
Para esta temporada electoral resurge la famosa sentencia que plantea que tenemos los gobernantes que nos merecemos y no los que necesitamos. Claramente la ciudadanía tiene derecho a estar cansada de las formas amañadas de hacer política en algunas regiones del país, a pesar de esto no es conveniente renunciar a la búsqueda de formas creativas y legítimas de ejercer la participación democrática.
Es fácil criticar a los que venden el voto por un tamal, una lechona, una teja, cincuenta o cien mil pesos, pero no resulta igual de cómodo hablar de los problemas estructurales de la nación que llevan a los ciudadanos a vivir una suerte de analfabetismo político reflejado en ideas comúnmente aceptadas como que la actividad política es para unos pocos.
Otro ejemplo de ideas distorsionadas, aunque frecuentes, es el suponer que la corrupción es algo tan generalizado que se debe agradecer cuando las obras se hacen a pesar de que se sepa que hay robos al erario durante el proceso, otras aluden a suponer que lo malo no es la rosca sino no estar en ella, y puede venir un largo etcétera por esta misma línea.
¿Será que al aceptar que es común la corrupción hay un doble proceso que incluye la deslegitimación y al mismo tiempo la falta de confianza? Es decir, a pesar del cansancio, la ciudadanía debe entender que no se puede simplemente no exigirle a los servidores públicos, quienes por antonomasia deben servir, y al mismo tiempo hacer esfuerzos por elegir y participar de manera activa.
Hay situaciones que cansan, efectivamente: la falta de ideas, la ausencia de debates profundos, la alusión a los miedos y los estereotipos, el ataque a las personas en lugar de procurar comunicaciones eficaces, las frases de cajón que se repiten de manera vacía.
Pero, a pesar de esta realidad, es importante insistir en que si queremos construir una sociedad democrática se debe hacer continuamente, enseñando desde casa que primero viene la conformación de ideas, la participación, el debate y la búsqueda de avales, a pesar de que en nuestro país parecer que lo primero es la gestión del aval.
A pesar de sentirnos como en el mito de Sísifo, vale la pena insistir, a pesar del cansancio, para ser dignos de tener los gobernantes que necesitamos.