Primer año de Petro en el poder: revancha, torpeza y gobernabilidad – Jacinto Pineda #ColumnistaInvitado

Hacer invivible el gobierno opositor ha sido nuestro deporte nacional. Este mandato no ha sido ajeno al revanchismo histórico y su lógica del odio, solo que el actual le ha agregado su propia torpeza, la cual, sin necesidad de empujones, lo lleva solito al ojo del huracán.

Laureano Gómez frente al Senado de la República, pronunció el 15 de septiembre de 1940, unas palabras que quedarán marcadas en el corazón de la violencia en Colombia: “¡llegaremos hasta la acción intrépida y el atentado personal… y haremos invivible la república!”. Su oposición al partido liberal fue radical en medio de un discurso que inoculó veneno en el alma colectiva, en un país donde las distancias entre palabra y violencia son tan milimétricamente cercanas. Conservadores y liberales en un discurso violento incendiaron el país a partir de guerras y guerritas que culminaron su “horrible noche” en la denominada “violencia”, posterior a la muerte de Jorge Eliecer Gaitán.

La palabra y el discurso, como símbolos de odio se interiorizaron en los colombianos, aumentando los grados de polarización, un camino viejo ya conocido en la historia política colombiana. El hacer invivible el gobierno opositor ha sido nuestro deporte nacional. Exacerbar la rabia, el odio, el sentimiento de frustración, la ira y el miedo es la estrategia del ayer y del hoy, lo cual hace tan compleja la gobernabilidad y la gobernanza.

Parte del siglo XIX y XX estuvieron marcados por la violencia bipartidista y ese viejo matrimonio perverso entre armas y política, relación que fue configurando la sociedad, la economía y la política. La revancha es quizá de las mayores expresiones; cuando se asumía el poder antes de gobernar se pensaba primero en la venganza. De igual manera quien perdía, de inmediato lo que hacía era poner en práctica la frase “haremos invivible la República”.

Cuánto diéremos por decir que esto ya es pasado; por el contrario, al final del siglo XX y en especial el XXI, en la medida que las viejas discusiones bipartidistas se desvanecían tomaron fuerza los debates entre izquierda y derecha, pero no ajenas a la violencia y la estigmatización. Uno de los imaginarios que fue marcando la violencia de este periodo, relato donde miles de personas fueron asesinadas, es el de asimilar la izquierda con la guerrilla o la derecha con paramilitares. Este país no sabe qué daño genera y cuánta gente sepulta esta creencia.

Tildar al opositor de guerrillero o paramilitar, es parte de un discurso violento que busca estigmatizar, agredir, condenar y menospreciar al contradictor. Con el ascenso al poder de Gustavo Petro, exmilitante de un grupo guerrillero, el discurso agresor se ha acrecentado, polarizando aún más el país.

De nuevo la revancha marca los tiempos, los ahora detentadores del gobierno, que habían sido acérrimos opositores y desde luego en sus estrategias estigmatizaron a sus contradictores, ahora reciben la misma medicina. Las propuestas agonizan en la polarización, por ejemplo, se sataniza el Estado o el mercado, de acuerdo con los intereses de grupo; ciertas reformas que hacen parte de las agendas mundiales son ideologizadas y sin argumentos, en ocasiones, sepultadas. Reformas estructurales que deben ser parte del debate actual mueren bajo el cálculo del interés político. Pero también otras reformas no sobreviven dada la baja capacidad de construir consensos, no se cede, no se escucha, o se escucha, pero no atienden las opiniones, es decir el opositor siente que su pensar no hace parte de la decisión.  

Ojalá se pudiera con la serenidad suficiente hacer un balance de este año y revisar cifras donde sin duda hay avances y retrocesos, pero a la luz de los hechos hay un gobierno que sobrevive a la fuerza de la oposición alimentada por la propia torpeza de sus acciones. Hoy en el ojo del huracán se debate en medio de sus propias contradicciones, sus promesas de cambio como agua entre los dedos se diluyen y son más las sombras que los claros en su accionar.

La legitimidad, base de la gobernabilidad, es confrontada pues el proceso de elección en su financiación está seriamente cuestionado. Del árbol caído todos hacen leña, pero cuidado, algunos radicalizarán la situación y quizás ganarán elecciones, pero serán victorias pírricas frente a un país cada vez más invivible. Hoy como nunca se requiere serenidad, bajo el respeto a las instituciones, para que esta sociedad salga fortalecida en su democracia.

*Por: Jacinto Pineda Jiménez, Docente ESAP

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