Más allá de las anécdotas y las batallas, la memoria de Mauricio Vargas rescata el valor de quienes se atrevieron a desafiar las imposibilidades y lograron inscribir a Boyacá en la historia del ciclismo.

Mauricio Vargas Carreño, expresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo. Foto: archivo particular
*Por: Nury Vargas
Hace tres décadas el deporte colombiano vivió uno de sus momentos más gloriosos: el Mundial de Ciclismo de 1995, con Duitama como sede central. La gesta no fue fácil. Detrás de esa hazaña hubo años de insistencia, de gestiones en Colombia y Europa, de recorrer despachos y de convencer a la Unión Ciclista Internacional (UCI) de que Boyacá podía estar a la altura.
El abogado boyacense Mauricio Vargas Carreño, expresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, revive la historia y recuerda cómo, junto a dirigentes como Miguel Ángel Bermúdez y Alfonso Salamanca Llach, lograron cristalizar un sueño que parecía imposible.
“Por ahí a principios de los 80, y dado que el ciclismo colombiano no estaba en un posicionamiento grande a nivel mundial, un grupo de personas, encabezadas por Miguel Ángel Bermúdez, buscó la forma de tomar la Federación… se creó la Federación Ciclística Colombiana… y una vez Miguel como presidente, con su visión, empezó a buscar la forma de mostrar el ciclismo colombiano”, relata Vargas.
Y añade: “Fue cuando empezó a trabajar lo de la conquista de Europa, lo del equipo de Pilas Varta, lo del equipo de Café, y en conjunto con esas personas, con el doctor Alfonso Salamanca…, se les ocurrió que teníamos que buscar la forma de aspirar a un campeonato mundial de ciclismo”.
Ese fue el punto de partida de una carrera de fondo que tardó más de una década en dar frutos. La primera postulación en Colorado Springs (1986) fue rechazada, pero el empeño no decayó. “Sin embargo, ustedes más que nadie conocen cómo es el doctor Miguel Ángel, que se empeña en una cosa y la busca y la logra… con la coadyuvancia de otros dirigentes se siguió la lucha se siguió trabajando, se volvió a presentar la propuesta”, recuerda.
El contexto fue clave: los triunfos de Lucho Herrera en la Vuelta a España, de Fabio Parra en el Tour de Francia y de otros escarabajos en Europa hicieron que la UCI empezara a mirar a Colombia con otros ojos. En paralelo, Bermúdez llegó a Coldeportes; Salamanca, a la Gobernación de Boyacá, y Vargas, a la Secretaría de Hacienda de Boyacá, lo que dio el respaldo institucional que faltaba.
El diseño del circuito también fue una batalla. Vargas recuerda con claridad que, al principio, el trazado pasaba por Paipa y el Pantano de Vargas, pero luego tuvo que cambiarse al alto de El Cogollo.
“Me acuerdo tanto que el señor Jackat (presidente de la Comisión Técnica UCI) dijo: pero este recorrido parece que estuviéramos haciéndolo en Europa… Fue cuando se hizo la proyección del nuevo circuito, por insinuación de Olivero Rincón. Entonces se hizo la visita correspondiente a ese sector… y en principio ellos quedaron aterrados de que ahí no se podía hacer porque no había una vía completa, pero el compromiso era grande del departamento… y el compromiso de Miguel Ángel desde Coldeportes”.
La presión dio frutos. Con apoyo de la Gobernación, Coldeportes, el Ministerio de Transporte y el Invías se construyeron y mejoraron vías claves como Tunja-Duitama, Tuta y el alto de El Cogollo. “Se logró gracias a las gestiones… y el apoyo general primero de Ernesto Samper y después de César Gaviria, que coadyuvaron totalmente a la realización del evento”, precisa Vargas.
No fue solo infraestructura: el trabajo diplomático también pesó. “Miguel Ángel hizo la invitación a un poco de presidentes de federaciones de América, antes de la asignación de la sede, con el fin de que tuvieran conocimiento de lo que se pensaba hacer… Esto se logró de la mejor manera y se hizo una reunión en Cartagena… se les mostraron todas las bondades de Boyacá, los paisajes, toda la parte turística de Colombia. Eso fue fundamental”.
Finalmente, en 1992, en una reunión en Italia y luego ratificada en la Hacienda El Carmen, la UCI dio el sí definitivo. Boyacá se vestía de gala. Y con la ciudad de Duitama engalanada, con barrios y veredas representando países y con Olivero Rincón luchando por el oro en la ruta élite, llegó la confirmación de que ese esfuerzo había valido la pena.
El Mundial de 1995 no fue fruto del azar, sino de la perseverancia y la capacidad de articular voluntades en medio de enormes dificultades. Cada gestión, cada puerta tocada y cada aliado sumado construyeron el camino hacia un evento que parecía imposible, pero que se convirtió en una realidad inolvidable.

Mauricio Vargas Carreño, expresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, con el exgobernador de Boyacá Alfonso Salamanca Llach. Foto: archivo particular
Fue el resultado de un trabajo colectivo que demostró que, cuando Boyacá se une, puede construir las más altas cumbres del ciclismo y dejar una huella eterna en la historia deportiva del país.
Contar todo lo que sucedió alrededor de esta gesta es imposible de resumir en un solo artículo. Seguramente faltan muchos detalles y otros se quedarán por fuera, pero lo cierto es que cada recuerdo hace parte del reconocimiento a quienes persistieron y nunca renunciaron a este sueño.
Hoy, a tres décadas de distancia, la memoria de quienes construyeron la historia sigue siendo el mayor legado que dejó aquel Mundial inolvidable.
*Redactora de Boyacá Sie7e Días