Si no lo hubiera visto, imposible imaginarlo. ¡Osmar Correal Cabral redactó su discurso de posesión como gobernador de Boyacá, a mano, de corrido, sin cometer errores de caligrafía, sintaxis y mucho menos de ortografía! Lo hizo de una sola sentada cuando faltaban menos de cuatro horas para prestar su juramento de rigor ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Tunja.
Esta experiencia la relaté en el libro “Desafío a lo imposible”. Hoy deseo compartirla en “Crónicas y semblanzas”.
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El viernes 31 de agosto llegué a las siete y media de la mañana a la sede de la Corporación Universitaria de Boyacá, antiguo Colegio Santo Domingo de Tunja, a cumplir mi jornada laboral. Allí me desempeñaba como periodista y director de publicaciones. Ese era un día especial porque el fundador y rector de aquella institución se iba a posesionar como gobernador de Boyacá. Yo lucía un traje de paño oscuro, apropiado para la ocasión. Estaba sentado en mi puesto de trabajo revisando un documento que debía entregar a una imprenta local. De pronto irrumpió en la oficina Miriam Aponte, quien era la secretaria del rector.

ꟷGustavo, el jefe me dice que lo necesita en el apartamento, creo que es para lo del discurso de posesión –me dijo.
Él vivía en Tunja en un aparta estudio que había tomado en arriendo, ubicado en el primer piso del edificio de la Cooperativa de Educadores, a cuadra y media de la Catedral.
De inmediato me desplacé hasta allí. Iban a ser las ocho de la mañana.
Timbré en el apartamento y, un minuto después, me abrió la puerta. Estaba en piyama; sobre esta tenía una levantadora de tela tipo escocés; también lucía chancletas de cuero color caoba claro. Se encontraba solo; su esposa, hijos y demás familiares aún no habían llegado de Bogotá.
ꟷHola Gustavo, buenos días. Desde las cinco de la mañana he estado respondiendo llamadas telefónicas y tengo pendiente el discurso de posesión. Por ahora, ayúdeme a contestar el teléfono; a quienes llamen, explíqueles la situación, por favor.
Convirtió la mesa del comedor en escritorio, se sentó y comenzó a escribir.
Mientras yo respondía en voz baja las llamadas, lo miraba de reojo. Escribía sin pausa. No consultaba ningún documento, no retiraba la mirada de la hoja de papel en la cual escribía. Daba la sensación de que estaba consignando algo que sabía de memoria. Se percibía el fácil fluir de sus ideas.
Me llamó la atención su desenvoltura para escribir. Por experiencia propia sabía que ese era un ejercicio difícil. Inclusive le había leído a algún escritor famoso que “escribir es una pesadilla”. No obstante, me estaba mostrando que la escritura le manaba con naturalidad

En medio de mi sorpresa, me deleitó vivir esta experiencia. Presencié desde el momento en que abrió un bloc de papel blanco, rayado, tamaño carta, y comenzó a escribir con un bolígrafo de tinta negra, hasta cuando dijo: “listo, ya está”.
ꟷBueno, lléveselo (el manuscrito del discurso) a Miriam para que lo saque en limpio. Usted revíselo y me lo entrega en el Tribunal ꟷme instruyó.
Tomé las hojas, salí del apartamento y me fui para la Corporación Universitaria de Boyacá. Al llegar allí, aunque sabía que debía entregarle de inmediato el documento a la secretaria, no me aguanté las ganas de conocer el contenido del discurso. La curiosidad me doblegó. Decidí ir a mi puesto de trabajo y leer el documento. Al terminar, estaba deslumbrado. “Increíble, no puede ser”, me dije mentalmente. No podía comprender cómo en tan poco tiempo y en esas circunstancias de apremio, había producido una pieza oratoria que me parecía coherente, bien argumentada, con unas ideas estructuradas, concatenadas con precisión y amenidad. Pero, lo que más me impactó fue haber comprobado que ese manuscrito no tenía ni un solo tachón
Sí, yo sabía que escribía bien porque hacía menos de un año había sido el editor de su libro “Planteamientos y propuestas”. En tal condición me había correspondido leer sus discursos y conferencias de los últimos 15 años. Tenía claro que escribía con corrección y propiedad idiomáticas. Incluso, me acuerdo de que en esa tarea de editor consulté a varios autores en busca de aportes que afinaran mi criterio para seleccionar los textos. Uno de los intelectuales que estudié fue el filósofo español José Ortega y Gasset; en uno de cuyos textos leí: “Escribir correctamente es una disciplina que requiere conocimientos previos, voluntad de trabajo, espontaneidad y, sobre todo, honradez intelectual. Estas cualidades sabiamente unidas a la sencillez realzan el pensamiento y establecen nexos entre los seres humanos”. Supe, desde entonces, que Osmar Correal como escritor reunía esos atributos.
Aquel 31 de agosto de 1990 no lo olvido porque fue el día en que comprendí su dimensión intelectual y logré enseñanzas invaluables. Esas tres horas que estuve en su apartamento, me dejaron aprendizajes que me sirvieron en mi vida laboral.
La verdad, su posesión como gobernador de Boyacá, para mí, pasó a segundo plano, pues esa demostración de talento me marcó para siempre.
Y fue tanto el efecto que me produjo palpar su erudición que el resto del día no hice sino pensar en ese hecho. Las personas cercanas a mí lo notaron.
ꟷ¿Qué te pasa? Te siento muy distraído ¿Alguna preocupación? ꟷme preguntó mi esposa esa tarde en el Salón de la Constitución de la Gobernación de Boyacá, durante la ceremonia de imposición de la condecoración Orden de la Libertad en el grado de Gran Cruz al gobernador entrante.
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Desde pequeño se ha destacado por escribir bien. En el bachillerato siempre fue el primero en los concursos en donde se escogían los discursos que debían pronunciarse en los acontecimientos importantes del colegio y del municipio. Hubo un año en que las directivas del Colegio Enrique Olaya Herrera le asignaron el discurso del Día de la Madre a otro joven con el argumento de que “había que darle la oportunidad a otro estudiante”.

ꟷ¿Quién le enseñó a escribir discursos?
ꟷNadie
ꟷ¿Cuál fue su primer discurso?
ꟷUno que pronuncié en el balcón de la Alcaldía de Guateque cuando apenas tenía 12 años, exactamente el 14 de abril de 1953.
No solo redactaba buenos discursos, sino sentidas cartas románticas que le enviaba a su novia de infancia y comienzo de juventud, Ligia Daza.
ꟷEn una ocasión ella (Ligia) estaba leyendo en clase una carta que yo le había enviado y la profesora, que era una monjita, se la quitó. Claro, la llamaron a la Rectoría del Colegio, le dijeron que no se pusiera a hacer eso allá. Le anunciaron que le iban a entregar la carta al rector del Colegio Nacional para que le llamara la atención a ese muchacho y le pidiera que no hiciera eso –evoca Osmar.
Las monjitas cumplieron su palabra y le remitieron la carta al rector del Colegio Enrique Olaya Herrera, quien lo citó a su despacho.
ꟷ¿Usted reconoce esta letra?
ꟷSí, es mía
ꟷ¿A quién le dirigió esa carta?
ꟷPues a una niña allá del Colegio de la Presentación.
ꟷEs que me dieron quejas. La madre Imelda conoció la carta y hubo problemas.
ꟷPues bueno, yo sí la escribí. ¿Voy a recibir alguna sanción por eso?
ꟷNo. Va a recibir una felicitación de mi parte, porque es una carta muy linda y muy bien escrita ꟷle dijo el rector del Colegio Nacional Enrique Olaya Herrera.
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Su pasión por la lectura parece ser la clave de su facilidad para escribir.

ꟷComo yo era muy aficionado a leer, eso me dio un bagaje que me permitía escribir y escribir diferente a mis compañeros que no leían un carajo. A mí no me gustaba la educación física. Trataba siempre de tener una excusa para no hacer educación física los miércoles en la tarde cuando nos sacaban a trotar, a hacer flexiones. Claro que cuando era fútbol, ahí si yo estaba repuesto, de lo contrario buscaba una disculpa para irme a la biblioteca a leer. Los 20 tomos de la colección “El Tesoro de la juventud” me los leí todos.
Rememora que en las clases de Preceptiva Literaria iba a la biblioteca, sacaba diccionarios y los leía. “Hola, no sea pendejo. ¿Y usted qué aprende en el diccionario?”, le decían sus compañeros de curso. “Aprendo mucho”, les respondía. “No eche paja”, le replicaban. “Abran el diccionario y verán. De diccionarios ustedes no saben nada, si acaso por ahí alguna palabra. De resto su lenguaje es muy limitado” les decía. Y no se quedaba ahí, seguía cuestionándolos: “¿Ustedes leen periódico? Lacónicamente le respondían: “No”. Ante eso les reponía: “Ah bueno, entonces póngase a leer el diccionario”.
ꟷLeer le da a uno mucho bagaje para poder escribir ꟷme dijo hace poco.
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Osmar Correal es autor de siete libros. El primero, Nace una nueva institución universitaria (1982), corresponde al estudio presentado al Icfes para lograr la aprobación de la Corporación de Educación Superior de Boyacá; el segundo, Planteamientos y propuestas (1989), es la recopilación de textos de conferencias, discursos y entrevistas durante el periodo 1970-1989; el tercero, Medicina: respuesta académica a una aspiración regional (1994), es el estudio presentado al Icfes para lograr la aprobación de la Facultad de Medicina en la Fundación Universitaria de Boyacá, hoy Universidad de Boyacá; el cuarto, Utopía y realidad: testimonio de un soñador (1996), es un autorreportaje sobre la historia de la institución de educación superior que creó en Tunja y que en ese momento se denominaba Fundación Universitaria de Boyacá; el quinto, Educar pensando en grande: reflexiones y vivencias (2000), es una obra escrita para conmemorar los 20 años de su institución universitaria, que contiene conferencias, discursos y documentos de trabajo académico; el sexto, Soñar y trabajar para dejar huella (2015), es una recopilación de 34 discursos, divididos en tres capítulos: Memorias de un sueño, Reflexiones con los docentes para un cambio de mentalidad y Sueños compartidos; el séptimo, Abuelo cuéntame tu historia (2020), es el relato de su vida, y el octavo “Testimonio para la historia” es el recuento del proceso de creación y consolidación de la Universidad de Boyacá.
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En la producción intelectual de Osmar Correal Cabral se refleja sólida preparación académica, claridad conceptual, apertura de pensamiento, lucidez mental y profundidad analítica.
En su obra escrita se impone la prosa expositiva por encima de la descriptiva y narrativa.
Los estudios, discursos y conferencias de Osmar Correal exponen planteamientos en forma clara, lógica, precisa y objetiva. En estos solo aparecen como verdaderos los hechos conocidos y probados.
Aunque algunos temas que aborda lo obligan a incluir términos técnicos, el lenguaje que utiliza es llano, sencillo y ameno. La estructura de sus composiciones es coherente. Sus contextualizaciones son detalladas, pertinentes, doctas y bien medidas. Por supuesto, sus argumentaciones son contundentes. Defiende sus tesis con solidez y profundidad. Es, entonces, cuando utiliza la prosa persuasiva, en la cual es aventajado cultor.

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A finales de octubre de este 2023 me comentó telefónicamente que la tarea de escribir jamás la deja de lado. Cuando no está elaborando documentos académicos está elaborando crónicas o reminiscencias.
ꟷEn estos días me encuentro terminando un libro sobre mi esposa. Lo titularé: “Rosita, mujer admirable” ꟷme comentó.