Ocho largas horas – Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez #Columnista7días

Hace apenas dos días sufrimos, de forma silenciosa, con expresiones de rabia y hasta con dolor de cabeza, unas ocho horas largas de no estar “pegados” a tres de las más consumidas plataformas de “redes sociales” o “auto torturas” en lo que se convirtieron los servicios de Facebook, Instagram y WhatsApp, por su “Caída mundial” y que conlleva a estudiar alternativas y opciones que deben permitir que una sociedad esté informada en democracia y con herramientas abiertas.

Que el propietario del imperio o negocio (socio) podría reportar pérdidas por más de 50 mil millones de dólares, bajón en sus acciones y hasta reducción de su patrimonio personal…,  no creo que se le descuadre el presupuesto para los regalitos de navidad, pero si nos descuadró las tareas del día a día, de los informes y tareas que nos acostumbramos a enviar por sus canales, despachos de materias primas, compras, ventas y generación de empleos, de las bodegas que tuvieron que retrasar sus trabajos, de los intensos que a fuerza descansaron en sus dedos y manos, de los facturadores que tuvieron que justificarse y hasta de los especialistas que buscaban los motivos.

No poder abrir estas aplicaciones, conectarse con el servidor, acceder al sitio y enviar mensajes -es decir comunicarnos- fueron los golpes que obligaron a estar tensionados y llegar al límite de saturar a los operadores reclamando y radicando quejas por su “pésimo servicio”, hasta solicitudes de cancelación y de urgentes visitas a los hogares y repensar en comprar, invertir, en nuevos aparatos para modernizarnos…

Los atrincherados en Twitter se gozaron la falla tecnológica, el supuesto ataque cibernético o la conspiración mundial, mediante los memes, fotomontajes, predicciones y hasta crecimiento de seguidores. No olvidar que estamos en el mes 10 del año, ¿sería culpar a las brujas?, porque esto ya se pasó de niveles y decibeles, hasta de megabits y kilobits por segundos, y ‘re-pasados’ de megapíxeles.

Urge concentrar a los creadores de estas y otras, de empresas y emporios, hasta de gobiernos, de servicios globales a que se concentren en no seguir usufructuando de un bien común, que se les reconoce sus tecnologías, avances, crecimiento, evolución y pero que ya es hora de que este tipo de fallas no afecten al mundo, sí, al mundo que es la aldea global, que a pesar de idiomas y lenguas ya ha venido teniendo coincidencias científicas que buscan el beneficio común, general.

Para quienes soportan sus negocios locales y mundiales -sobre estas bondades de la internet- hay que reforzar la reputación e impactos en clientes y usuarios, las alternativas para llegar a los pódcast, medios tradicionales, emisoras digitales, medios alternativos y ante todo a los contenidos, que se deben estructurar, para que las audiencias reciban lo que andan buscando para satisfacer estar a la vanguardia y no tener que depender de extraños que por algún descuido o no prevención hacen sufrir a seguidores, con fallas en la configuración del que ya es considerado un servicio público esencial, se llega a sobrecargas tecnológicas por desmedidos y sobrevalorados indicadores que nos cuentan como cifras frías, pero que no saben –sí lo saben- del súper voltaje que generan en nuestras salud por este tipo de “enfermedades” que es la del siglo 21, y que ya es otro nivel de pandemia. 

Y para muchos coincidió con el mensaje recibido que no se había pagado la factura del mes -con elegante llamado a no dejar de contar con el servicio, con el publicitado cyberlunes y con un día agitado en participación en diseñar, enriquecer y visionar líneas estratégicas, para un plan estratégico quinquenal, que reforzará la satisfacción del deber cumplido y cumpliendo con la delegación dada.

Algo incomunicados, relaciones familiares a media marcha y seguirá pasando… algo se descansó pero que hacen falta nadie lo puede negar, porque ya se nos convirtieron en un apéndice.

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