Para sobrevivir hay que aprender a desaprender.
Este año, la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia celebra sus 70 años de dedicación a la formación de profesionales en diversas disciplinas; ha sido una institución que ha abierto las puertas a miles de colombianos de diferentes regiones del país, y hoy ofrece 73 programas de pregrado y 65 de postgrado y cuenta con más de 30.000 estudiantes. A lo largo de las décadas, esta institución ha sido un actor trascendental en la región, contribuyendo significativamente al desarrollo industrial y tecnológico. Sin embargo, en este aniversario es imperativo no solo mirar hacia atrás, sino también hacia adelante, y reflexionar sobre cómo la educación se adaptará en el contexto de los tiempos venideros, en el auge que se ha llamado la cuarta revolución industrial.
Como exalumno de la Facultad de Ingeniería, Escuela de Metalurgia, tengo una infinita gratitud con mi universidad y siempre donde quiera que estoy, me interesa y me preocupa lo que pase con ella, en ese orden de ideas en estas fechas tan importantes de merecidas celebraciones y reconocimientos, también vale la pena hacer reflexiones sobre su futuro, en un momento tan interesante de la historia.
Nos encontramos en una época de transformaciones vertiginosas, impulsadas por la inteligencia artificial (IA), la automatización, la computación cuántica y la interconexión de dispositivos. Estos avances están cambiando la forma en que interactuamos con el mundo y, por supuesto, la manera en que abordamos los programas y carreras profesionales que, por ejemplo, la UPTC ofrece.
Nuestra generación, nacida en los años 70, experimentó una transición tecnológica sin igual, desde un mundo de cartas y comunicaciones cara a cara, hasta la era digital actual, donde trabajamos, estudiamos y nos relacionamos en línea. En la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (UPTC), donde recibimos nuestra formación, esta evolución tecnológica fue tangible. Fuimos testigos de la llegada de los primeros computadores, con pantallas monocromáticas y sin gráficos, y vimos la introducción de la telefonía celular y el acceso a internet, cambios que marcaron un hito en nuestra experiencia universitaria.
Sin embargo, este vertiginoso avance tecnológico no solo ha traído comodidades y facilidades, sino también desafíos significativos para la educación y la formación de profesionales. Carreras que antes eran el núcleo de la formación universitaria pueden experimentar cambios profundos en su naturaleza y demanda en el mercado laboral.
La clave reside en que la universidad tenga como uno de sus objetivos el fomentar habilidades que trasciendan la mera técnica y abarquen la capacidad de adaptación, el pensamiento crítico y la creatividad. La habilidad de comprender y utilizar, por ejemplo, la Inteligencia Artificial de manera ética y responsable será un activo invaluable en el mercado laboral del futuro. Los profesionales del mañana no solo serán expertos en sus campos, sino también líderes capaces de guiar la integración de la tecnología de manera sostenible y socialmente beneficiosa.
La adaptación está intrínsecamente ligada a un concepto que podríamos denominar ‘el sendero del desaprendizaje’, y quizás sea lo más arduo pero esencial en tiempos donde los cambios acontecen tremendamente rápido, incluso en instituciones con estructuras tan arraigadas y robustas como las entidades públicas, como es el caso de la UPTC. Resulta paradójico invitar a una institución educativa, como una universidad, cuya misión es guiar el proceso de aprendizaje, a enseñar el arte de ‘desaprender’. Este proceso no implica borrar conocimientos previos, sino estar dispuesto a cuestionarlos y reevaluarlos a la luz de nuevas perspectivas y realidades. En un mundo en constante transformación, la habilidad de adaptarse y evolucionar se convierte en una destreza invaluable.
En este contexto, nuestra UPTC tiene un rol primordial. No solo debe impartir conocimientos, sino también cultivar la capacidad de adaptación y aprendizaje continuo en sus estudiantes. Así se formarán profesionales capaces de no solo sobrellevar, sino también prosperar en este dinámico entorno para seguir jugando un rol transformador en nuestra sociedad.