¿Y los recursos para la cultura?

En la priorización de recursos para cultura, la formación es la clave.

El impuesto a la telefonía móvil es uno de los que tiene aún vivos los procesos culturales en diferentes partes del país, pero esto no basta.
El impuesto a la telefonía móvil es uno de los que tiene aún vivos los procesos culturales en diferentes partes del país, pero esto no basta.

En nuestro país las partidas del presupuesto general de la nación están basadas en la presentación y aprobación de las leyes de financiamiento y en la creación irracional de nuevos impuestos.

¿Pero cuánto de estos recursos se destinan a la cultura? La respuesta es el reflejo de un triste panorama que por décadas ha sido la constante, condensada en la trillada frase “la cultura es la cenicienta”.

Sin embargo, en los últimos años, el Ministerio de Cultura ha pasado de tener un presupuesto de 654 mil millones, a contar con una inversión de 1,2 billones de pesos y con el programa de la economía naranja, la cifra sigue subiendo.

Las fuentes de ingresos provienen del aumento del porcentaje con destinación específica en el Sistema General de Participaciones, del Impuesto al consumo de la telefonía móvil que están amarrados al área de patrimonio y a los programas de bibliotecas públicas.

Otras fuentes son las que se generan a través del apoyo del Fondo Emprender y Bancóldex a los emprendedores culturales más los recursos que llegan de la aplicación de la ley para el desarrollo de los espectáculos públicos.

Las comunidades y los mismos artistas deben impedir a toda costa que el presupuesto de la cultura sea destinado a otras áreas o que sea malgastado por los gobernantes.
Las comunidades y los mismos artistas deben impedir a toda costa que el presupuesto de la cultura sea destinado a otras áreas o que sea malgastado por los gobernantes.

Según el Ministerio de Cultura, la repartición de esta pequeña bolsa se debe hacer de manera obligatoria en programas como: formación, convocatorias a concursos, premios, subsidios, festivales, estímulos, becas, residencias, gestión cultural, formación para emprendedores y proyectos culturales, entre otros.

Pero son tantas las necesidades de este sector, que muchos programas se que dan huérfanos y agonizan en la letra muerta de los planes de desarrollo. Ante esta preocupante realidad los mandatarios locales, los concejos y asambleas deben entender que la cultura es el pilar del desarrollo social, y que todo recurso que se destine a esta área debe ser visto, no como un gasto, sino como una verdadera inversión en la cual está representado el crecimiento humano y la proyección de idearios colectivos.

Más detalles, en la edición impresa de hoy.

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