
Con ilusión y expectativa, Sogamoso recibió a comienzos de año el anuncio del gobernador Amaya: el estadio El Sol llevaba un 82 % de avance y los recursos para su terminación estaban asegurados. La visita de la Dimayor reforzó ese optimismo, pues el escenario cumplía con los criterios para albergar partidos del fútbol profesional, y Patriotas se comprometió a convertirlo en su sede. Para entonces, la fecha de entrega sonaba cercana: octubre del 2025.
Hoy, seis meses después, la realidad es distinta. El avance de la obra parece haber perdido empuje y la ilusión de una ciudad futbolera comienza a mermarse. La sensación es que el estadio se quedó en medio de una disputa, pues lo tratan como un hijo en un divorcio: de un lado, una Gobernación que muestra músculo mediático —como cuando logró que Caracol Radio transmitiera sus programas deportivos desde el Estadio del Sol en construcción— pero sin la presencia de la Alcaldía; del otro, un alcalde que ha aprovechado cada oportunidad para marcar distancia del Gobierno departamental. En la práctica, ambos juegan en canchas distintas, y el gran perdedor es el fútbol de Sugamuxi.
La construcción de un estadio no es solo la obra y graderías; es identidad, orgullo y oportunidad. Para Sogamoso significaría convertirse en epicentro deportivo de la región, recibir al fútbol profesional y dinamizar su economía.
La pregunta que queda en el aire es dura, pero necesaria: ¿quién asumirá la responsabilidad si el estadio termina siendo otro escenario inconcluso? En fútbol, no sirve de nada tener afición y deportistas si el equipo no juega unido. Y hoy, Gobernación y Alcaldía parecen olvidar que el partido lo juegan para la gente.
Porque al final, mientras los dirigentes siguen divorciados, el balón —y el sueño de Sogamoso— sigue detenido, no sabemos cuándo reiniciará el juego.