A los 94 años de edad falleció en Monterrey, al sur de Casanare, Quintiliano Barreto, el último de los jefes de la guerrilla liberal.

Quintiliano se convirtió en un símbolo, en una leyenda viviente pues fue uno de los que luego de la muerte del caudillo Jorge Eliecer Gaitán, tuvo que soportar una de las más sanguinarias persecuciones ordenadas por el gobierno central de la época.
Fue a los Barreto, a los Fonseca Galán y a los hermanos Bautista, a quienes se les entregó la responsabilidad de defender los territorios y las familias, que víctimas de la violencia, buscaron y encontraron refugio en el Sur de Casanare, entre esos combatientes estuvo, Quintiliano Barreto Huertas, quien desde muy joven, fue reconocido con el coraje suficiente para comandar una escuadra de campesinos que armados con escopetas, se enfrentaron a la policía chulavita y a las fuerzas del estado, que los perseguía por el solo hecho de ser Liberales.
De Quintiliano revolucionario, se han escrito decenas de crónicas que circularon por los más afamados medios impresos del mundo, son escritos llenos de anécdotas, donde se refleja que, más que dirigir a un grupo de combatientes, fue el jefe de un puñado de labriegos, liberales que trataban de salvar sus vidas y las de sus familias de la persecución Estatal.
De las acciones militares, Quintiliano Barreto, hablaba de un enfrentamiento en Páez, Boyacá, en la tardecita de 5 de septiembre de 1952, cuando debieron enfrentar a un grupo de 30 militares, bien armados y entrenados. El resultado de la refriega, fue de 28 soldados muertos y dos que se rindieron, se les perdono la vida y se les dejo ir a sus casas.
A Quintiliano Barreto, le toco la tarea de preparar el terreno de negociación entre las llamadas guerrillas del Llano y las comisiones del gobierno del presidente, de la república, general Gustavo Rojas Pinilla, quien había designado al ministro de Guerra, también general Alfredo Duarte Blum, como negociador de Paz de la época.

La Paz se logró por las órdenes impartidas por el del jefe liberal, Carlos Lleras Restrepo, bajo su orientación, se conformaron las comisiones preparatorias, se reunieron los jefes revolucionarios, contando a Guadalupe Salcedo y se aceptaron las condiciones propuestas por el gobierno, para finalmente, entregar las armas y tratar de vivir y trabajar en Paz.
Las guerrillas del llano, recuerda Quintiliano Barreto, no robaban, no secuestraban, no sometían a las mujeres ni a los niños era una fuerza de protección a la dignidad de ser humanos, colombianos y liberales.