Carlos el ‘Mocho’ Pérez, el ‘llanero en-cotizao’ – Trinos del alcaraván #Historiasdecasanare

‘El llanerazo’, ‘La camisa conuquera’, ‘Tres lágrimas’, ‘Flor silvestre’ y otras decenas de joropos y pasajes llaneros, en las voces de Orlando el ‘Cholo’ Valderrama, Juan Farfán, Walter Silva, Eduardo ‘Diablito’ Mojica y otros tantos cantantes, son canciones que han oído y entonado la mayoría de colombianos sin saber quién las compuso.

Se trata de Carlos Pérez, un criollo nacido en las costas del río Ariporo, en el norte de Casanare, donde aún tiene vivos los recuerdos de los chaparrazos que recibió de su ‘mama’ cuando le dio por escribir la historia de los brujos que llegaron a Montañas del Totumo, un corregimiento de Paz de Ariporo, que en la época era un importante centro comercial de ganados que desde Arauca y Venezuela llegaban al Paso Rial y San Luis del Ariporo.

Entre los brujos que llegaron hubo uno en especial, un ecuatoriano que se hacía llamar Pedro Rengifo Guaranga: se vestía con una sotana negra que le llegaba hasta las rodillas; en el cuello portaba decenas de collares fabricados con chaquiras de diferentes colores y en cada dedo de las manos unos enormes anillos de cobre y acero.

Carlos Pérez, unos de los más destacados compositores de la música llanera. Foto: Boyacá Sie7e Días

Siempre andaba con un burro enjamugao y al lado y lado de la jamuga, unas angarillas, donde portaba unos cajones de madera llenos de hierbas aromáticas que todo lo curaban.

Este hombre era consultado por personas a las que les leía los naipes y el tabaco, vendía ungüentos y pócimas para consuelo del cuerpo y del alma, adivinaba los números de las loterías, hacia volver al ser querido, alejaba los malos vecinos, descubría por medio de rezos quién les robaba el ganado, eliminaba malas energías y liberaba las almas de demonios y malos espíritus.

Gracias al poder curativo de las hierbas sanaba descuajaduras y el helaje de los muertos en los niños, vendía azabaches para el mal de ojo y muchos milagros más.

A Carlos Pérez, que apenas contaba con unos 9 años de edad y estudiaba primaria en el internado a cargo de las monjas agustinas, se le ocurrió escribir una canción ‘mamándole gallo’ al milagroso curandero, letra y música que rápidamente los compañeros del internado se aprendieron y coreaban asi:

Pedro Rengifo Guarangas

según los viejos llaneros,

se llamó el ecuatoriano

que recorrió el llano entero,

y que fue en el Casanare

el primer burro yerbatero

pero, murió con todo y burro,

lo mató un aguacero.

En las Montañas del Totumo,

la tierra de mis abuelos,

apareció otro cacique,

botánico y rezandero

llamado Pedro Maceta.

Pedro en reemplazo del que había muerto primero

y Maceta, porque fue un viejo tracalero.

La canción se volvió muy popular y no faltó quién descubriera y denunciara al autor, al pequeño Carlos Pérez, que por irrespetuoso, grosero y atrevido recibió unos duros chaparrazos por parte de su progenitora.

El castigo de nada sirvió: el joven Carlos siguió escribiendo y escribiendo, a cada cosa que veía. Solo necesitaba una hoja de papel y un lápiz.

Buena parte de esas letras fueron canciones tarareadas por él en la mitad de la sabana, sin que alguien se diera cuenta, solo para él.

No se amilanó ante los duros y agrestes trabajos que se exigían a un hombre de la época: mensual, becerrero, caballicero, amansador de caballos y todos los oficios que le ordenaran los dueños de hatos, como La Porfía, Miramar y Morichito, que lo vieron crecer poco a poco, sin siquiera sospechar del talento con que había nacido.

Cuando estuvo de edad, se alistó en el ejército y como si se tratara de cumplir una cita con el destino, lo asignaron a la emisora Colombia Estéreo, donde dio rienda suelta al talento y como si fueran caballos salvajes, las canciones, casi mil, escritas por Carlos Pérez, trotaron por todo el país y en el exterior, en las gargantas de casi 200 de los más connotados cantantes de la época.

Eduardo el ‘Diablito’ Mojica fue uno de los primeros en grabar un tema suyo, ‘Flor silvestre’, letra escrita en homenaje a las madres.

Como anécdota vale la pena resaltar que en el Festival del Joropo participó con ‘La camisa conuquera’, pero no la tuvieron en cuenta, la eliminaron. Luego fue todo un éxito en la voz de Juan Farfán.

Cada canción está precedida por una anécdota, un pasaje cronológico de su vida que luego se vuelve rima, verso y finalmente canción, en la voz de quien le ponga el sentimiento requerido.

Otra canción que ha logrado despertar el sentimiento llanero es ‘El guate’, en las voces de Orlando el ‘Cholo’ Valderrama, Carlos Rico y Eligio Zambrano ‘Matraquero’.

La canción ‘El llanerazo’ nace en Bogotá una tarde, cuando se perdió en medio del tumulto de gente en Unicentro.

Mientras Orlando el ‘Cholo’ Valderrama llegaba a rescatarlo, se sentó en una cafetería y comenzó a escribir en un sobre de manila: “Una vez llegó a un parrando un viejito encotizao, con sombrero pelo e’guama y el pantalón enrrollao…”. Esa canción la metió de relleno en una grabación y terminó siendo todo un éxito.

Lo mismo pasó con la canción ‘Tres lágrimas’. La letra escrita en una hoja de papel duró botada por ahí, hasta que llegó Walter Silva, le hizo unos arreglos, la grabó y otro éxito más de la música llanera.

Necesitaríamos decenas de páginas de Boyacá Sie7e Días para describir la historia de cada una de las canciones de Carlos Pérez, a quien le dicen el ‘Mocho’ porque perdió, en un accidente casero, una parte del dedo de una de sus manos.






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