la bendición de Dios una ayuda, y un alivio al que él siempre dispuesto”, narraba hace un tiempo María Cristina Días de Saavedra, una de las Servidoras del Servidor.

Todos los jueves hacia 11:00 de la mañana, trabajaba con un grupo en el parque Santander, donde en compañía de varios servidores y demás que querían dar una mano, socorrían a más de 60 ancianos he indigentes un alimento.

“El padre Jimeno es una persona sabia, sabe sobre la vida de los santos, y tiene anécdotas para llevarlo a uno al ejemplo de cada santo, ama la eucaristía, él se transforma para darle el amor más grande, con el respeto, con la profundidad del ser de alabanza al señor”, recordaba otra de las feligreses.

Los hacía sentir la presencia de nuestro señor en la eucaristía, siempre les dejó una reflexión reflejada en las conversaciones donde había amor y servicio, donde había perdón y les enseñó a amar a los demás, “a no negar un plato de sopa, y si no tenía, se quitaba sus zapatos y los regalaba. Él lo hizo varias veces en el parque Santander: les decía, camine conmigo y me acompaña a la casa, los lleva en un taxi, abría la puerta, se quitaba los zapatos les decía tome y se entraba descalzo” Finaliza María Cristina.

Con información de: César Melgarejo Aponte

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