El espíritu sencillo, humilde, infatigable y luchador del académico Eliécer Silva Celis, motivado por el intenso anhelo de todo ser humano por preservar su esencia, su modo de ver y entender el mundo, guiado por los espíritus ancestrales, dejó un gran legado en dos de sus obras más notables para la historia y el patrimonio cultural del país: El Museo Arqueológico de Sogamoso y el Parque Arqueológico – Observatorio Solar Muisca de Villa de Leiva, dependencias adscritas a la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.
Mi padre, nace el 20 de enero de 1914 en un pequeño caserío llamado Tobasía, que otrora fuera uno de los principales asentamientos Muiscas, actualmente hace parte del municipio de Floresta, Boyacá. Su niñez transcurre tranquilamente, pero desde temprana edad debe emprender largos recorridos por polvorientos caminos de herradura con el fin de obtener sus propios recursos económicos para estudiar. Hoy quedan gravados las huellas de su esfuerzo, el sudor de su frente y el cansancio de sus pies adoloridos en las obras y metas alcanzadas por este brillante investigador Boyacense.
En 1941 la Escuela Normal Superior de Colombia le otorga el título de Licenciado en Ciencias Sociales, teniendo la fortuna de contar con ilustres profesores como: Paul Rivet, Justus Schotellius, José Francisco Socarrás, Rudolf Hommes y Gregorio Hernández de Alba.
Fundador en 1942 del Museo Arqueológico de Sogamoso y a principios de los años 80 ubica en una amplia explanada a 6 Km al occidente, en la vereda de Monquirá del municipio de Villa de Leyva un importante centro arqueo-astronómico y un conjunto de monolitos líticos, de carácter fálico funerario y astronómico que hoy en día son reconocidos como uno de los observatorios solares y lunares más antiguos de Sur-América.
El profesor Eliécer Silva Celis constituye una de las plumas más prolíficas de la arqueología colombiana, con más de 400 títulos publicados en revistas nacionales e internacionales, con una visión holística integral de las problemáticas abordadas a la luz de diferentes fuentes (arqueología, bioantropología, etnohistoria, etnografía), interpretadas en el contexto de la cosmovisión indígena, apoyado en una amplia bibliografía nacional e internacional lo que daba muestra de su carácter moderno y globalizador.
Mantuvo permanente contacto con las sociedades de americanistas de Europa y América mediante revistas y asistencia a eventos internacionales, lo que le permitía estar actualizado sobre el discurrir de las tendencias científicas. En 1948 fue nombrado por unanimidad Secretario General del XXVIII Congreso Internacional de Americanistas celebrado en París, Francia y en 1964 obtuvo la Mención de Honor por su trabajo en el VII Congreso Mundial de Antropología y Etnología, realizado en Moscú, Rusia.
También recibió numerosos reconocimientos por su ardua labor investigativa, académica y docente, entre ellos: La “Medalla Francisco de Paula Santander en grado de Gran Comendador otorgada por el Ministerio de Educación Nacional; Título de “Profesor Emérito”, medalla de oro y homenaje de la Universidad Pedagógica y Tecnológica e Colombia.
La década de los años 50, le traerá grandes sorpresas y cambios en su vida personal y profesional, el profesor Silva, conoce a la persona que lo motivo a un más, durante 54 años de convivencia, su querida esposa Lilia Montaña, con quien se casa el 9 de diciembre de 1950.
1953, año de crisis y de logros: el profesor Silva Celis junto con un grupo de destacados pedagogos empiezan a gestar la génesis y el desarrollo de una idea: la creación de una Universidad para los jóvenes Boyacenses.
Finalmente, mediante decreto 2655 del 10 octubre de 1953 el presidente de Colombia, Gustavo Rojas Pinilla decreta la Fundación de la Universidad Pedagógica de Colombia con sede en Tunja y Silva Celis como Cofundador anexa el ‘Centro Indígena del Sol’, logrando preservar el patrimonio cultural del departamento, garantizando la continuidad y el desarrollo del museo arqueológico de Sogamoso, el cual celebra más de ochenta años de creación.
La investigación conducente a la ubicación, excavación de las ruinas y la reconstrucción del Templo del Sol en Sogamoso además del Observatorio Solar Muisca del Parque Arqueológico de Villa de Leyva, constituyen importantes legados para la humanidad. Estos museos fruto del incansable esfuerzo, el tesón y la ardua labor de los “abuelos mayores”, llamados así por los sabedores de las comunidades indígenas, Eliecer Silva Celis y su estimada esposa Lilia Montaña escritora y folkloróloga, no solamente son depositarios de la mayor colección arqueológica muisca, sino lugares sagrados donde se exhibe el patrimonio como legitimación metafísica del ser nacional.
En estos sitios encontramos la síntesis del pensamiento y la renaciente espiritualidad del grupo que habitara hace más de 500 años este territorio, cuya memoria sigue reafirmándose como el eslabón entre el pasado, el presente y el futuro, mediante la transformación de estos museos en espacios articuladores del pasado con el presente, en donde los niños, jóvenes, ancianos y la comunidad en general tienen un espacio de encuentro y diálogo desde lo nacional hasta las heterogéneas memorias de lo latinoamericano y las diversas temporalidades del mundo.
De nuestro padre, aprendimos la sencillez, la honradez, la constancia, el amor al trabajo, el respeto y la admiración e interés por nuestros ancestros. Trataba con igualdad desde el más modesto hasta el más encumbrado de quienes lo buscaban. Oía con interés a todos, con humildad, fruto de la sabiduría dada su vocación de “Maestro de maestros”. “Hombre de Pocas palabras, pero de grandes ideales.” Educador de educadores, creador de futuro, forjador en sus inicios de la ciencia antropológica colombiana.
Su deceso, en el 2007, a los 93 años consterno a la comunidad boyacense y nacional en general, pero su imagen como educador, investigador, rector de la UPTC, esposo, padre y faro iluminador de semilleros de investigación permanecerá en la memoria de todos sus allegados.
“La trascendencia de su obra seguirá siendo reconocida como las chispas de una gran hoguera en la medida en que se entienda y se conserve su legado”.
*Por: Margarita Silva Montaña