Mongua despidió con lágrimas y orgullo al capitán de la Policía Francisco Javier Merchán Granados, el piloto boyacense que dedicó su vida a servir y cuyo último vuelo quedó escrito en la memoria de su pueblo.

El féretro del capitán de la Policía Francisco Javier Merchán fue recibido en Mongua con honores. Foto: suministrada a Boyacá Sie7e Días
*Por: Nury Vargas
Francisco Javier Merchán Granados creció entre los paisajes fríos de Mongua, un municipio boyacense donde las montañas parecen rozar el cielo. Desde pequeño el uniforme policial le resultó familiar: su padre, José Bernardo Merchán Merchán, sargento mayor de la institución y exalcalde del pueblo, llevaba consigo la vocación de servicio. Entre esas paredes llenas de disciplina y ejemplo, nació el sueño que marcaría su vida.
En el 2009 dio el primer paso para hacerlo realidad: prestó su servicio como auxiliar de la Policía Nacional. El joven que alguna vez recorrió las calles de Mongua, ahora comenzaba un camino que no tendría retorno.
Su entrega lo llevó a la Escuela de Cadetes General Santander, donde años después se graduó como subteniente, en agosto del 2013. Ese día, con la mirada firme y el corazón lleno de orgullo, selló su compromiso con la institución.
Su destino no era solo portar el uniforme, sino conquistar los cielos. La aviación se convirtió en su gran pasión. A los pocos años se especializó como piloto de helicópteros y por más de una década surcó el cielo en operaciones de alto riesgo.
Su base fue Guaymaral, en Bogotá, pero su misión siempre estuvo donde el país lo necesitara. Pertenecía a la especialidad de Antinarcóticos y acumulaba cientos de horas de vuelo enfrentando los desafíos del narcotráfico.
En medio de esa vida de vértigo construyó un hogar. Se casó con Adriana Pinzón, oficial de la Policía, y junto a ella formó la familia que siempre soñó. Luciana, su hija mayor, llenó la casa de risas, y hace seis meses llegó Gabriela, la bebé que apenas empieza a descubrir el mundo.
Hace pocos días Merchán recibió una nueva orden: trasladarse a Antioquia para cumplir una nueva misión. Salió con la certeza de que en pocas semanas estaría de regreso para iniciar el curso que lo llevaría a ascender a mayor.
Esa ilusión se apagó el 21 de agosto, cuando, en zona rural de Amalfi, el helicóptero que pilotaba fue derribado en un ataque armado.
La tragedia sacudió al país. Seis policías murieron en el acto. Él quedó con vida, aferrado a la esperanza de volver a ver a su familia, pero la ayuda tardó más de 16 horas en llegar, un tiempo que se volvió eterno y que no perdonó. En la madrugada del 22 de agosto su corazón se detuvo en la soledad de las montañas.
La noticia cayó como un golpe en Mongua, donde todos conocían al muchacho que soñó con volar. La familia, desgarrada, recibió su cuerpo días después en medio de honores. Primero en Bogotá, donde se le rindió tributo en el Centro Religioso de la Policía; después, en la tierra que lo vio nacer, donde hoy las campanas repicaron con dolor.
A las 11:00 de la mañana Mongua se detuvo. El féretro cubierto con la bandera nacional avanzó por las calles principales, rodeado de sus compañeros. El sonido de los pasos rompía el silencio, mientras cientos de personas acompañaban el último recorrido. En el atrio de la iglesia monseñor Édgar Aristizábal Quintero presidió una misa solemne.
Las palabras sobraban; el gesto más elocuente fue el abrazo colectivo que toda una comunidad brindó a su esposa, sus hijas, sus padres y demás familiares.
Francisco Javier Merchán Granados deja un legado marcado por la valentía y la lealtad. Hoy, en su pueblo natal, se convirtió en símbolo de servicio y sacrificio. Mongua lo despide, su familia lo despide, pero su historia no se borra: el joven que soñó con volar lo logró, y aunque su último vuelo fue forzado, su nombre seguirá escrito en el cielo.
*Redactora de Boyacá Sie7e Días