Nuestro enemigo, el libro – Fernando Baena Vejarano #DomingosDeCuentoYPoesía

Hay que leer libros acerca del valor de los libros para evitar pecados culturales. Si fuera lícito condenar al reciclaje inestimables colecciones de herejes, porque “estorban” en la casa o están “viejos”, “desactualizados” y “sucios” la biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá ahorraría almacenaje en el 90% de sus estanterías como si no existieran criterios históricos para conservar ejemplares, ni hubiese personas expertas en restauración de materiales afectados por el paso del tiempo. Mis amigos de papel siempre han sido víctimas de malas bodegas, personas incultas y bajos presupuestos.

Vi hace poco en un restaurante local que recibe libros de una campaña -que, bienintencionadamente, tampoco sabe qué hacer con libros de propiedad pública-, un claro ejemplo de que la información digital nos ha vuelto ineptos.  Fiel a sus impulsos de artesano, el chef de cocina decidió echarles pegante por dentro y por fuera a lo que le parecieron unos raros e inútiles tomos de historia de Colombia, hasta convertirlos en una especie de ladrillos, para hacer una escultura que exhibe como producto de su ingenio. Es para pensarlo.

Una nueva hoguera está allí, esperando que el analfabetismo cultural del siglo XXI lance a su extinción ejemplares de gran valor, en una sociedad que rinde cada vez más culto a los dispositivos electrónicos y el archivo de información en la nube. La inteligencias artificiales ya saben tomar esa información y recrearla sin mediación de una mente humana (autoconciente, socialmente responsable, cultivada en la crítica), para producir ensayos y resúmenes bien redactados.

¿Para qué entonces los libros? Como si no existiera la lectura lenta, la digestión despaciosa y la reflexión pausada, se han vuelto exóticos los lectores y los bibliófilos, los coleccionistas y los buenos libreros, en Colombia, que tiene uno de los índices más vergonzosos de lectura per capita.

Desapareció la consulta paciente, los ficheros, la amistad con la colaboradora bibliotecaria, el darse tiempo para valorar una buena edición, soportar su peso en la mano, apreciar una elegante ilustración. 

La eficiencia nos ganó. ¿Qué saldrá de este afán, de esta necesidad de obtener productos sin dedicarle tiempo a los procesos, de esta nueva religión de la prisa? Los computadores portátiles y las tabletas ya ceden paso a las livianísimas láminas digitales, que se doblarán como un pañuelo en el bolsillo, y la conectividad con gafas y lentes de contacto traerán la fusión cerebro-internet, que nos harán caminar al mismo tiempo por una calle y por una realidad virtual que se le sobrepondrá en un mismo acto robótico, consumista, perceptivo y visual. Se sabe que los niños que usaron demasiado tabletas electrónicas se vuelven hipersensibles, no saben conectarse emocionalmente, y padecen de una especie de síndrome de Asperger.

Está bien. No seamos románticos. No todo tiempo pasado fue mejor. Pero no por eso todo tiempo futuro será mejor. Por algo en los países bajos los colegios volvieron a prescribir los textos impresos. La inteligencia emocional, ética, intrapersonal e interpersonal, la habilidad para ser empáticos y reconocer a los demás como personas peligra con el imperialismo tecnoinformático. 

La relación con el libro como objeto físico es más afectiva. Gocemos de pasar la página sedosa, tipo biblia, con tacto delicado, para no dañarla. La lectura es un ritual de encuentro con un ser humano que por ser escritor creyó morir un poco menos, dejando un legado. Hagamos una biblioteca personal, leamos un libro al mes, escribámosle una oda a la naftalina. Una biblioteca no es una librería, y su éxito no se mide por el número de visitantes.

La antigüedad no vuelve viejo un libro, sino que le aporta valor. Leamos por lo menos El Infinito en un Junco, de,  Irene vallejo, y Una Historia de la Lectura, de Alberto Manguel. Hagamos veeduría ciudadana sobre lo que constituye nuestro patrimonio escrito. 


(Bogotá, Colombia, 1964). Ganador del Premio Nacional de Poesía de la Casa de Poesía Silva 2022 . Maestría en Creación Literaria de la Universidad Central de Bogotá, 2016. Segundo premio, concurso novela corta F.C.E. (2013). https://www.academia.edu/115871770/Obra_escrita_y_conferencias_online_de_Fernando_Baena_Vejarano. Filósofo Universidad Javeriana, 1987. Tallerista. Novelas, Ensayos, poesía, filosofía, cuento, sicología transformacional.

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