Sin meditación no hay humanidad – David Sáenz #Columnista7días

Vivimos una época convulsa en casi todas las dimensiones de la vida. Tanto así que, incluso los espacios que hoy en día los podríamos dedicar al descanso, los dejamos ir en el frenesís de las Redes Sociales y el activismo sin límite de nuestras rutinas. Tal vez, es categórico afirmar que, esta es una época en donde solo estamos en silencio las horas que dormimos; aunque hay quienes ni siquiera han podido lograr esto, porque las alertas del teléfono interrumpen el sueño y el descanso. 

Aquello que me condujo a pensar en este frenesí y en cierta manera en el sin sentido de no tener casi nunca el espacio íntimo para el silencio, fue una conversación con un amigo. Me contó que, estuvo en una librería en Bogotá, Matorral. Allí compró un libro que le recomendaron: Biografía del silencio, del escritor español, Pablo d´Ors. El nombre del libro se hizo sonoro en mis oídos, así que también lo adquirí para leerlo. Sus primeras líneas me hicieron pensar que, casi todas las actividades de mi vida no tienen en la agenda un espacio para la meditación y para la quietud. Mis días, así como las de muchos otros se van en actividades que callan la voz interior y el conocimiento de sí. 

Al terminar de leer el libro, sentí la necesidad profunda de meditar. Recordé que, en otro texto, Ernst Tugendhat afirma que una diferencia entre la especie humana y otras especies es la capacidad de entrar en el mundo interior, la posibilidad del recogimiento y del silencio. La dificultad de sentarme en silencio y quietud me confrontó con lo postulado por el autor citado en este párrafo, ¿acaso he perdido la condición propia de la vida humana como lo es el ejercicio de la meditación? Lo digo porque me pareció muy difícil. No pude meditar durante más de quince minutos. 

Pese a ello, en Biografía del silencio, el autor narra la dificultad de domar la voluntad y sentarse a meditar. Hay una pregunta en el libro que también me movió (así como lo dicho por Tugendhat): ¿Ante qué o quién me inclino? Es decir, ¿quién es el dios o los dioses frente a los que bajo la cabeza? Me di cuenta de que me postro y me dejo dominar por una fuerza que me impela a alejarme de mí, a no pensar en mí. Esto se traduce en la angustia que me genera no tener mi celular cerca anunciando una noticia de la que no me quiero perder, alguna novedad relacionada con mis intereses, una llamada que no puede esperar, un mensaje del trabajo que se hace necesario responder, una calamidad que se requiere atender…

En definitiva, ese estado de estímulos a los que nos hemos sometido en esta época de Redes Sociales con fines comerciales y propagandísticos nubla nuestra humanidad. El silencio y la quietud son inherentes a ella. Rabindranath Tagore afirma que, “la historia ha llegado a un punto en el que el hombre moral, el hombre íntegro, está cediendo cada vez más espacio, casi sin saberlo […] al hombre comercial, el hombre limitado a un solo fin. Este proceso, asistido por las maravillas del avance científico, está alcanzando proporciones gigantescas, con un poder inmenso, lo que causa el desequilibrio moral del hombre y oscurece su costado más humano bajo la sombra de una organización sin alma”. 

Ahora bien, aunque no he logrado el propósito de meditar, el sólo deseo de hacerlo ha sido un vehículo para recordar lecturas, para hacerme preguntas trascendentales y para darme cuenta de que necesito despertar y reconocer que, no puedo ser el objeto de manipulación de intereses comerciales y propagandísticos, sino un humano, en otras palabras, un ser capaz de la meditación, la atención, el silencio, la contemplación y la quietud. 

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