El plan piloto de Corpochivor busca transformar las prácticas agropecuarias tradicionales en actividades sostenibles que protejan los ecosistemas de alta montaña.

Complejo de páramo Tota-Bijagual-Mamapacha. Foto archivo particular
*Por: Yuliana Bohórquez
Con el propósito de promover la sostenibilidad en los ecosistemas de páramo y garantizar el equilibrio entre la conservación ambiental y las actividades agropecuarias de las comunidades campesinas, la Corporación Autónoma Regional de Chivor (Corpochivor) adelanta un plan piloto de reconversión productiva en 10 municipios de su jurisdicción. El proyecto cuenta con una inversión cercana a los 3.500 millones de pesos, financiados a través del Fondo de Compensación Ambiental.
En entrevista con Boyacá Sie7e Días, el director de la entidad, Fabián Bulla, explicó que esta iniciativa responde a lo dispuesto por la Ley 1930 del 2018, conocida como Ley de Páramos, que ordena a las autoridades ambientales caracterizar y elaborar planes de manejo ambiental para estos ecosistemas estratégicos.
“El proyecto nace de las obligaciones que tenemos en la ley, pero también de una necesidad importante: trabajar de la mano de los campesinos, quienes han habitado estos territorios por generaciones y dependen de ellos para su sustento”, señaló.
El proyecto se ha venido desarrollando en los páramos de Rabanal-Río Bogotá, en los municipios de Pachavita, La Capilla, Úmbita, Turmequé y Ventaquemada; así como en el complejo de páramos Tota-Bijagual-Mamapacha, con municipios como Chinavita,
Tibaná, Ramiriquí, Ciénega y Viracachá. Allí se realizaron procesos de caracterización participativa de las áreas, escucha comunitaria y diseño de alternativas sostenibles.
El director de la corporación indicó que la reconversión productiva se tradujo en un conjunto de acciones orientadas a reducir la presión sobre los páramos y mejorar la productividad campesina:
Ganadería sostenible: se invirtieron entre 150 y 180 millones de pesos por productor en sistemas de rotación de praderas, cercas con madera plástica reciclada, alambre y energía solar. Además, se construyeron acueductos ganaderos que captan aguas lluvias y de neblina para disminuir la presión sobre nacimientos hídricos.
Apicultura: se implementaron 11 sistemas apícolas con una inversión de 70 millones de pesos, que incluyeron colmenas, trajes, canecas de almacenamiento y capacitaciones. Esta estrategia busca diversificar la economía campesina y fortalecer la población de polinizadores.
Huertas agroecológicas: se establecieron 35 huertas, dotadas con semillas, abonos, motocultores y herramientas de jardinería, permitiendo cultivar sin maquinaria pesada que afecte los suelos.
Y aquí se hizo una acotación: “estas áreas que nosotros ya determinamos y aprobamos por el Consejo Directivo como áreas protegidas, (…) se determinó en qué áreas se puede cultivar, en cuales definitivamente no se puede cultivar, en qué áreas cabe la ganadería sostenible, donde se puede construir algún tipo de vía o no, hasta dónde podría llegar una vía, porque el ecosistema del páramo lo conforman varios espacios de altura que tienen diferencias entre sí”, señaló Bulla.
Cartillas metodológicas: 100 cartillas metodológicas sobre elaboración de insumos orgánicos, como abonos, suplementos alimentarios.
Escuelas agroecológicas: se desarrollaron alrededor de 540 capacitaciones, orientadas a enseñar prácticas de producción limpia, comercialización con valor agregado y elaboración de insumos orgánicos como jabones y suplementos alimenticios.
Cultura y tradición: se rescató la cocina ancestral, destacando platos como el cocido boyacense, y las prácticas tradicionales de cultivo con productos nativos.
Infraestructura hídrica: se instalaron tanques australianos de almacenamiento de agua conectados a acueductos veredales, reduciendo la extracción directa de los nacimientos.
Uno de los pilares del proyecto fue el trabajo conjunto con los agricultores y ganaderos. “Lo que permitió que funcionara fue escucharlos y diseñar de manera participativa. La reconversión no significa prohibir, sino realizar las mismas actividades con técnicas que reduzcan el impacto ambiental”, destacó el funcionario.
Cada familia firmó un acuerdo de conservación por cinco años, sujeto a un seguimiento semestral de Corpochivor, con el fin de garantizar que las áreas protegidas se mantengan aisladas de actividades que puedan degradarlas.
La iniciativa incluyó un componente de comercialización, que culminó en una feria de productos de alta montaña en Tunja, donde los campesinos ofertaron cosechas limpias, libres de agroquímicos. Además, se realizaron intercambios de conocimiento con experiencias nacionales de ganadería sostenible, en las que observaron modelos consolidados que logran precios hasta un 35 % superiores en la venta de lácteos.
El director resaltó que la recepción ha sido positiva: “nuestros habitantes no están en contra de las restricciones, sino interesados en proteger sus territorios con alternativas sostenibles”, afirmó.
Hacia una segunda fase
La corporación ya avanza en la formulación de una segunda fase en páramos y una primera fase en otras áreas protegidas, con el fin de replicar las experiencias en zonas de amortiguación.
“El camino es traer de la mano a los campesinos. No podemos tener un doble rasero: restringir al pequeño productor y permitir licencias que deterioren el ecosistema. El compromiso es proteger, pero también garantizar alternativas productivas”, concluyó el director.
*Redactora de Boyacá Sie7e Días