Una investigación reveló que la percepción de fealdad entre jóvenes colombianas impacta su salud mental, generando ansiedad, depresión y trastornos alimentarios.

Fealdad autopercibida: una herida invisible que comienza con palabras aparentemente inofensivas y termina afectando la salud mental de miles de jóvenes. Foto: suministrada a Boyacá Sie7e Días
*Por: Nury Vargas
En una sociedad saturada de filtros, estereotipos e imágenes perfectas, sentirse fea no es una simple inseguridad pasajera: puede convertirse en una carga emocional profunda con efectos reales sobre la salud mental.
Así lo demuestra una reciente investigación liderada por Anderson Gañán Moreno, docente del Politécnico Grancolombiano, y Sofía Vásquez, investigadora de la Universidad EAFIT, que analiza cómo la ‘Fealdad autopercibida’ afecta el bienestar psicológico de las jóvenes colombianas.
Lejos de tratarse de un asunto superficial, el estudio expone un fenómeno que comienza en la infancia y se intensifica con los años: la autoimagen negativa. Las causas no son fortuitas. Se entretejen entre comparaciones constantes, comentarios familiares, presión estética, ropa que no encaja y el juicio permanente del entorno.
La investigación pone en evidencia que estas experiencias moldean un malestar subjetivo que no siempre se expresa, pero que permanece latente.
“Durante todo el tiempo que uno va creciendo, a mí como que siempre me decían ‘Las crespas son feas’, y pues yo soy crespa. Entonces me veía en desventaja por eso”, relató una de las jóvenes entrevistadas, al descubrir cómo los comentarios que escuchó desde pequeña afectaron la forma en que percibe su belleza. Otro testimonio, igualmente revelador, cuenta: “Siempre me molestaban porque era muy blanca, desde que era niña aprendí a esconder las piernas porque me daba vergüenza”.
El informe muestra cómo esos juicios externos, en muchos casos emitidos desde la propia familia, terminan configurando el núcleo de una autoestima frágil. Algunas jóvenes vinculan directamente estos comentarios con el surgimiento de la ansiedad, depresión e incluso trastornos alimentarios. “Las que estudian psicología tienen que ser bonitas”, le dijeron a otra participante, y esa frase fue suficiente para hacerla cuestionar su lugar, su carrera y su valor.
Aunque muchas intentan resistir, lo hacen desde la contradicción. Algunas se aíslan, otras figuen seguridad o incluso hacen bromas sobre su apariencia para tomar el control antes de ser blanco de burlas. También hay quienes recurren al ejercicio o a dietas como una forma de “recuperar el control”, mientras otras simplemente desaparecen del radar social.
“El enfoque debe ir más allá de frases motivacionales. Hay que intervenir desde la historia de vida, las emociones reprimidas, los aprendizajes familiares y los estereotipos internalizados”, afirma Anderson Gañán, quien insiste en que este no es un problema que se solucione con discursos inspiradores. Para él, entender las raíces emocionales de esta percepción es clave si se quiere transformar realmente el bienestar de las jóvenes.
La investigación no solo visibiliza una problemática común, pero muchas veces ignorada, sino que también propone mirar el cuerpo con otros ojos: los propios, no los impuestos. Porque detrás de cada joven que se siente “fea”, hay una historia que no se cuenta en el espejo, pero que puede marcar la vida entera.
*Redactora de Boyacá Sie7e Días