
Estamos aprendiendo y aplicando la inteligencia artificial, pero nos saltamos la inteligencia emocional. Cada día estamos enfrentados a un ambiente de estrés de mayor intensidad, un malestar que nos lleva a presentar estados de ansiedad y agotamiento. La violencia, la agresividad, la codicia, la corrupción andan campantes como la peor expresión emocional del ser humano.
¿Qué podemos hacer?
Necesitamos que se implemente con más energía un verdadero cambio en el sistema emocional de nuestra sociedad. Debemos conocer a fondo la inteligencia emocional y llevarla a los colegios, universidades y a nuestras propias familias. Para hacer un viraje desde las emociones destructivas como el egoísmo y la agresividad al cultivo de fortalezas como la compasión, la generosidad, la gratitud, la fe y la esperanza. La verdadera esencia del ser humano es el amor, es nuestra verdadera naturaleza. Podemos retomar esa conexión y crear un ambiente de armonía y plenitud.
Obtenemos muchas ventajas al disminuir el nivel del estrés: no solo mejora nuestro ánimo, sino que también disminuye la inflamación intestinal, desaparecen muchos dolores musculares y el cerebro integra mejor sus redes neuronales, es decir, mejoramos nuestro cuerpo y nuestra mente.
Nuestro país se merece un ambiente de cordialidad y de alegría que sea coherente con su gente, su folclor y su bella tierra.
Un estado emocional de bienestar se debe construir desde la esencia del ser humano que es el amor, porque es desde allí de donde nacen valores como la justicia, la libertad, la familia, la honestidad.
Donde hay amor, el miedo se disipa, no hay espacio para la agresión ni para el maltrato.
La tierra de Boyacá es símbolo de paz y libertad, de gente amable, con gran dedicación y tenacidad en el trabajo, orgullosos de su tierra y de sus tradiciones. Estamos llamados a liderar esa transformación para
extinguir esa zona oscura de la violencia y conducirnos mejor por espacios de autotransformación, crecimiento, optimismo y libertad emocional.
Un llamado a una segunda independencia, la de la esclavitud de ese ambiente tóxico emocional, de miedo y agresión, liberarnos de un estado adictivo al estrés, de ese vacío emocional.
Podemos dirigir nuestra atención a un nuevo hábito, el del desarrollo del bienestar. Así como nos entrenamos en deportes como el ciclismo, podemos entrenar para conectarnos con un estado de bienestar interior.
Dios nos ha llenado de amor a través de su espíritu y desde allí solo surgen cosas buenas. La felicidad no es otra cosa que un viaje en la maduración en el amor.
Tenemos dos propósitos importantes en la vida: uno es realizar una actividad con lo que podamos satisfacer nuestras necesidades, autorrealizarnos y servir a los demás y el otro es lograr la libertad emocional. Es nuestra segunda independencia porque de ella depende que nuestra experiencia de vida sea agradable y tenga sentido.
Conocer nuestro sistema emocional, nuestras áreas sensibles y vulnerables, así como alinear nuestros valores con nuestras fortalezas permite que entremos en un estado de bienestar interior a pesar de que algunas circunstancias a nuestro alrededor no sean las ideales.
Hay muchas cosas por mejorar, pero es urgente y necesaria la segunda independencia, la de dar la batalla por la libertad emocional.