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70 años del Alto Horno de Acerías Paz del Río
En Sogamoso, con un vecino como el complejo industrial de Acerías Paz del Río, eran más que evidentes los impactos que iban incidiendo e imponiendo –y muy rápidamente— en los tan solo seis años de iniciadas las obras de construcción de la factoría más grande que en Colombia se hubiera concebido y ejecutado jamás.
En el mes de septiembre de 1954 la ‘empresa’ o ‘Acerías’, como así se le denominó desde sus comienzos, inició sus labores formales, con la puesta en funcionamiento del Alto Horno, único artefacto de esas singulares condiciones, para entonces, existente en miles de kilómetros a la redonda; pero, además, tercero en Latinoamérica. En su momento, la cifra de trabajadores oscilaba entre 7.000 y 13.000 que se desplazaban diariamente por turnos las 24 horas, desde los diferentes municipios de la provincia de Sugamuxi, pero sobre todo circulaba una gran cantidad de ellos por las calles de Sogamoso.
Además de los nativos y provincianos, arribaron otra buena cantidad de inmigrantes provenientes de más allá de las fronteras boyacenses. Muchos ingenieros, técnicos y obreros especializados: soldadores, conductores de maquinaria pesada con toda una gama de saberes, costumbres, pero también con algunos ‘talentos’ poco recomendables, valga decirlo.
Y como curiosidad para toda esta amalgama nacional llegaron, en número más reducido, ciudadanos provenientes de otros países y continentes. Eran alemanes quienes estaban encargados de las minas; franceses, porque la empresa les había comprado a los galos buena parte de la maquinaria y fueron los encargados del montaje y de la enseñanza de la operación. Se agregaban a la lista de extranjeros, unos 400 mexicanos que llegaron a montar, operar y enseñar el manejo de la Planta de Fuerza para generar 25.000 kilovatios.
Sogamoso, una ciudad tranquila volvía a ser caldero de agitaciones, esta vez la conmoción era diferente a las vividas y sufridas durante aquellas épocas turbulentas de revoluciones y rebeliones, tan corrientes en el país durante el siglo XIX y Violencia suscitada en los años del 48 al 53. En sus calles se escuchaban, como en cualquier importante ciudad cosmopolita del mundo, diversidad de idiomas y acentos; se veían rostros diferentes que ataviaban el paisaje urbano con una variedad inusitada de teces y trajes; aun en los ambientes nocturnos las costumbres musicales estaban en permanente cambio.
Los zaguanes de las amplias casas vetustas fueron adaptados con divisiones de cartón y de madera para acomodar dormitorios para los foráneos. También para los nuevos huéspedes y reemplazar algunas tradicionales cantinas de chicha, cerveza y aguardiente, surgieron recintos elegantes iluminados con luces rojas mortecinas que ofertaban a la clientela una multiplicidad de finas e impronunciables marcas de licores extranjeros.
La ciudad de los intercambios comerciales, a la que se acudía desde tiempos inmemoriales, los martes a mercar ya ofrecía en su plaza, conocida hoy como la ‘Seis de Septiembre’, variedad de productos que se originaban en otras partes, porque así lo exigían los nuevos clientes. Muchos de los productos cultivados en la comarca escasearon o encarecieron porque, como decía el historiador Gabriel Camargo Pérez “los brazos dedicados a las eglógicas labores del agro” eran mejor pagos por su trabajo en la siderurgia, poco importaba lo que ignoraban hacer, lo importante era que los necesitaban y les pagaban.
Del lado interno, Sogamoso era una ciudad de escasos servicios públicos, por aquellos tiempos se vivían situaciones también delicadas, que aún ardían en los hogares tocados por la sempiterna violencia. Sus mandatarios y líderes políticos poco entendían de los factores que, por la presencia cercana del monstruo de la factoría, ocasionaban esas transformaciones; les importaba más codearse en fiestas con la nueva clase social de altos directivos y empresarios. Estos impactos, que como gota china permearon las economías familiares, otros reafirmaron sus vínculos con el Llano y emigraron para ser caporales o vaqueros. Nadie, ningún sogamoseño permaneció estático.
Hoy, setenta años después, la llama del Alto Horno todavía produce alteraciones, sin embargo, la sociedad ha aprendido y aunque jamás será como al comienzo, Acerías sigue influyendo, de manera importante, en la historia y vida de los habitantes de Sogamoso.