Inocuidad alimentaria: el camino hacia una mesa segura comienza desde el campo

Evitar enfermedades por alimentos contaminados requiere acciones desde el cultivo hasta el consumo. La academia y la industria trabajan en soluciones para garantizar una cadena segura.

Un operario verifica el proceso de embotellado en una planta de alimentos. El control de calidad es clave para garantizar la inocuidad desde la producción hasta el consumo. Foto: suministrada a Boyacá Sie7e Días

*Por: Nury Vargas

Lo que parece un alimento fresco y listo para consumir puede ocultar riesgos invisibles si no ha pasado por una cadena productiva segura. En Colombia las enfermedades trasmitidas por alimentos continúan siendo una causa recurrente de problemas gastrointestinales y otras afectaciones graves.

Y el origen de muchas de estas complicaciones suele estar en fallas tan básicas como una mala manipulación, controles deficientes o el incumplimiento de las normativas sanitarias.

“Por eso, garantizar la inocuidad alimentaria, que es que los alimentos estén libres de peligros físicos, químicos o biológicos, es una tarea que empieza desde la producción y se extiende hasta el consumo final. Tanto las empresas como los ciudadanos tienen responsabilidades claras en ese proceso”, explica Ángela María Farías Campomanes, docente titular del programa de Ingeniería de Alimentos de Uniagraria.

La inocuidad no es solo una exigencia normativa: es una garantía de salud pública. Su cumplimiento requiere acciones coordinadas, desde la producción primaria hasta el punto de venta.

Farías destaca: “desde el programa de Ingeniería de Alimentos de Uniagraria promovemos sistemas basados en buenas prácticas agrícolas y de manufactura, capacitación constante del personal, monitoreo continuo, trazabilidad y el cumplimiento riguroso de las normativas vigente para asegurar que los alimentos no representen un riesgo para la salud”.

Esto implica ir más allá de las verificaciones finales. Cada eslabón debe ser evaluado con rigor, desde el estado de las instalaciones hasta la calidad de los insumos. La experta señala que implementar controles como el sistema de análisis de peligros y puntos críticos permite anticiparse a los riesgos.

A ello se suman la formación del personal y un control exhaustivo de proveedores y materias primas.

El consumidor también tiene un papel que cumplir. Verificar el estado de los envases, evitar productos sin trazabilidad clara o con cadena de frío interrumpida, leer etiquetas y comprar en lugares con buenas prácticas de higiene son medidas sencillas, pero decisivas. La seguridad alimentaria se construye en ambos sentidos.

Mientras tanto, desde la academia se desarrollan soluciones que fortalecen la industria. En la Uniagustiniana, un grupo de investigadores liderado por Wilmer Cruz Guayacundo trabaja en optimizar la cadena de frío, una fase crítica para conservar la calidad de frutas y verduras.

A través de simulaciones de dinámica de fluidos computacional (CFD), se diseñó un modelo que mejora el enfriamiento en cámaras frigoríficas.

El estudio publicado en la revista Evitrokhemy, avalada por Scopus, reveló diferencias marcadas según la ubicación de los productos en la cámara. Las frutas en la parte superior alcanzaban temperaturas ideales en poco más de ocho horas, mientras que las ubicadas en la parte inferior requerían hasta 14,7 horas. La causa: una distribución ineficiente del flujo de aire.

A partir de estos hallazgos, el equipo —conformado también por Natali López Mejía, Hugo Fabián Lobatón García y Dustin Tahisin Gómez Rodríguez— propuso rediseñar los contenedores y ajustar el flujo másico de aire (cantidad de masa de aire que pasa por un punto específico en un sistema por unidad de tiempo).

Las mejoras lograron reducir el desfase de enfriamiento en hasta dos horas, lo que representa no solo un avance técnico, sino una mejora significativa en la conservación de los alimentos.

Además de prolongar la vida útil de los productos, este tipo de innovaciones permite reducir pérdidas poscosecha, optimizar el consumo energético y minimizar el desperdicio de recursos. En un país donde buena parte de la producción agrícola se pierde antes de llegar al mercado, estos aportes son vitales.

Desde el cultivo hasta la nevera, la seguridad alimentaria depende de múltiples factores. Y en todos ellos, el conocimiento científico, la tecnología y el compromiso ético deben ser parte de la receta. La inocuidad alimentaria no es un favor: es una responsabilidad compartida para proteger lo más básico y necesario, la salud.

*Redactora de Boyacá Sie7e Días

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