Una vergüenza mundial, es la que estamos padeciendo los duitamenses, por ende los boyacenses -así no haya total solidaridad- y por un lado los colombianos, que de verdad nos conocen y han disfrutado de nuestras alegrías y logros. Los que somos nacidos y sufridos por “La Perla” hoy debemos estar unidos para invocar un gran comité cívico que retome el rumbo y no caigamos más en personajes o situaciones que nos debilitan, nos agotan y llega el momento en que nos avergüenzan, en todos los sentidos.
Arrepentidos deben estar quienes impulsan unas conveniencias personales y dejan al garete y en manos de inexpertos, oportunistas y dañinos que se sacian ver cómo destruyen de un tajo lo que hemos consolidado a punta de peleas, sinsabores, desavenencias, aportes, campañas y liderando procesos que nos identifican al mundo, por ser epicentro de eventos religiosos, culturales, deportivos, sociales y una estela de logros académicos o educativos, que ya no sirven para mucho.
Las salidas en falso que realizan conscientes o por estupidez no pueden seguir siendo aprobadas o por lo menos aplaudidas y reconocidas, por decir que están realizando un cambio absurdo, sin medir consecuencias y solamente por figurar en medios, pagar favores o “pasar a la historia”, ésa que ya les está cobrando su inmadurez y el querer romper con todo, como lo hacen sus jefes, a las malas… y es que eso lo vivimos en carne propia, porque nos ufanábamos que no pasaría por acá.
Pero no es romper por romper, sino destruir, acabar, erradicar y hasta enterrar en el olvido, todo lo que no les dio satisfacciones en su niñez, o juventud, en su desesperada vida de contradictores, en su manida maña de enarbolar ideologías o filosofías exteriores, para posar de eruditos, de cultos, de estudiados y hasta de sufridos para con lágrimas lastimeras superar a los contrincantes.
Nos tocó en desgracia o por infortunio a Duitama, con un puñado de jóvenes que decepcionaron a sus frustrados padres, a unos profesionales que siguen su camino porque fue muy duro o difícil llegar a donde se anhelaba y a unos educadores que se deben estar flagelando por las horas perdidas en tantos paros o haciendo cosas que nada cuadran con las exigidas para educar… que conlleva la máxima responsabilidad en la construcción de sociedades, ciudadanos y sus entornos. Muy grave.
No es derrotismo, es dolor en el fondo del alma, y ¿por qué lo dejamos llegar?, ¿en qué momento nos descuidamos tanto?, ¿tocamos fondo y nuestras fortalezas? Y las respuestas están en nosotros, no en esos que, impulsados por el odio, la venganza y el delirio de grandeza (ante su ínfimo valor) no tendrán recordación sino olvido inmediato y sus aduladores -que posaron para las fotos o videos- de las maléficas redes sociales y dejaron por el piso nuestra grandeza; es la hora de recuperarla.
La vergüenza mundial llega de gobernantes que llegan a sesiones a rasgarse las vestiduras, otros a no tomar posturas y los que se acomodan. A pedir lógica cuando el daño ya está hecho, por su culpa.
Sigan tumbando edificaciones, patrimonios, esculturas, historia y sus cimientos que los vamos a reconstruir, recuperar, valorar y renaceremos en principios políticos y para bien. No es amenaza, es que en la medida que nos pulsen vamos a salir con acciones muy concretas y en democracia.
Así como estamos celebrando los 70 años de nuestra orgullosa televisión, hecha en equipo, ante las dificultades, como un faro, así es que las lágrimas derramadas serán el eje de lo que veremos pronto.
Julio César Rincón Ramírez, hijo de boyacense, ya trascendió al mundo; y otros ni en su vecindario…
*Por: Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez. @ricardocipago