¡Qué lástima!, se acaban las corridas de toros – Trinos del alcaraván #Historiasdecasanare

La expresión es de Diomedes Romero Vidal, posiblemente el único torero casanareño que gracias a su valor y trapío logró salir en hombros de la plaza de toros La Santamaría de Bogotá, luego de ejecutar una sublime corrida de casta de la ganadería El Paraíso, de Jerónimo Pimentel, con apéndices completos (cortó las dos orejas y el rabo) como rara vez se ve en el arte que se acaba en Colombia.

Diomedes Romero Vidal se hizo torero sin haber visto jamás una corrida y muchos menos conocer una plaza de toros. Se hizo por la costumbre que adquirió desde niño enfrentándose al altivo ganado criollo en las sabanas de la vereda La Candelaria, de Paz de Ariporo, donde su padre y hermanos, día a día, desafiaban la naturaleza de esas verdaderas fieras con enormes cornamentas, que representaba la raza del ganado casanareño.

Eran tardes de gloria luego de lidiar toros de la ganadería de los Pimentel en Bogotá. Foto: Boyacá Sie7e Días

-“En el llano casanareño todos nacemos toreros, es la relación natural entre el hombre, el caballo y el toro desde que se dan los primeros pasos sobre la tierra”-, asegura Diomedes, quien confiesa que, su afición taurina como tal nació luego de un vuelo que hizo el capitán Francisco Series a la finca de sus padres a llevar el mercado, que por pura eventualidad, descargando los víveres, encontraron entre los paquetes una revista especializada en toros y toreros, Diomedes se la guardó sin que el piloto se diera cuenta; a través de esa publicación se enteró de las diferentes suertes y lances del toreo.

En esa revista leyó sobre ‘Antoñete’, el ‘Cordobés’, ‘Espartaco’, Palomo Linares, ‘Paquirri’, Paco Ojeda, Paco Camino, Pepe Cáceres, el ‘Yiyo’. De todos ellos le llamó la atención una figura mundial, el ‘Curro’ Romero, -¡“quien a lo mejor”¡-, pensó, -“resultaba ser de la familia”-. Mucho tiempo después supo que el tipo era español.


Hoy Diomedes lamenta que en Colombia ahora se prohíban las corridas de toros. Foto: Boyacá Sie7e Días

Por eso, cuando se enteró por La Voz de Yopal que en las fiestas de Orocué habían programado dos corridas de toros, sin pensarlo mucho tomó su bicicleta y atravesó las sabanas de Paz de Ariporo, Trinidad y San Luis de Palenque y dos días después, estuvo al frente de la plaza de toros, construida en una intrincada palizada, al estilo “paloapique” que terminaba en un ruedo, donde se suponía toreaban las figuras que anunciaba la radio.

Esa tarde buscó al empresario de la corrida y le pidió que le dejara montar un toro: a regañadientes, este accedió sin sospechar la locura que iba a generar Diomedes Romero, montando, toreando con su sombrero y tumbando a un astado criollo de más de 500 kilos.

Allí firmó su suerte como torero, pues el empresario le propuso hacer la corrida del día siguiente, como efectivamente se hizo, con resultados apoteósicos. Luego del éxito de su primera aparición oficial ante la afición taurina, el mismo empresario lo invitó a conformar, lo que ellos llamaban, la ‘cuadrilla’, le prometió inscribirlo en una escuela de toreros para afinar su estilo, -“tiene coraje, le falta estilo”- dijo el empresario.

Luego de la corrida en Orocué, que resultó frenética, tomó su bicicleta y pedaleó durante tres días de regresó a casa, La Candelaria, a terminar un trabajo de llano y llevar una punta de novillos a Villavicencio, soñando siempre con aparecer en la revista que había llevado el capitán Manotas a la casa. De cuando en cuando se apeaba del caballo y le hacía un par de lances a algun astado que salía del rodeo.

Facsímil de la página taurina del diario El Tiempo destacando la actuación del ‘Llanero Solitario’. Foto: Boyacá Sie7e Días

Una vez entregó el ganado, viajó a Bogotá y se puso bajo las órdenes del maestro José Pulido Rey, en la escuela que funcionaba adjunta a la plaza de toros La Santamaría, donde perfeccionó los lances clásicos del toreo y se puso a la par de César Rincón, Luis Bolívar, Noel Petro y otros con quienes integró los carteles de todas las plazas del país, con el nombre de el ‘Llanero Solitario’.

Recuerda entre las faenas gloriosas una corrida con picadores, con toros de Jerónimo Pimentel en la plaza La Santamaría de Bogotá. Esa tarde salió a hombros de los aficionados por la puerta grande, por donde solo salían las figuras de la tauromaquia mundial.

Del ‘Llanero Solitario’ se decía que tenía pacto con el diablo, que rezaba los toros, que hacía brujería y otras cosas, porque llenaba las plazas.

Pero las cosas, como tienen principio, igualmente tienen fin. Luego de una fenomenal corrida en Guateque, en el Valle de Tenza (Boyacá), de regreso a Bogotá el vehículo en que viajaba con los otros toreros del cartel sufrió una falla mecánica. Ocurrió cerca del Puente El Común, en Chía: seguramente por falta de señalización apareció de pronto un tractocamión y los arrolló.

Dos de sus compañeros murieron en el acto. Diomedes Romero, el ‘Llanero Solitario’, estuvo varios meses hospitalizado y como consecuencia del accidente perdió la agudeza visual; las heridas del accidente, sumadas a varias cornadas propinadas por los astados, terminaron por menguar su agilidad y después de varios intentos, donde las cosas no salieron bien, resolvió colgar la montera y guardar los trastes, para donarlos a un museo, como testimonio de que en Casanare nació una de las grandes figuras de la tauromaquia, y hoy se duele por la prohibición que decretó la ley y ratificó la Corte Constitucional.


-Publicidad-

PAUTE AQUÍ - WhatsApp 322 817 2265