Su nombre: Rubiela Walteros Caro. Su profesión: docente desde hace por lo menos 30 años y ahora recordada no solo por sus alumnos y familiares, sino por toda una comunidad que la conoció como una mujer dedicada a la formación de niños y jóvenes en su natal Santana.
Había nacido el 24 de noviembre de 1970 en Santana y este miércoles fue asesinada por su exesposo quien le disparó en cinco oportunidades, y luego se hirió en diferentes partes de su cuerpo con arma blanca, al parecer tratando de suicidarse.
“Éramos cuatro hermanos y ella, que tenía 52 años era la tercera. Había estudiado en universidades de Tunja y Santander, incluso alcanzó a estudiar sicología, pero no terminó esa carrera”, aseguró uno de sus hermanos a Boyacá Sie7e Días al referirse a la profe Rubiela cuyo cuerpo quedó justamente en la casa ubicada diagonal a la puerta principal del colegio Técnico Antonio Ricarte, en el que trabajaba como docente de educación física desde hace varios años.
Su agresor y exesposo, Rodrigo Güiza Pardo, de unos 60 años fue encontrado por la Policía a pocos metros del cadáver de la docente, pero con varias heridas que él mismo se habría ocasionado con arma blanca, por lo que de inmediato fue llevado al puesto de salud de esa localidad boyacense, en límites con Santander, pero por su gravedad, tuvo que ser remitido de urgencia al Hospital Regional de Moniquirá, donde fue sometido a diferentes cirugías y permanece en cuidados intensivos.
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Fruto de la relación de la entonces pareja, nació un hijo que hoy tiene 22 años y está próximo a terminar su carrera profesional. Del agresor se sabe que trabaja como cañicultor en el pueblo y en diferentes actividades en la llamada Capital Panelera de Colombia.
“Lamentamos totalmente este hecho tan doloroso y haremos una velatón este jueves para protestar por el feminicidio de la profesora Rubiela”, dijo el alcalde de Santana,
El hecho se registró pasadas las 10:00 de la mañana, justo cuando la profesora acababa de salir a descanso en el colegio y decidió pasar la calle para ir a su domicilio por unos minutos, mientras se cumplía la hora de regresar a continuar con su labor, sin saber lo que nunca más regresaría.