A comienzos de 1970 David Cañón Cortés irrumpió en la televisión. Tenía 28 años. Hacía parte del equipo periodístico del noticiero “Telediario de las siete”. Su imagen no pasaba inadvertida. Pelo negro y abundante, rostro rectangular, frente amplia, labios delgados, nariz pronunciada pero simétrica. Lucía traje de paño y corbata oscuros; camisa clara. Hablaba con voz fuerte, cadenciosa, quizá atropellada en ocasiones. De dicción precisa y fluidez verbal afortunada. Su lenguaje corporal revelaba diligencia y vitalidad.
“Telediario de la siete” fue un informativo producido y dirigido por el escritor y periodista Arturo Abella Rodríguez. Comenzó en 1969 y se clausuró en 1984. Detrás de una mesa circular, de izquierda a derecha, aparecían en la pantalla: David Cañón, María Teresa del Castillo, Arturo Abella, Teresa Macías y Jorge Enrique Pulido.
En ese momento, trabajar en la televisión suponía poseer condiciones aventajadas en el manejo de la comunicación masiva. Allí solo llegaban los mejores. Venía de la radio.
Su cotidiana exposición pública le dio notoriedad. En la calle, unos lo saludaban, otros tan solo lo miraban y algunos le hacían reclamos sobre la política editorial del informativo. Fue receptivo, espontáneo, sencillo, respetuoso y cordial ante las manifestaciones de las gentes. Poco a poco se adaptó a ese entorno.
En sus diversos escenarios de actuación siempre hizo alarde de su origen boyacense.
—Soy un ciudadano, ante todo, enamorado de mi país y mi región. En la vida me tocó, no necesariamente porque la hubiera escogido, la profesión de periodista, que inicié como locutor. Soy el resultado, en ese sentido, de una situación que es muy común en Colombia, precisamente por la generación que me correspondió vivir —responde cuando se le pregunta: ¿Quién es David Cañón Cortés?
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El nueve de abril de 1948, día en que asesinaron al caudillo Jorge Eliécer Gaitán, tenía seis años y vivía en la población cundinamarquesa de Fusagasugá, a donde había llegado su familia huyendo de la violencia política. Su padre y su madre tuvieron que ser recursivos para sobrevivir en su nuevo lugar de residencia; él consiguió en Pasca, poblado vecino de tierra fría, un terreno donde se dedicó al cultivo de papa y ella abrió, a las afueras de Fusa, un restaurante y un campo de tejo.
Ese nueve de abril David estaba ayudando a su padre en el cultivo de papa. Al comienzo de la tarde escucharon a lo lejos unas detonaciones de |arma de fuego. Poco después supieron que en Bogotá había sido asesinado Jorge Eliécer Gaitán y que sus seguidores estaban reaccionando con violencia en todo el país. Gaitán era liberal, pero lideraba una facción que tendía a la izquierda política y ya estaba perfilado como candidato presidencial. El padre de David militaba en ese partido, pero pertenecía al sector oficialista, cuyo jefe era el también aspirante presidencial Gabriel Turbay.
—La situación se va a poner complicada, vámonos para Fusagasugá —le dijo su padre al constatar que los disparos se intensificaban.
Después de guardar las herramientas emprendieron camino hacia Fusagasugá. Avanzaron rápido. El trayecto era en descenso. Mientras caminaban se encontraron con personas que regresaban de Fusagasugá. Todos estaban con los ánimos alterados. Algunos, gritaban: “mataron a Gaitán, mataron a Gaitán”. Llegando a la toma donde en ese momento se canalizaba el agua en tubos para el consumo de los habitantes de Fusagasugá, su padre se detuvo y le dijo:
—Me voy a quedar aquí. Usted vaya al pueblo y le dice a su mamá que me mande el revólver. Ella sabe dónde lo guardo. Aquí lo espero.
Con paso veloz, llegó a su casa y le dio el recado a su madre. Ella buscó el arma y se la terció a su hijo debajo de la camisa; tomó todas las precauciones para que no le quedara visible y le pidió que tuviera mucho cuidado.
Con serenidad, pero de prisa, regresó hasta el lugar donde lo esperaba su padre.
En medio del levantamiento de los seguidores de Gaitán, padre e hijo llegaron sin novedad a su residencia.
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David Cañón nació el 12 de diciembre de 1941 en el municipio boyacense de Maripí. Es el segundo de siete hijos que tuvo la pareja conformada por Luciano Cañón Peña, oriundo de Caldas, Boyacá y María del Carmen Cortés Ruiz, natural de Muzo.
Maripí es un pequeño poblado distante 41 kilómetros de Chiquinquirá y 119 de Tunja, la capital del departamento. Está encajado en pleno occidente boyacense, territorio conocido en el país y el mundo por sus verdes y hermosas esmeraldas.
—Es muy curioso que habiendo nacido en la tierra de las esmeraldas, aún no las haya conocido —comenta David.
Sus apellidos son tradicionales del occidente boyacense.
—Por su condición económica, mi familia tenía una posición prominente en el pueblo. Mi papá era secretario de la Alcaldía. Mi mamá poseía una tienda de víveres y contaba con el apoyo de mi abuelo, Celio Cortés Cárdenas, hombre solvente, quien era propietario de la extensa finca Santa Rosa, la cual, en ese momento, estaba destinada a labores agropecuarias; años después, cuando ya había cambiado de dueño, se descubrió allí un yacimiento de esmeraldas. Ahora se le conoce como la mina de La Pita.
Sus padrinos de bautismo fueron los hermanos Héctor y Aura Castro Murcia. Héctor, quien comenzó siendo maderero y terminó como exitoso industrial en Bogotá. Fundó y gerenció, por muchos años, Unigas, empresa de su propiedad.
Fueron apenas cinco años y medio los que vivió en aquella localidad. Sus recuerdos son borrosos. Eso sí, no se le olvida que jugaba por las calles polvorientas con los hijos de sus vecinos y que asistió a una especie de preescolar dirigido por Aura de Castro, esposa de su padrino de bautismo.
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En la década de los años 40 Colombia vivía una desaforada violencia política que enfrentaba a liberales y conservadores. En el occidente boyacense, dado el temperamento porfiado y aguerrido de sus habitantes, la situación era compleja. La mayoría de los pobladores de los municipios que conformaban esa zona tenía filiación conservadora. No obstante, había numerosas familias liberales, entre estas la suya, que constantemente sufrían hostigamientos y ataques de hecho.
David evoca que un día de comienzos de 1947 su familia tuvo que “anochecer y no amanecer” en Maripí. Así fue como llegaron a Fusagasugá, en donde vivieron casi tres años.
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A principios de 1950 los Cañón Cortés llegaron a Bogotá. Se instalaron en el barrio Ricaurte.
—En aquel momento este era un barrio residencial. Yo saludaba a los vecinos, jugaba fútbol en la calle, dejaba mi chaqueta en el andén y nunca se me perdió.
En la escuela pública de ese barrio cursó la primaria. Al terminarla, realizó el bachillerato en varios colegios nocturnos.
Cuando tenía 16 años ingresó como asistente de producción en el departamento de radio y televisión de la agencia de publicidad CPV Colombia. Esta era una filial de la compañía inglesa Colman Prenty and Varley.
El departamento de radio y televisión lo dirigía una reconocida figura de los medios de comunicación, el locutor Alberto Piedrahíta Pacheco, natural de El Líbano Tolima, quien era 10 años mayor que él.
Su labor consistía en preparar la escenografía de las cuñas que se pasaban por televisión en vivo y en directo, presentadas, unas por Gloria Valencia de Castaño y otras, por Piedrahita Pacheco.
—Yo tenía que ir a los estudios de Inravisión, situados en la calle 24 entre carreras quinta y sexta, al lado de la Biblioteca Nacional. Debía elaborar el “backing”, es decir, la parte que va detrás del presentador. También tenía que ir a distintos sitios de la ciudad por los negativos de los avisos que se publicaban en los periódicos nacionales. Recuerdo que dos de los grandes clientes de la agencia eran las empresas de comestibles “La Rosa” y “Nescafé”.
Las labores que le asignaban las realizaba con entusiasmo, dedicación y esmero. Le gustaba ese tipo de actividad.
El empeño, esfuerzo y responsabilidad mostrados no pasaron inadvertidos para Alberto Piedrahita Pacheco, quien era una persona rigurosa y minuciosa. Desde un comienzo le tomó estimación. Reconocía su buena voluntad y la calidad de su labor.
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Cuando terminó su bachillerato entró a estudiar en el Colegio Superior de Comunicaciones.
Alberto Piedrahíta lo animó a seguir la locución. Inicialmente le ayudó a tramitar su licencia en el Ministerio de Comunicaciones. Con esta en las manos, tomó la decisión de retirarse de la agencia de publicidad. Al presentar su carta de renuncia, los directivos intentaron retenerlo allí y le ofrecieron un aumento de $50 en su sueldo. No obstante, se mantuvo firme en su decisión de buscar otros rumbos.
Piedrahíta le consiguió trabajo en la emisora Sur América, perteneciente a la Cadena Satélite, adscrita a RCN Radio. Allí ejercía como director el conocido locutor Carlos Arturo Rueda Calderón. Su cargo inicial fue el de locutor control. Además de dar la hora, anunciar canciones y leer servicios sociales, debía colocar los discos incluidos en la programación musical establecida. El turno que le dieron fue de once de la noche a cinco de la madrugada.
Antes de iniciar labores tuvo que aprender a manejar la consola, tarea que no le fue difícil. El horario asignado no le significó problema alguno.
—En esa emisora me di cuenta de que más que ser locutor lo que me gustaba era trabajar en la producción de programas y por eso solicité a los directivos que me permitieran desarrollar esas labores.
A mediados de 1963 la emisora fue vendida y se quedó sin puesto.
Tras una corta búsqueda encontró una vacante en Radio Juventud, en donde, bajo las órdenes del entonces director de la emisora, Clemente de J. Rodríguez Rojas trabajó con Yamit Amat, Alfonso Morillo Ricaurte, Jaime Guerra Madrigal y Vicente Cortés Almeida. Clemente después crearía un emporio radial en Boyacá y Yamit se convertiría en estrella del periodismo colombiano.
Radio Juventud hacía parte de la Corporación Radial Colombiana, CORAL, de propiedad del empresario tunjano Fabio Espinosa. Esta cadena, además de Radio Juventud, estaba integrada por Radio Tunja y Radio Boyacá en Tunja, Radio Duitama en Duitama y Radio Festival en Ibagué.
A finales de ese 1963 un amigo suyo, Erwin Teuber, locutor nacido en la costa atlántica, pero de ascendencia alemana, lo puso en contacto con el gerente de Radio Guatapurí de Valledupar. Luego de algunas conversaciones acordaron que se vincularía laboralmente a esa emisora. Sin embargo, cuando ya iba a viajar, Fabio Espinosa le propuso que se fuera a Tunja a trabajar en Radio Tunja y Radio Boyacá. Optó por aceptar este ofrecimiento, pues así podría regresar a su departamento.
—Frisaba los 22 años, estaba soltero, no tenía problema. Me fui para Tunja. Estuve como seis o siete meses.
Allí se hospedó en un hostal cerca de la Plaza de Bolívar, abajo de la gobernación. Además de su turno de locución, realizó un programa deportivo al medio día y participó en transmisiones de todo tipo.
Quienes fueron compañeros de trabajo recuerdan que no solo se limitaba a transmitir, sino que ayudaba en las labores manuales y técnicas como tender cable, conseguir conexiones telefónicas y montar los aparatos del control remoto.
No se le olvida que estando en Tunja le correspondió hacer el cubrimiento del Aguinaldo boyacense. Para él fue una experiencia grata y enriquecedora por cuanto, del 16 al 22 de diciembre, estuvo realizando jornadas diarias de locución de casi ocho horas continuas en los desfiles de carrozas.
—Fue un ejercicio estupendo. Los locutores debíamos improvisar en la descripción de las carrozas y comparsas. Eso se constituyó, para mí, en un maravilloso aprendizaje.
A mediados de 1964 regresó a Bogotá y se retiró de la cadena CORAL. Sin tardanza se vinculó a otras emisoras. Primero estuvo en la Voz de Bogotá y luego en la emisora Mil Veinte. En las dos se desempeñó como locutor.
En 1965, por invitación de Alberto Piedrahíta Pacheco, volvió a RCN.
—En 1966 hubo una reestructuración en RCN y llegó como gerente un intelectual de Medellín, Alfaro Cadavid. No conocía a nadie, había trabajado en el campo de radio novelas, que fue una industria muy próspera de la década de los años 50 hasta los 80. Era libretista y escritor. Él indagó sobre cada uno de quienes trabajábamos allí. Un día me llamó y me dijo: “Tengo entendido que te gusta la producción de radio y eres muy buen colaborador ¿por qué no me ayudas? Le respondí que con gusto lo haría. Me nombró asistente coordinador de transmisiones.
En 1967, cuando Alberto Acosta, Mario Acosta y Alberto Vásquez decidieron crear una sociedad y fundar el noticiero Radio Sucesos RCN, en reemplazo de Actualidades RCN, uno de ellos, Alberto Vásquez, lo invitó a trabajar en el noticiero.
—Ahí me volví reportero volante. No tenía que ver nada con deportes. Recuerdo una entrevista que le hice al cura Domingo Laín en pleno auge del ELN. Ese día tuve un susto grande por allá en el barrio Meissen. Casi me linchan. Pensaban que yo era un infiltrado. De todas maneras, hice ese tránsito por el periodismo general. Me sirvió de mucho.
Ese trabajo periodístico era independiente de su vinculación como coordinador de eventos de RCN.
—Lo acepté porque me llamó la atención y, además, porque acababa de casarme y necesitaba recursos económicos para organizar mi hogar.
De este paso por RCN le quedó indeleble en la memoria el día que conoció a quien sería después, no solo una figura destacada de la radio colombiana, sino su gran amigo y hasta ahijado de matrimonio.
—Resulta que yo coordinaba los estudios de Nueva Granada situados abajo de San Victorino, en la carrera 15. Estaba en una sala de grabación revisando algo de una radionovela y de pronto, en el estudio contiguo, oí la voz de alguien que me llamó la atención y que estaba grabando una cuña de lucha libre. Me asomé. Vi a un muchachito que parecía un escolar, de gafas, flaquito. Me impresionó su chorro de voz y le dije: ¿usted quiere trabajar acá? Entusiasmado me respondió que sí. “Entonces no se me pierda”, le repliqué. Ese muchachito resultó ser Fabio Becerra Ruiz, nacido en Duitama. En aquel momento laboraba en Radio Continente, una emisora de Efraín Páez Espitia, quien, años más tarde, crearía la cadena radial Melodía.
Ese mismo día David Cañón le habló de Fabio al gerente Alfaro Cadavid. Él lo entrevistó, le llamó la atención y lo contrató. Eso ocurrió en 1966. Al año siguiente, cuando fue creado el noticiero Radio sucesos RCN, los hermanos Acosta y Alberto Vásquez lo llamaron para que leyera ese informativo.
—Fabio tomó vuelo, se volvió locutor estrella. Muy buena voz profesional. Presentaba la cadena, las emisoras de todo el país.
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En 1970 David Cañón salió de RCN y se fue para la emisora 1020 de Caracol a cubrir deportes. Llegó atendiendo la invitación que le había hecho el gerente de esa estación, el tolimense Mario Leyva Mejía.
Por una circunstancia casual, pasó de 1020 a la cadena básica de Caracol.
—Había en Caracol un locutor que era un fenómeno, un muchacho de unos 17 o 18 años. Parecía un niño. Eso sí era un gran locutor. Leía noticias. Un día, en un descanso, se puso a jugar fútbol y rompió el vidrio de la cabina. Lo echaron. Estoy hablando de Armando Plata Camacho, “El Chupo”.
Para cubrir la vacante llamaron a David. Eso fue a comienzos de 1971.
En ese tiempo, dada su estrecha amistad con Alberto Piedrahita Pacheco, algunos de los ya reconocidos hombres de radio como Julio Nieto Bernal y Álvaro Monroy Guzmán le insistían en que no fuera a seguir el ejemplo de Piedrahíta en el consumo de bebidas etílicas.
—Oiga chino, deje de andar con Piedrahíta porque él tiene un hígado especial que usted jamás llegará a tener —le dijo Álvaro Monroy.
Simultáneamente con su desempeño radial, participaba en el noticiero “Telediario de las siete” de Arturo Abella. Allí era el encargado de las informaciones deportivas, pero dado que siempre escuchaba con audífono un transistor que cargaba en uno de los bolsillos de su saco, en ocasiones, durante la emisión, daba la primicia sobre acontecimientos que ocurrían en el país o el mundo.
Desde el inicio de ese espacio, la información deportiva la presentaba Armando Moncada Campuzano, quien era el narrador deportivo oficial de la cadena radial Caracol. A comienzos de 1970, el director y propietario del informativo decidió alternar el encargado de los deportes. Quería caras nuevas. Entonces llamó a David Cañón. La idea era que este presentara la sección dos días y Moncada, tres. A este no le gustó la decisión. Advirtió que él lo hacía solo o no lo hacía.
—Entonces que se vaya y que David se encargue de todo —decidió Abella.
Reconoce que Arturo Abella fue muy importante en su consolidación profesional porque lo ilustró sobre el criterio de informar y lo potenció en su poder de síntesis. Indica que era un hombre culto y de buen humor.
Trabajó 13 años bajo su dirección. No se le olvida esta escena:
—Doctor necesito que me autorice un camarógrafo para ir a grabar un partido de la final de fútbol que se juega en Cali, entre Deportivo Cali y Millonarios.
—Pero David ¿eso qué importancia tiene?
—Es ni más ni menos que la definición del campeonato.
—¿No tiene por ahí un partido viejo grabado? Esos partidos todos son iguales.
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En julio de 1971 el gerente de la Cadena Básica de Caracol, Eucario Bermúdez, lo llamó y le dijo que Jesús Álvarez, vicepresidente de Caracol Televisión, lo necesitaba. Fue a su oficina y este le propuso que los acompañara en la transmisión de los Juegos Panamericanos de Cali. Entonces, pasó a televisión, aunque siguió vinculado a Caracol radio.
Del 30 de julio al 13 de agosto de aquel año participó en la transmisión de ese certamen deportivo. Del equipo de locutores y comentaristas de Caracol Televisión era el más joven.
Cuando terminaron los Panamericanos fue a las instalaciones de Caracol Radio a despedirse del gerente de la cadena básica, Eucario Bermúdez, pues se iba del todo para la televisión. Los directivos del consorcio que acababan de constituir las programadoras RTI, Punch y Caracol Televisión lo habían puesto al frente de la sección deportiva. Ese consorcio tenía los correspondientes derechos de transmisión. Tal circunstancia la aprovechó Caracol Radio para lograr la exclusividad de los mundiales de fútbol, la cual mantuvo por 20 años.
Durante casi 15 años fue el locutor oficial de ese consorcio de televisión.
Simultáneamente con aquella labor, junto con Carlos Arturo Rueda C., realizó varios programas deportivos en Radio Capital, de propiedad de Punch.
— En esta emisora empezó como locutor comercial William Vinasco.
También, a la par con su vinculación al consorcio RTI, Punch y Caracol, entre 1978 y 1982, manejó transmisiones deportivas en la programadora IMAGEN 2000 TV.
Del 7 al 22 de julio de 1978 se realizó la XIII versión de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Medellín. En esa ocasión David Cañón dirigió la transmisión para la televisión colombiana. Recuerda que en aquella oportunidad incluyó en la plantilla de narradores a Jorge Eliécer Campuzano, quien tuvo un destacado desempeño.
—Fue en el cubrimiento de los centroamericanos de Medellín cuando se agarraron al aire Édgar Perea y Abel González y tuve que echarlos a los dos.
En 1980 estaba en las piscinas de los Juegos Olímpicos de Moscú esperando la actuación del nadador colombiano Pablo Restrepo, en la final de los 100 metros estilo pecho, cuando de pronto en la parte alta de ese escenario se produjo un alboroto que causó perplejidad entre los asistentes.
Ese bullicio lo protagonizó el narrador Jorge Eliécer Campuzano, quien a pleno pulmón ambientaba, para su cadena radial, la participación de este deportista colombiano.
—Ese era el estilo de los locutores de nuestro país. En un comienzo causó mucha extrañeza en Europa.
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A mediados de 1977 se asoció con Fernando González Pacheco, Alberto Piedrahíta Pacheco y Juan Harvey Caicedo. Los cuatro constituyeron la programadora de televisión “Color Comunicadores”. Participaron en una licitación para la asignación de espacios en el canal nacional y resultaron favorecidos. Una de las franjas que les correspondió fue en la mañana de los domingos. En esta incluyeron el programa “Fútbol, el mejor espectáculo del mundo” en el cual presentaban, durante 60 minutos, resúmenes de los partidos jugados una semana antes en algunos países como Alemania, Brasil y, por supuesto, Colombia.
—El programa fue exitoso. Llegamos a tener 84 puntos en el raiting. Ahí hicimos unos pesitos.
En 1983 cuando debían presentarse a una licitación que renovaría la parrilla de los dos canales que ya existían, el reconocido periodista Manuel Prado, amigo de los cuatro y quien trabajaba en la empresa de Jorge Yequel, que importaba películas y programas de televisión, llamó a David y le dijo que tenían un programa exitoso en otros países llamado “El Chavo”. Le insistió que lo adquirieran y lo hicieran parte de la propuesta en aquella licitación.
—Le comenté a Piedrahíta: “Manuel Prado nos recomienda este programa”. Él me respondió: “No, ese es un muñeco jugando a supermán mexicano. Eso que va a servir”.
Finalmente, el ofrecimiento no fue tenido en cuenta y mantuvieron en la licitación la propuesta del programa de fútbol.
En la licitación nuevamente salieron favorecidos, pero en la misma franja les enfrentaron “El Chavo”, que había adquirido Colombiana de Televisión.
—A los seis meses quebramos porque caímos en el raiting. “El Chavo” tenía 86 puntos y “Fútbol, el mejor espectáculo del mundo”, 14.
Ya en bancarrota, los dueños de “Color comunicadores” le vendieron los espacios a la naciente programadora RCN Televisión que estaba buscando franjas para presentar programas deportivos.
A David, en su condición de subgerente de la compañía, le correspondió adelantar los trámites de la negociación con Samuel Duque, presidente de RCN Televisión.
El día que firmaron las escrituras, ya cuando se iban a despedir, Duque le preguntó a Cañón:
—¿Y a qué te vas a dedicar ahora?
—Por el momento a buscar trabajo.
— Quédate acá que nos acaban de dar dos programas deportivos. Encárgate tú.
Aceptó. A los cuatro meses RCN le notificó que además del cargo que estaba ejerciendo debía asumir la dirección general de deportes de esa cadena radial. Así estuvo hasta 1992.
En 1993 la Federación Colombiana de Ciclismo le encomendó la tarea de ultimar detalles de la organización de los Campeonatos Mundiales de Ciclismo en Colombia, previstos para octubre de 1995. Inicialmente asumió la dirección y luego, dado su conocimiento en el manejo de justas internacionales, fue nombrado jefe de prensa.
A comienzos de 1996 regresó a RCN radio en calidad de gerente deportivo, cargo que desempeñó hasta el 2010, año en el cual se jubiló.
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Llevaba un mes trabajando como locutor control en Radio Sur América de la cadena Satélite, adscrita a RCN, cuando en Chile se inició el Campeonato Mundial de Fútbol (30 de mayo al 17 de junio de 1962). Les pidió a las directivas de RCN que le permitieran ayudar de alguna manera. Lo pusieron a monitorear las transmisiones que estuvieron a cargo de Carlos Arturo Rueda C., Pastor Londoño Pasos y Juan Harvey Caicedo. Las escuchó todas con inusitado interés y gran gusto.
Tiene tatuado en su memoria el partido Colombia-Rusia que finalmente quedó 4-4 y tuvo lugar en Arica.
—La transmisión comenzó a la una de la tarde y el partido era a las tres. Desde el inicio habló Juan Harvey Caicedo. Estuve chequeándolo para ver en qué momento se equivocaba o repetía alguna idea. Me impactó que no cometiera ni un solo error durante las casi dos horas que estuvo hablando solo.
La capacidad de improvisación, el dominio de la dialéctica y la cultura general que demostró Juan Harvey lo sedujeron y lo condujeron a inclinarse por el periodismo deportivo.
En un comienzo relató fútbol y, por encontrarse trabajando en RCN, necesariamente narró ciclismo, pues esta cadena fue pionera de la transmisión de las pruebas de aquel deporte. Después incursionó en dos deportes que le atraían: el beisbol y el boxeo. Luego se abrió a las disciplinas olímpicas: atletismo, equitación, voleibol y basquetbol, entre otras. También presentó tenis y en una ocasión propuso y condujo la transmisión de una partida de ajedrez, hecho que le significó la obtención del premio Ondas de España.
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La radio y la televisión colombianas, que enfrentan —como en todo el mundo— una transición generada por el avance arrollador de las tecnologías de la información y las comunicaciones, tienen en David Cañón Cortés a uno de sus impulsores y forjadores. Con su talento, ingenio y esfuerzo ha contribuido a la consolidación de estos medios, que han sido y siguen siendo los de mayor penetración a lo largo y ancho del país.
En la radio fue apoyo logístico, control, locutor, periodista, comentarista, productor de programación, coordinador y director de espacios. Ahora es un aventajado maestro que acude a los llamados que le formulan desde las aulas universitarias o desde la Academia Olímpica.
En la televisión, además de presentador fue productor y director de grandes transmisiones internacionales.
El periodismo deportivo, al cual dice haber llegado por casualidad, tiene en él a un cultor, un innovador, un líder. Por eso fue presidente nacional de la Asociación Colombiana de Redactores Deportivos, ACORD de 1990 al 2000 y luego, presidente de la seccional Cundinamarca de esa organización en el 2010.
El espacio deportivo al cual le dedicó más tiempo durante su paso por los medios de comunicación fue “Momento Deportivo”, que heredó de Carlos Arturo Rueda, quien lo creó en 1949 y aún hoy se mantiene en la emisora Antena 2 de RCN.
A propósito de este programa, que se transmitía de 11 de la mañana a 12 del día por la emisora Nueva Granada, recuerda que un día, al terminar una de las emisiones, el control de sonido le solicitó a Carlos Arturo Rueda:
—Campeón, como no ha llegado el locutor de turno, por favor dígame la hora al aire.
Le abrió el micrófono y Carlos Arturo, con su vozarrón y su estilo peculiar, dijo.
—Son las 12 en punto.
De inmediato, el control intervino:
—Gracias Campeón.
—Gracias no. Esto quien lo paga maestro —le replicó serio.
Para David, este apunte refleja el temperamento escueto y el humor negro que caracterizaban a Carlos Arturo.
Entre risas recuerda otra anécdota de él:
—Después, cuando ya no éramos compañeros de trabajo seguimos siendo buenos amigos. Inclusive yo lo llevaba en mi carro a donde estuviera trabajando. Una noche íbamos para Inravisión, él a presentar las noticias deportivas en el “Noticiero 24 horas” y yo a hacer lo mismo en el “Telediario de las siete”. Llegando a una esquina se me atravesó un vehículo y tuve que frenar en seco. Casi nos chocamos. En ese instante, me miró y me dijo:
—Cuidado maestro que la vida no retoña.
No oculta su gratitud infinita con Alberto Piedrahíta Pacheco por haber creído en él desde un comienzo. En el medio radial le decían “padrinito” porque fue padrino de matrimonio de varios de los locutores de su época.
—Fue padrino de matrimonio de Mario Leyva y Margarita —padres de Ricardo Leyva. el empresario de conciertos— de Juan Harvey Caycedo, de Gabriel de Las Casas (padre) y mío. En las transmisiones deportivas coloquialmente hablábamos del padrino y popularmente así se quedó.
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Con respecto a él mismo, advierte que:
—Más que locutor y periodista he sido inquieto respecto a la producción de radio y televisión.
Con franqueza evalúa su desempeño en estos medios.
—Me fue mejor en televisión en cuanto al relato, porque yo no tengo voz de narrador. Mi voz no es vibrante ni brillante. Es muy opaca. Entonces, en la narración de radio no fui a un mundial, en televisión sí porque en ese medio se utiliza otro tono, no hay que gritar, había que utilizar un estilo de narración inglesa, así fuera fútbol. Por tanto, me acomodé a la televisión. Seguí haciendo radio más por hobby, porque en televisión me ganaba mi platica para vivir y en radio no tanto, pero me gustaba y venía a ser como el complemento. Yo no diría que la radio me dio el pase a la televisión porque al fin y al cabo están conectados los dos medios.
A pesar de su preferencia por la televisión confiesa que:
—Una de las cosas satisfactorias de mi vida profesional fue mi trabajo como director de deportes en RCN. Manejé transmisiones de vueltas a Colombia, clásicos RCN. Estuve en tres mundiales de fútbol: Italia 90, Francia 98 y Alemania 2006, aparte de varias versiones de la Copa América de fútbol, tours de Francia y Juegos Olímpicos. En estos certámenes actué en el lugar de los acontecimientos coordinando, con la debida anticipación, los montajes técnicos y realizando la producción.
Se emociona al rememorar que en 1986 salió airoso en el cubrimiento del Clásico RCN En el cual participó el varias veces campeón del Tour de Francia Bernard Hinault enfrentado a Lucho Herrera, en lo que se denominó “Duelo de Titanes”.
—Para ese acontecimiento tuvimos que importar de Estados Unidos equipos, motocicletas con cámaras que tenían una particularidad: el lente se deposita en una especie de esfera que va sobre aceite; eso hace que, en los movimientos bruscos, en las bajadas, por ejemplo en el Alto de la Línea, la cámara mantenga su estabilidad, su resolución, que no se desenfoque. También debimos traer un helicóptero y una buena cantidad de aparatos a un costo muy alto. Tiempo después, en una charla que dicté en una Universidad, dije: “Todo eso que nos jodimos en plata y en trabajo, hoy en día se puede hacer con un celular que solo vale dos millones de pesos”. Claro que de pronto exageré con lo del celular porque con este solo se logra una imagen plana, pero de todas maneras el avance tecnológico en los últimos años ha sido descomunal.
El mundial del 90 en Italia se convirtió para RCN en un compromiso crucial porque significó el regreso de la cadena a las transmisiones de este campeonato y el retorno de la participación del equipo de Colombia, después de 28 años de ausencia.
RCN no había podido volver a transmitir los mundiales de fútbol porque en 1970 Caracol se asoció con las programadoras de televisión Punch y RTI para cubrir el certamen y lograron la exclusividad en la transmisión, tanto de radio como de televisión.
En cuanto a la participación del equipo de fútbol nacional, Colombia, no lo había podido hacer desde 1962 por cuento sucesivamente resultó eliminada en las rondas clasificatorias.
—Pensando en estas dos circunstancias le dije al presidente de RCN, don Ricardo Londoño: “Hay que hacer algo especial”. Él me respondió: “Mire a ver qué se le ocurre”. Entonces se hizo un gran montaje. Llevamos un equipo de trabajo numeroso perteneciente a las dos cadenas: RCN y Antena 2. Además, montamos una emisora de FM en Roma y pusimos al frente de la programación, toda en español, a Antonio Pardo García y Marco Aurelio Álvarez. Tanto la emisora como las transmisiones de los partidos resultaron exitosas. Fuimos los únicos que cubrimos los 56 partidos por las dos cadenas, o sea, hicimos 112 transmisiones. La RAI, Radio Televisión Italiana, nos dio la certificación de haber sido la cadena radial que más partidos había transmitido en directo a nivel mundial.
Pero si en Italia 90 el equipo de trabajo era numeroso, en Francia 98, lo fue más. Allí se llevó el mayor grupo de profesionales de la radio colombiana a un campeonato mundial. Participaron: el grupo deportivo de la cadena básica, el grupo deportivo de Antena dos, Radio Sucesos RCN al mando de Juan Gossaín, el noticiero de la FM dirigido por Julio Sánchez Cristo y el equipo artístico de la FM a cargo de Alejandro Villalobos. En total 47 personas.
Está seguro de que del campeonato de fútbol Italia 90 no se le olvidará el día en que dentro de las instalaciones de la RAI en Roma estrenaron con Jairo Tobón de la Roche, vicepresidente de RCN, los teléfonos celulares.
—Parecíamos niños chiquitos comunicándonos desde allí con don Ricardo Londoño, presidente de la cadena, quien se encontraba en Bogotá.
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Según ha dicho, el avance arrollador de la tecnología en la radio y la televisión no lo tomó por sorpresa por cuanto la condición electrónica de estos medios requería desarrollos constantes y, en consecuencia, quienes estaban vinculados a estos debían permanecer alerta frente a las innovaciones.
—La llegada de los celulares, digamos que si me tomó un poco por sorpresa porque implicó una revolución en la comunicación. Ese tipo de señal inalámbrica a nivel global resultó sorprendente.
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Apoyando su carrera en la radio y la televisión ha estado su familia. Esta ha sido un soporte definitivo. Él se ha preocupado por mantener la cercanía con sus hermanos y demás parientes. Su hogar ha sido prioridad vital.
—Mis hermanos son seis. Mariela, se fue para los Estados Unidos, es ciudadana americana, regresó a Colombia, tiene una finca en Tenjo; Miriam, es pedagoga; Marco Antonio, incursionó en el campo de la producción de televisión, pero luego se dedicó a los negocios; Henry, se graduó como bacteriólogo, es un científico, ya se pensionó, vive en San José de California; William, es ingeniero, ahora se dedica a la ganadería; Marlén vive en San José California. En medio de lo que fue nuestra infancia y adolescencia, nos ha ido bien a todos. Por eso le damos gracias a Dios.
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En 1967 David se casó con Alba Cecilia Granados Lizcano, una santandereana, nacida en Suratá, a quien conoció en la emisora Nueva Granada, cuando ella se desempeñaba como asistente del gerente. El padrino de la boda fue Alberto Piedrahíta Pacheco. Tienen tres hijos: David Esteban, Iván Leonardo y Alba Mariana.
David Esteban se graduó como abogado y se casó con la también abogada Marcela Castillo Torres. Tienen dos hijos: Susana, que está a punto de graduarse como abogada en la Universidad Javeriana y Martín, quien está terminando secundaria en el Colegio San Carlos.
Iván Leonardo es administrador agropecuario.
Alba Mariana está casada con el economista Patricio Parra, de cuya unión hay un hijo, Samuel, de cinco años.
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Alba Cecilia Granados Lizcano es pintora y escultora.
—Se dice que los artistas se hacen, se educan en algunas cosas, pero yo creo que soy una artista de siempre.
Fue docente universitaria.
De temperamento extrovertido. Escueta y directa en el trato personal. Habla duro y tiene una conversación amena. Cuerpo esbelto. Rostro con rasgos delicados. Su peinado revela cuidado y refinamiento. Viste con elegancia.
Para ella la mayor virtud de su esposo es la responsabilidad tanto en el trabajo como en el hogar.
—Él es una buena persona y ahora más porque está cerca de Dios.
Al responder la pregunta: ¿Cómo manejó la exigente dedicación de tiempo que requiere la actividad en los medios de comunicación y los constantes y, en ocasiones, prolongados viajes de David al exterior? dice:
—Yo sabía que él tenía que ir a trabajar y me hacía cargo de todo, de los muchachos, de mirar, de corregir. De todas maneras, esos espacios que había cuando él viajaba eran buenos porque se oxigenaba el vínculo matrimonial.
Tanto por el lado paterno como materno, Alba Cecilia tiene sangre santandereana y ascendencia española.
—A finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta toda mi familia tuvo que salir de Santander por la violencia política.
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—Vivo en una montañita cerca de Bogotá —responde David al ser indagado sobre su actual residencia.
Desde comienzos de la década de los noventa compró una finca en la vereda Salitre Bajo del municipio de Tabio. Allí se estableció con su familia luego de vivir más de cuarenta años en distintos sectores del norte de Bogotá.
A Tabio llegó cuando aún estaba vinculado laboralmente a los medios de comunicación social y a algunas organizaciones deportivas. Durante más de 20 años tuvo que cubrir el trayecto Tabio-Bogotá-Tabio. Gastaba hora y media de ida y el mismo tiempo de regreso. Ya jubilado, después del 2010, sus desplazamientos son ocasionales, casi todos por razones de compromisos laborales temporales o por asuntos relacionados con controles médicos, tanto de él como de su esposa.
—Ahora cuando voy a Bogotá salgo de Tabio después de las nueve de la mañana y me regreso antes de las cuatro de la tarde para esquivar los trancones que se forman en la Autopista Norte y en toda la ciudad.
Quien tenga el privilegio de visitar la finca de David, comprobará que, saliendo de Bogotá, luego de transitar por la vía hacia Tunja y desviar en el puente del Común hacia Cajicá, al salir de este poblado y entrar al ramal que conduce a Tabio se experimenta, de súbito, una desconexión de lo urbano y un paso pleno a lo rural. Allí todo cambia. Desaparece el estrés y se impone soberano el sosiego. Atrás quedan las calzadas amplias, las torres de apartamentos, la pesadez del aire contaminado, el vértigo y sonido de los motores y bocinas de los vehículos, la interminable hilera de fugaces motocicletas, las gigantes vallas publicitarias. Se ven, entonces, parcelas cultivadas, potreros en donde pasta el ganado, viviendas pequeñas rodeadas de gallinas, ovejas y perros.
Tras una hora de recorrido se llega al perímetro urbano de Tabio.
—Hace 30 años cuando compré la finca y me trasladé a vivir aquí, Tabio era un pueblo bucólico y pequeño. Hoy el casco urbano ha crecido y ha aumentado el comercio. En el campo, la construcción de grandes invernaderos de cultivos de flores ha modificado el paisaje.
Del pueblo a la finca se gastan 10 minutos por una carretera destapada, bien conservada y descongestionada la mayor parte del año. En los días previos a la fiesta de San Valentín en los Estados Unido —cuentan los pobladores de la zona— se torna intransitable, porque los carros que transportan las flores hasta el aeropuerto en Bogotá la invaden.
La casa de David se levanta en una pequeña planicie situada en la cresta de una colina, al pie de un agreste cerro. Desde allí se ve, en un ángulo de más de 270 grados, la mayor parte de la extensa sabana rural de Tabio. Primero se observan cultivos, potreros, y arboledas. Luego, los techos plásticos y blancos de los invernaderos de los cultivos de flores. Más allá, grandes pozos de regadío y, a lo lejos, afiladas y azules montañas. En el firmamento, nubes en forma de grandes copos de algodón se desplazan perezosas y amenazantes.
La casa está construida en ladrillo. Es una edificación antigua, de dos plantas, de estilo arquitectónico europeo. Es parecida a las que se ven desde la carretera en los campos de Alemania y Austria. Tiene ventanas de distintas formas por los cuatro costados. Está rodeada de prado silvestre, plantas ornamentales y árboles frutales. Hace parte de una finca extensa. El enorme cerro que flanquea la casa, que también hace parte de la propiedad, es un espeso bosque de vegetación nativa.
En el interior es amplia. La luz natural la invade. El diseño revela buen gusto. La altura de los techos y la ausencia de divisiones da amplitud de espacio. Los pisos son de madera y en gran parte están cubiertos de gruesos tapetes. Las lámparas son vistosas. El área social, sala y comedor, ocupa la primera planta y se extiende a la segunda, con un cómodo estar de televisión. En el piso superior, se encuentra, imprescindible, el estudio de David; allí sobresale una mesa con un computador, una silla y detrás, un pendón del Comité Olímpico Colombiano. Hay dos bibliotecas. Las habitaciones no están visibles a los ojos de los visitantes. Esculturas, oleos y otras obras artísticas elaboradas por la anfitriona, ubicadas estratégicamente, son protagonistas de este que pareciera ser un templo de la estética.
Desde cualquier ventana se observa afuera el que, sin duda, es un plácido y cautivante panorama.
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No desconoce que en materia de radio y televisión David Cañón es un referente para las nuevas generaciones del país. Por eso, con gusto accede a compartir sus experiencias laborales o a relatar, sin reservas, sus vivencias y a referirse sobre su familia, preferencias, simpatías o actuaciones personales. Lo hace en lenguaje llano, con coherencia, precisión, amenidad, haciendo uso de su característica fluidez verbal y acudiendo a anécdotas y recursos argumentativos contundentes.
Se le mide a hablar de cualquier tema. Por eso cuando le preguntan si en alguna época de su vida fue tomador de trago, responde:
—Hombre sí. Infortunadamente había una especie de paradigma cuando yo empecé en la radio en el sentido de que para ser buen locutor, periodista o buen filósofo había que consumir alcohol. Entonces todos, en torno a una mesa de cantina, como en el verso inicial de la poesía “El brindis del bohemio”, nos sentábamos a arreglar el país, a hablar de fútbol. No estuve exento de esas manifestaciones. Afortunadamente me casé joven y di con una mujer estricta, como buena santandereana, y ella me fue llevando hasta hacerme entrar por el aro. Hoy en día ni siquiera un par de vinos o un wiski, ya no, porque son etapas de la vida que entre más temprano se quemen, mejor. Obvio, el licor no es recomendable. Afortunadamente a mis hijos no les gusta.
Sobre si ha fumado, contesta:
—Nunca. No, no. Nunca. Eso sí se me hizo un vicio inocuo. Yo no le hallé gracia. Inclusive les preguntaba a mis amigos: ¿qué gracia le hallan a eso?
Siempre ha preferido vestirse de manera informal. Sin embargo, no tuvo dificultad en lucir corbata para salir en televisión porque era reglamentario hacerlo. Comprende que ahora la situación ha cambiado.
—Cuando ya iba de salida de los medios de comunicación, a finales de 2010, un día llegué a un estudio de televisión donde estaban presentando las noticias deportivas. El periodista Esteban Jaramillo intervenía en ese momento. Apenas terminó la emisión, se levantó de la silla y resulta que se encontraba en pantaloneta, con saco y corbata. Claro, actuaba así porque al estar sentado, de la cintura hacia abajo no lo tomaba la cámara. Me pareció muy chistosa aquella circunstancia. Ese comportamiento se generalizó. Ahora uno ve que los presentadores, en su mayoría jóvenes, aparecen de pie ante las cámaras con ropa informal y de moda, desde luego.
Confiesa que en su momento llegó a tener hasta 200 corbatas, muchas de las cuales se las regalaban. De todas maneras —aclara— solo cinco o seis eran sus preferidas.
Desde 1972 se dejó la barba. Esta se ha convertido en sello característico de su imagen.
—Me encontraba cubriendo los juegos Olímpicos de Munich, encerrado en unas cabinas como un monje. Veinte días sin afeitarme. De ahí en adelante la he mantenido. Antes era como un azabache. Hoy parece un rancho de fique boyaco.
En cuanto a la música, manifiesta sentirse atraído por la romántica caribeña: los boleros puertorriqueños y cubanos de la Sonora Matancera, ritmos que entiende como un encuentro étnico de lo africano con lo andaluz.
Advierte que por razón de idiosincrasia tiene un gusto especial por la música mexicana.
—En el campo le meten a uno, casi que a la fuerza, las rancheras. Yo sabía desde niño quién era Jorge Negrete, Antonio Aguilar y todos los cantantes mexicanos.
Con respecto a los deportes que ha practicado dice:
—De pelado, por ahí fútbol, pero era muy regular; hacía de defensa central. También un poquito de basquetbol, aunque era muy bajito, apenas llegaba a uno setenta de estatura. Después, entre los 13 y los 17 años hice gimnasia. Posteriormente, casi a los 30 años, comencé a jugar tenis y por ahí practico de vez en cuando. Claro que hace como 15 días fui a jugar con mi hija y terminé auto decepcionado porque resulta que el tenis es un deporte de reflejos y de visibilidad, ayuda mucho la vista por la precisión que se debe tener en la observación de la pelota para salir a su encuentro. Me di cuenta de que fallaba mucho y debía ponerme las gafas, pero me incomodaban. Tuve que decirle a mi hija: “No, yo ya no juego más esta vaina, no veo la bola”. Claro que de físico relativamente estoy bien.
Cree no ser complicado con las comidas.
—A donde voy pruebo todas las comidas, pero tengo algo muy boyacense que es la preferencia por los calditos y las sopitas. A raíz de mi condición de pensionado he aprendido a cocinar. Entonces ya sé hacer un buen caldito de papa, huevos en diferentes preparaciones, un rico chocolate.
Es creyente. Pertenece a la iglesia cristiana Casa sobre la Roca.
Explica que su familia era católica dada la influencia de Chiquinquirá en la zona del occidente boyacense. Su mamá, en alguna ocasión le hizo el reclamo por haberse pasado al cristianismo:
—¿Qué es eso de que se fue para otra religión?
—Mamá eso es lo mismo, se basa en Cristo.
—Es que no me gusta que odien a la virgen.
—Mamá ¿cómo se le ocurre eso? Primero que todo, no odiamos a nadie, mucho menos a la Virgen María. No es una Diosa. Es la mamá de Jesucristo. Eso es lo que nosotros sostenemos.
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Quienes conocen de cerca a David Cañón afirman que es buen amigo. Fabio Becerra Ruiz es uno de los testigos de esta faceta. “Con RCN llegué a hacerme conocer en todo el país, gracias a quien después fue mi padrino de matrimonio, el amigo más leal y sencillo que quizá he conocido en los largos años que me desempeñé en los medios de comunicación, y cuya deferencia y calidad humana me siguen sorprendiendo casi sesenta años después de haberlo conocido y haber disfrutado de su amistad y la de su querida esposa, hijos y nietos”, señala en una nota titulada “El David Cañón que yo conocí”, publicada en varios portales de internet en 2020.
El mismo David ha aceptado la cercanía con su pupilo. Cuenta que Fabio le pidió que fuera padrino de su segundo matrimonio. Este vínculo estrechó la relación de amistad. En alguna oportunidad le pidió que le guardara en su casa un piano porque en su apartamento no tenía donde colocarlo.
—Yo en aquel momento vivía con mi esposa y mis hijos en una casa amplia del sector de Niza. Entonces le respondí: “Sí ahijado, llévelo. No hay problema”. Tiempo después, una noche que estábamos tomándonos unos traguitos en mi residencia, me dijo: “Padrinito yo no tengo carro”. Como en el garaje había dos vehículos Volkswagen tipo escarabajo, uno de los cuales le acaba de comprar a Juan Harvey Caicedo, le dije: “Llévese uno”. Esa misma noche se fue conduciendo uno de esos. En aquel momento no hablamos del precio ni de la forma de pago. Pasaron semanas, tal vez meses. Cuando nos volvimos a ver, hablamos del Volkswagen. Él me propuso que le recibiera el piano como pago. Entonces, él se quedó con el carro y yo con el piano.
Precisamente, refiriéndose a este hecho, Fabio Becerra, en el artículo ya referido, apuntó: “Ese es mi ‘padrinito David’, hombre de una excepcional calidad humana, de desprendimiento y amistad sin límites, y de quien me siento orgulloso de su generosidad”.
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Además de Fabio Becerra Ruiz, David Cañón llevó a trabajar a los medios de comunicación a Carlos Julio Guzmán, Héctor Urrego Caballero, Jairo Alonso Vargas, Juan Felipe Cadavid, Andrea Guerrero y muchos más.
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Su capacidad para enfrentar retos la puso a prueba en el exterior.
Sin dominar ningún idioma extranjero debió desenvolverse en la coordinación de las transmisiones que le asignaron.
Aprendió a desplazarse por las carreteras de Europa. Comenta que conducir en ese continente le valió una reprimenda de su esposa.
—Después de los tours de Francia de 1985 y 1986 me acostumbré a llevar a mi esposa. Yo dejaba mis vacaciones para después de los eventos. Ella llegaba faltando unos días antes de la terminación de estos. Hacía la liquidación administrativa y le entregaba las cuentas a un auditor o a un contador. De inmediato nos íbamos a pasear con ella.
La primera vez que realizaron este tipo de plan fue en Alemania. David fue a recibirla al aeropuerto. Una vez se encontraron, ella le preguntó:
—¿En dónde tomamos el taxi para el hotel?
—No vamos a tomar taxi. Allí tengo un carro, un BMW.
— ¿Y quién maneja?
—Pues yo.
—Usted es un atrevido. Usted no habla ni alemán, ni inglés.
—No hay problema. Las flechas nos llevan al hotel.
Esa aventura de manejar en carreteras europeas también tuvo que enfrentarlo solo.
—Debí ir a Francia a repartir las revistas del mundial del 98. Días antes del certamen, me entregaron una camioneta llena de revistas en Pau, un pueblo al sur de Francia, cerca de España. Sin ningún acompañante, tuve que conducir como 700 kilómetros. Llegué al hotel en el centro de París y me preguntaron: “¿Cómo lo hizo?”. Les respondí con la misma explicación que le había dado a mi esposa en Alemania: a punta de flechas.
Ponerse al volante de un automotor le encanta.
—Cuando estoy manejando, me siento libre.
Con alegría recuerda que tuvo la oportunidad de manejar a lo largo de 30 kilómetros en un tour de Francia.
—Un entrenador del equipo Café de Colombia, un santandereano que era amigo mío, me dio esa oportunidad.
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Manejando equipos de trabajo no tuvo dificultades.
El narrador Jorge Eliécer Campuzano, quien participó en varias transmisiones capitaneadas por David Cañón ha dicho que:
—Más que jefe era un amigo.
El mismo David acepta que:
—Administrando personal me fue bien. Mi temperamento me sirvió para eso. El Mundial de Francia fue el mejor termómetro. Eran 47 las personas que integraban ese grupo. Cada cual tenía su carácter. Supe manejarlos. Yo no hablaba mucho. Daba instrucciones. Las consignaba por escrito. Allí solo se presentó una situación. Un día que estaba monitoreando los diferentes frentes de trabajo oí que el narrador de fútbol Paché Andrade gritaba a un control. De inmediato salí por el sonido interno y le dije: “Paché, tu vuelves a regañarme a un muchacho de estos que está trabajando y te vuelves para Colombia ¿Ok?” y cerré. Ese fue todo el problema que tuve allá en Francia.
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En su finca de Tabio David sigue conectado con sus amigos y con el deporte gracias a los nuevos avances de la tecnología. Afirma que:
—He sido testigo de la violencia de este país y de cómo el deporte se ha convertido en un intermediario para que las cosas mejoren en este país.