
«Si ustedes los jóvenes no asumen la dirección de su propio país, nadie va a venir a salvárselos. ¡Nadie!», Jaime Garzón.
Hablar del poder de la juventud en la política es hablar del presente y del futuro. No es una frase hecha ni una promesa vacía: es una realidad inaplazable. En Boyacá, como en todo el país, se aproxima la elección de los Consejos de Juventud, un escenario que busca abrir las puertas de la democracia a quienes, por décadas, fueron relegados a la condición de espectadores. Los jóvenes tienen hoy un asiento en la mesa de las decisiones, pero queda una pregunta fundamental: ¿será un espacio real de incidencia o un nuevo capítulo de manipulación política?
La participación juvenil en política en Colombia ha sido tradicionalmente baja y limitada. No porque los jóvenes no tengan interés en transformar su entorno, sino porque los canales institucionales les fueron cerrados o se les percibió como simples acompañantes de los procesos liderados por adultos. Según estudios de la politóloga Pippa Norris, los jóvenes enfrentan una “brecha generacional” en la representación: tienen menos acceso a cargos de decisión, menos recursos y menos visibilidad, lo que genera apatía y desconfianza hacia las instituciones.
En Boyacá, esa realidad se refleja en la dificultad de integrar a los jóvenes en la construcción de planes de desarrollo municipales, en la falta de mecanismos vinculantes de participación y en la visión tradicionalista de una política que muchas veces los mira con desconfianza. Sin embargo, las nuevas generaciones han demostrado capacidad de organización en temas sociales, culturales y ambientales, reclamando un papel que va más allá del voto.
Se estima que para el año 2025 el número de jóvenes entre 14 y 28 años en el departamento de Boyacá será cercano a las 250.000 personas, lo que representa aproximadamente el 19,3 % de la población total. Esta cifra corresponde a las proyecciones de población realizadas por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) a través de los estudios demográficos (PPED).
Los Consejos de Juventud fueron creados como respuesta a esa deuda histórica. Su objetivo es claro: abrir un espacio de deliberación, participación y representación de los jóvenes en las decisiones públicas. A nivel legal, estos consejos tienen la misión de incidir en políticas de juventud, vigilar la ejecución de planes y programas y garantizar que la voz juvenil no sea un adorno, sino un insumo en la planeación territorial.
Pero toda oportunidad conlleva riesgos. Y aquí emerge la sombra de la instrumentalización: el peligro de que los caudillos políticos locales, aquellos que han sabido manipular elecciones, busquen también controlar estos consejos. No sería la primera vez que estructuras políticas tradicionales intentan cooptar espacios de representación juvenil para convertirlos en vitrinas de legitimidad.
Ojo con el riesgo de la cooptación política
1. La captura por caudillos locales: para ciertos dirigentes, los consejos de juventud son vistos como un semillero de votos asegurados. Colocar jóvenes afines o financiados es una forma de extender su influencia y garantizar que el relevo generacional se haga bajo sus condiciones.
2. Dependencia económica y clientelismo: muchos jóvenes no tienen recursos para financiar una campaña. La ayuda de un político puede convertirse en una trampa: publicidad, transporte o logística que después exige lealtad y obediencia.
3. Manipulación simbólica: se utiliza el discurso de “dar voz a los jóvenes” mientras, en la práctica, se los silencia bajo la dirección de quienes manejan las maquinarias. Así, la juventud se vuelve una fachada democrática.
4. Reproducción de prácticas viciadas: si desde estas instancias los jóvenes son cooptados, se institucionaliza el clientelismo en nuevas generaciones, asegurando que nada cambie realmente.
Como advierte Aksel Sundström, investigador sobre representación política juvenil en su libro “Juventud sin representación” la falta de independencia y autonomía en estos procesos no solo afecta a los jóvenes directamente implicados, sino que mina la confianza de toda una generación en las instituciones democráticas.
La pregunta es: ¿Cómo blindar estos espacios?
Frente a estos riesgos, no basta con la denuncia; es necesario proponer caminos:
• Formación política autónoma: los jóvenes deben recibir educación cívica y política crítica que los prepare para reconocer y enfrentar prácticas clientelistas.
• Transparencia en financiamiento: que cada campaña juvenil declare públicamente sus apoyos económicos, evitando la dependencia oculta.
• Acompañamiento institucional real: personerías, contralorías escolares y veedurías juveniles deben vigilar que los consejos no sean simples vitrinas, sino espacios con incidencia efectiva.
• Fortalecimiento de colectivos independientes: apoyar a grupos juveniles culturales, ambientales, comunitarios y sociales que no dependan de partidos o líderes tradicionales.
• Incidencia vinculante: garantizar que las decisiones y propuestas de los consejos de juventud sean tenidas en cuenta en los planes de desarrollo municipales y departamentales.
Una reflexión para Boyacá
Boyacá es un departamento con tradición histórica de luchas y transformaciones. Aquí se gestaron procesos de independencia y aquí también se ha sembrado el espíritu de cambio social desde lo local. Hoy, la juventud boyacense tiene la oportunidad de retomar esa tradición, no desde la guerra ni desde la protesta vacía, sino desde la construcción institucional y participativa.
La juventud boyacense ha demostrado su capacidad en movimientos ambientales que defienden el páramo, en iniciativas culturales que rescatan la identidad regional y en proyectos sociales que atienden las necesidades de comunidades rurales y urbanas. Es momento de trasladar esa energía al escenario político, sin miedo y sin tutelajes.
Un llamado profundo a los jóvenes
La historia política de Boyacá no puede repetirse en los mismos moldes de caudillismo y manipulación que tanto hemos criticado. Los consejos de juventud fueron creados para que la voz de los jóvenes resuene como fuerza transformadora, no como eco de los viejos dirigentes.
Por eso, este es un llamado claro: jóvenes de Boyacá, este es el momento de participar, de apropiarse de sus espacios, de representarse a sí mismos con autonomía y conocimiento. No basta con ocupar una curul simbólica; se trata de ejercer liderazgo real, de abrir debates sobre el futuro del territorio, de proponer soluciones a las problemáticas de sus comunidades y de defender la transparencia como principio innegociable.
Jóvenes, la política necesita de su energía, de su innovación y de su capacidad para mirar lo que muchos no quieren ver. Si hoy asumen el reto, estarán escribiendo un nuevo capítulo en la historia local: uno donde la juventud no es usada ni manipulada, sino protagonista.
El poder de transformar Boyacá está en sus manos. Participen, propongan, lideren: la evolución de nuestras comunidades empieza con ustedes.