Relevancia de la literatura femenina en el aula de clase – María Teresa Gómez #Columnista7días

A pesar de los avances en el acceso a la educación y en la visibilización de las voces femeninas en la literatura, en el aula persiste un desconocimiento significativo de la escritura producida por mujeres y de su aporte a la configuración de imaginarios sociales, políticos y culturales. El canon literario enseñado en muchas instituciones educativas continúa privilegiando autores varones y narrativas hegemónicas, relegando las obras femeninas a menciones parcializadas o a lecturas opcionales, pero esta omisión no es neutra, implica silenciar experiencias históricas de opresión, resistencia, lucha y agencia que constituyen un componente fundamental de la memoria colectiva y de la construcción de una sociedad más equitativa y justa.

La falta de contacto con la escritura femenina no solo empobrece la experiencia estética, sino que también restringe la construcción de empatía, una de las competencias más necesarias para el ejercicio de la ciudadanía. Martha Nussbaum (2010) argumenta que la literatura es una herramienta para entrenar la imaginación moral, pues permite ponerse en el lugar de otros y comprender realidades distintas. En sociedades atravesadas por violencias de género, desigualdad económica y crisis políticas, esta capacidad de empatía y cuestionamiento resulta indispensable para formar ciudadanos capaces de participar activamente en la transformación social.

El desconocimiento de esta literatura tiene implicaciones directas en la formación de un pensamiento crítico. Cuando los estudiantes no se exponen a narrativas que interrogan las jerarquías de poder y las desigualdades, su capacidad de cuestionar, reflexionar y proponer alternativas se ve limitada. Paulo Freire (1970) subraya que la educación debe ir más allá de la transmisión de contenidos: debe ser un acto de liberación que permita “leer el mundo” antes de leer la palabra. Sin embargo, cuando la literatura en el aula se limita a reproducir visiones únicas, se priva a los estudiantes de esa posibilidad de relectura crítica de su realidad.

En este sentido, la lectura no se presenta únicamente como un ejercicio académico, sino como una experiencia introspectiva y ética que interroga las estructuras sociales, culturales, políticas y de género que configuran su cotidianidad. Este proceso ha propiciado que los estudiantes desarrollen posturas más conscientes y reflexivas frente a los desafíos del mundo contemporáneo, reconociendo que la literatura constituye un espacio privilegiado para cuestionar la desigualdad, la opresión y las narrativas hegemónicas.

El gusto por la lectura, crece paulatinamente entendiendo que no solo es una práctica formativa, sino un acto de libertad que les permite apropiarse de voces silenciadas históricamente, en especial las de las mujeres. Este acercamiento ha suscitado un ejercicio de inquietud intelectual: los estudiantes no permanecen pasivos frente a los textos, sino que interrogan, dialogan y problematizan lo leído desde sus propias experiencias y contextos. En tal sentido, el proceso fomenta una actitud crítica que no se limita al ámbito literario, sino que se proyecta hacia la vida social, promoviendo el debate y la construcción colectiva con significado reflexivo. De esta manera, la literatura de mujeres, en diálogo con nuevas formas emergentes de enseñar, contribuye a consolidar una educación crítica, emancipadora y con capacidad de incidencia social.



-Publicidad-