
Decir que Boyacá es el departamento más seguro de Colombia no es solo una frase de cajón, ha sido una constante de una región que aunque ha sufrido hechos de violencia conyunturales en momentos muy precisos de la historia, ha logrado consolidarse como un territorio tranquilo por encima del promedio del país.
Esa calma, que a veces no se valora en toda su dimensión, hace que muchos turistas se inclinen por Boyacá como destino vacacional en mitad de año o en la temporada navideña, que ya está llegando.
Los visitantes recorren las carreteras boyacenses con confianza, sin el temor de un asalto, una agresión y mucho menos una acción terrorista. Esa sensación no es gratuita, pues la respaldan las cifras que hablan muy bien del departamento en estadísticas de seguridad.
Por eso, el atentado terrorista de ayer en Tunja es un golpe al corazón de Boyacá que vulnera y lesiona una de las grandes fortalezas del departamento. Aunque no pasó a mayores, sí evidencia la fragilidad que tiene el territorio ante el accionar de la delincuencia organizada, que llegó a las inmediaciones de una unidad militar y alcanzó ha causar daños, sobre todo en la confianza de la población.
Ya este año se habían prendido las alarmas de la seguridad en Boyacá, con el asesinato de tres soldados profesionales en el municipio de Chita, en un ataque atribuido al Eln.
Ese atentado ocurrió el pasado 5 de agosto y por ser en una zona apartada, ya casi ni se recuerda, pese a lo doloroso y delicado del hecho. Un consejo de seguridad en ese territorio fue la respuesta en su momento.
Ese suceso se convirtió en un campanazo que advertía que ni Boyacá ni ninguna zona del país está blindada contra el terrorismo, dadas las circunstancias por las que atraviesa el país en el tema de seguridad.
Las detonaciones de este sábado en la mañana en Tunja, que no fueron tan controladas, sacudieron no solo las bases del Batallón Simón Bolívar, sino también los cimientos sobre los que se afianza el buen vivir de los tunjanos y de los boyacenses: la tranquilidad, esa marca del territorio que lo hace único y que ayuda a impulsar sectores de la economía como el del turismo.
Sin embargo, mancillada esa virtud del departamento pone a las autoridades en la tarea de recuperar la confianza, que no es tan fácil, y por eso es menester tomar medidas que brinden garantías a la ciudadanía y a quienes muy seguramente querrán venir en unas semanas a Boyacá a visitar sus alumbrados y recorrer sus rutas navideñas.
En medio de la angustia provocada por los acontecimientos de ayer en el barrio Prados de Alcalá, se han dado anuncios para reforzar el pie de fuerza en todo el territorio boyacense y para instalar cámaras de seguridad sobre el corredor entre Ventaquemada y la salida al llano en Sogamoso.
De acuerdo con lo expuesto por el gobernador, Carlos Amaya, habrá aumento del pie de fuerza con 180 policías y ocho oficiales, mientras que el Ejército Nacional, bajo el liderazgo del general Luis Emilio Cardozo, anuncia su compromiso para reforzar la seguridad en las bases militares de Boyacá, especialmente en El Espino y en el de Soatá.
Mediante un convenio entre la Gobernación de Boyacá y el Ministerio del Interior, por 16.000 millones de pesos, se instalarán 121 cámaras de alta tecnología sobre el corredor central desde Ventaquemada, pasando por Tunja, Duitama y Sogamoso, hasta la salida al llano.
También se habla de la recuperación inmediata, junto al empresariado boyacense, del proceso de reconstrucción del Cantón Militar Gustavo Rojas Pinilla, y de la formulación de un proyecto adicional desde la Gobernación de Boyacá para contribuir en este propósito, además de un refuerzo de las capacidades de inteligencia militar y policial para prevenir cualquier acción violenta en el territorio.
Todo eso está bien y ojalá se cumpla en un corto plazo para evitar otros hechos como el de ayer, pero también es importante que de aquí en adelante las autoridades no se conformen con decir que este es un territorio seguro y tranquilo, sino que se invierta para evitar que esa tranquilidad vuelva a ser vulnerada.