
Muchos años antes de que Yopal, la hoy capital de Casanare, hubiera sido erigida como municipio, funcionaba una pequeña escuela donde aprendían las primeras letras los pequeños hijos de las familias que habían llegado a fundarse entre el brosquero del piedemonte y el río Cravo Sur, por el cruce de caminos por donde suben los ganados a Labranzagrande y bajan los comerciantes con mercancías y mercados para abastecer la clientela de la prefectura de Casanare.
La pequeña escuelita de paredes de bahareque y techo de lata y paja la llamaron Salvador Camacho Roldán, por iniciativa de un secretario de educación de Tunja y la anuencia del obispo titular de Cibistra y vicario apostólico de Casanare, Nicasio Baliza Melero, que quisieron rendirle homenaje al único hombre nacido en estas tierras que llegó a ser presidente de Colombia.

Ester Albarracín implementó la técnica del limonazo en la práctica docente. Foto: Boyacá Sie7e Días
A principios de los años 50, en pleno apogeo de la guerra fratricida, llegó la joven profesora Ester Albarracín, vinculada a través de un programa especial que se manejaba desde el Ministerio de Gobierno con la Iglesia católica, denominado ‘Educación contratada’. La nueva profesora había nacido 21 años atrás, en las goteras de Yopal, a orillas del río Cravo Sur, exactamente donde hoy funciona el hospital antiguo: allí era la casa donde diariamente se ordeñaban entre 20 y 30 vacas y la leche se regalaba a los pocos habitantes que habían construido por esos lares las viviendas.
Ester creció huyéndole a la muerte, que llegaba vestida con los uniformes y fusiles del Estado, buscando liberales para eliminarlos, porque, según ellos, eran comunistas, y desgraciadamente su papa, Jorge Albarracín, era conocido en la región como un ‘cachiporro’ de cepa. Al viejo le tocaba dormir en el monte y de día, alerta, no fuera que cayera en una redada ‘chulavita’.

La profesora instaló un retén a la entrada de la escuela y decomisó los limones con los cuales implementó una nueva técnica. Foto: archivo particular
El caso es que, todos los días los alumnos de la escuela Salvador Camacho Roldán llegaban con sus mochilas y bolsillos llenos de limones que cosechaban de los limoneros que adornaban la población. Las cascaras de los limones las utilizaban para, en los ratos de recreo y a escondidas de la profesora, exprimirlas en los ojos de sus compañeras y hacerlas llorar por efectos del acido cítrico.
Enterada la profesora Ester Albarracín de las pilatunas de sus alumnos, montó un retén a la entrada de la institución educativa, decomisó los limones y los amontonó sobre el escritorio desde donde dictaba las cátedras de religión, cívica, geografía, física, caligrafía, gramática, ortografía y en general todas las asignaturas del pénsum académico de la época.
En la primera hora de la mañana llamaba uno a uno a sus alumnos y les pedía las tareas: al que no la llevaba completa o bien hecha, le disparaba un limonazo en la cabeza.

La profe Ester fue una de las organizadoras de las primeras fiestas de Yopal. Foto: archivo particular
A punta de la ‘terapia de limonazos’ se formaron académicamente bajo su tutela el exintendente, exgobernador y exsenador Jorge Prieto Riveros; el exalcalde, exgobernador y exrepresentante Óscar Leónidas Wilches Carreño; el dos veces exgobernador Miguel Ángel Pérez Suárez; el exalcalde de Yopal y actual secretario de Desarrollo Económico, Rodrigo Chaparro; los hermanos Hernández Verdugo —uno de ellos, Blas, fue alcalde de la capital—, los hermanos Moreno Izquierdo, Alirio Barrera, el padre del actual senador de la República, y, en fin, más de dos centenares de hombres y mujeres quienes siendo niños escolares aprendieron a leer, escribir, sumar y restar a punta de limonazos.
De la antigua casa de bahareque, donde hace 90 años se inició la formación académica de las y los jóvenes que habían llegado muy pequeños desde Labranzagrande, Duitama, Sogamoso, Susacón, Paipa, Pajarito, Tunja y demás lugares de Boyacá y otros que nacieron en el pueblo que luego llamarían Yopal, de esa escuela nada queda, ahora es una moderna institución educativa que funciona exactamente ahí, a pocos metros del río Cravo Sur, a la entrada del Parque Ecológico la Iguana, en el cruce de caminos que por el norte comunica a Casanare con Caracas (Venezuela) y por el sur con Buenos Aires, (Argentina).
Hoy, la profesora Ester Albarracín vive en su casa, rodeada del cariño de sus sobrinos; no tuvo hijos. Aún están vivos en su mente los recuerdos de aquellas épocas en las que organizaba los paseos escolares a los charcones de Caño Seco, donde se nadaba y pescaba; añorando a su hermana Graciela y a su hermano Jorge y recordando a sus amigas Elisa, Clelia Cecilia, Pepa, Rita, Verselia, Margarita, Olga, Carmen, María Leopoldina, Amira, Benilda, Yolanda, Carmenza, Georgina y otras muchas con quienes organizaron las actividades para construir escuelas y lograr el desarrollo académico de su pueblo, Yopal.