Boyacá necesita volver a creer en sus propias empresas – Edisson Fabián Barrera Cendales #ColumnistaInvitado

En Boyacá, cuando se habla de empresas públicas, el silencio se hace notorio. Hoy apenas sobreviven unas pocas entidades con alcance limitado y muy lejos del poder transformador que sí han tenido en otras regiones del país. Basta mirar a Medellín, donde Empresas Públicas de Medellín (EPM) no solo sostiene servicios estratégicos, sino que se convirtió en motor económico, social y cultural. Antioquia ha sabido crear una empresa pública rentable y socialmente responsable, capaz de generar dividendos millonarios para invertir en proyectos de infraestructura, educación y cultura.

La pregunta es inevitable: ¿por qué Boyacá, con su potencial inmenso en recursos naturales, campo productivo y talento humano, no ha sabido replicar un modelo que claramente funciona?

Una deuda histórica con el desarrollo productivo

La respuesta es dura: falta visión de largo plazo, miedo político a asumir riesgos empresariales, y la equivocada creencia de que el Estado solo debe administrar recursos y no generarlos. Se nos olvidó que las empresas públicas no son botines burocráticos, sino vehículos de desarrollo, siempre y cuando estén blindadas con buena gobernanza, transparencia y objetivos claros.

Las pocas empresas que hemos tenido a nivel departamental han carecido de la fuerza suficiente para convertirse en referentes nacionales. Y lo más grave es que, mientras tanto, Boyacá sigue dependiendo casi exclusivamente de transferencias de la Nación. Esa dependencia es peligrosa: nos condena a la fragilidad fiscal y limita la capacidad de inversión social.

Históricamente Boyacá ha brillado como cuna de la libertad y del pensamiento, pero no ha logrado consolidarse como un departamento capaz de construir sus propios motores de crecimiento económico. Mientras en otras regiones los dividendos de las empresas públicas financian becas, obras de infraestructura o programas sociales, aquí seguimos con presupuestos limitados y esfuerzos dispersos.

¿Qué perdemos al no tener empresas públicas fuertes?

Perdemos empleo, perdemos competitividad, perdemos recursos que podrían reinvertirse en nuestras comunidades, pero, sobre todo, perdemos capacidad de decisión. Al no tener empresas propias, quedamos a merced de operadores privados o de decisiones nacionales que no siempre priorizan las necesidades del territorio.

Es como si Boyacá hubiera renunciado a ser protagonista de su propio destino económico. Y esa renuncia se refleja en nuestros jóvenes que migran a Bogotá o al exterior en busca de oportunidades, en nuestros campesinos que producen a pérdida y en municipios que apenas sobreviven con escasos ingresos. Es hora de cambiar.

Dos propuestas estratégicas para Boyacá

Como líder y próximo administrador público territorial propongo que Boyacá inicie un nuevo ciclo de desarrollo a través de la creación de al menos dos empresas públicas estratégicas, diseñadas con rigor técnico, blindadas contra la politiquería y pensadas para generar riqueza social.

La primera: una empresa agroindustrial y de cadena de frío, con plantas de transformación láctea y de alimentos, capaz de dar valor agregado a la producción campesina, organizar mercados y abrir canales de exportación. El campesino boyacense no puede seguir vendiendo a pérdida; el departamento debe garantizarle condiciones para producir con rentabilidad. Esta empresa sería motor de empleo rural y marca de identidad boyacense en el mercado nacional e internacional.

La segunda: una empresa de energía renovable departamental, con proyectos solares y eólicos que aprovechen la radiación y los vientos de nuestras provincias. En momentos en que el mundo busca descarbonización, Boyacá podría no solo generar energía limpia, sino venderla y obtener recursos frescos para financiar programas sociales, educación, salud e innovación.

Ambas iniciativas son viables: el marco jurídico existe (La Ley 489 de 1998, en sus artículos 85 y 97 permite crear Empresas Industriales y Comerciales del Estado o sociedades de economía mixta), la financiación se puede estructurar con apoyo de Findeter, banca multilateral o bonos verdes, y el talento humano está en casa. Lo que falta es voluntad política y capacidad de soñar en grande.

El camino no es improvisar, es planificar

Crear una empresa pública no significa inflar la burocracia ni inventar cargos de conveniencia. Significa construir un modelo de negocio con rentabilidad social y económica, con una junta directiva técnica e independiente, con reglas de transparencia y con metas claras.

Significa también entender que el Estado no debe competir con el privado para desplazarlo, sino asociarse de manera estratégica, generar confianza e impulsar sectores donde la ganancia social es tan importante como la rentabilidad financiera.

Si Antioquia pudo con EPM, si Bogotá fortaleció la ETB y la EAAB, ¿qué nos impide a nosotros tener nuestras propias banderas empresariales? La diferencia no es de recursos, es de visión.

Un llamado a la dirigencia y a la ciudadanía

Hoy hago un llamado directo a la dirigencia boyacense, a los alcaldes, diputados, representantes y al propio gobernador: dejemos de ser administradores de escasez y convirtámonos en constructores de abundancia. Crear empresas públicas no es populismo, es planeación estratégica; no es gasto, es inversión con retorno social y económico.

Pero el llamado también es a la ciudadanía. A veces nos resignamos a pensar que Boyacá está condenado a la pasividad, a la dependencia y al atraso. No. Boyacá tiene todo para liderar: tierras fértiles, potencial energético, un capital humano educado y una cultura de trabajo que se respira en cada vereda. Lo que falta es convertir ese potencial en proyectos empresariales públicos que garanticen futuro.

El futuro no se improvisa. Se planifica, se construye y se lidera. Y Boyacá necesita liderar su propio destino económico, de la mano de sus empresas públicas. Boyacá ¡hay que evolucionar!


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