
Con Julián el ‘Matador’ Téllez hay una historia de fútbol, gloria, lesiones, resiliencia y reinvención, y merece ser contada. En el fútbol colombiano abundan las historias de goles, títulos y estadios llenos. Pero detrás de cada figura también hay un lado silencioso: el de las lesiones, las recaídas y las batallas que no se juegan en la cancha sino en la camilla de rehabilitación.
Julián el ‘Matador’ Téllez encarna, quizá como pocos, ese contraste entre el brillo de un talento y la sombra de la adversidad. Téllez fue un delantero que marcó época en Bucaramanga y en América de Cali, protagonista de la novena estrella escarlata en 1997.
Su olfato goleador lo llevó incluso a Vélez Sarsfield en Argentina, un salto que parecía consolidar el futuro de un artillero con condiciones de selección. Pero allí, en plena pretemporada, lo sorprendió el infortunio: una rotura de ligamento cruzado que se convirtió en una maldición repetida a lo largo de su carrera. Lo que prometía ser un ascenso imparable se transformó en una sucesión de cirugías, yesos y largas horas en el gimnasio.
En un encuentro con funcionarios de la Contraloría Departamental de Boyacá, Téllez compartió su testimonio con sinceridad y dejó mensajes que impactaron a los asistentes. Relató cómo logró volver a las canchas tras cada lesión y, sobre todo, cómo asumió la realidad con disciplina y carácter.
“Después de una rotura de ligamento, uno se convierte en esclavo del gimnasio”. Esa frase resume la esencia de su historia: entender que la pasión por el fútbol debía sostenerse no solo con talento, sino con esfuerzo, dolor, sacrificio y, principalmente, claridad en la meta.
Más allá de los goles que alcanzó con Bucaramanga, América, Cali, Millonarios y Tolima, el legado de Téllez está en su resiliencia. Supo reinventarse cuando el cuerpo dijo basta, encontrando un nuevo propósito como comunicador deportivo y empresario de su otro amor, el de los caballos, sin desprenderse nunca del universo que lo apasiona.
En tiempos en que la inmediatez parece dictar el valor de un jugador, la vida de el ‘Matador’ nos recuerda que el verdadero triunfo no siempre está en levantar copas, sino en no dejarse derribar por las circunstancias. Su historia es un recordatorio poderoso: cuando existe pasión y propósito, la adversidad puede convertirse en la cancha donde se juega la victoria más importante.