Por un incomprensible halo de misterio entre académicos, medios de comunicación, columnistas y opinión pública, cuando se habla de trabajar en ciencia, desarrollar investigación, impulsar patentes y hacer innovación se cree que esto solo es posible si hay millonarios recursos, los más cualificados PhDs y costosísimos laboratorios de última tecnología. En parte, esto es cierto, pero no del todo.
La ciencia, la investigación y la innovación buscan ir más allá de las fronteras del conocimiento, por lo que necesitan los últimos desarrollos tecnológicos y los profesionales mejor capacitados. Y ello explica por qué temas como nanotecnología, medicina, astronomía, biología, neurociencias, física nuclear, mecánica cuántica, ingeniería genética e inteligencia artificial, entre otros, se potencian en países con la mejor infraestructura, investigadores y una significativa inversión en investigación y desarrollo (I+D), como Estados Unidos, China, Unión Europea, Alemania y Japón, entre otros.
Hay que reconocer que a Colombia le queda muy difícil por ahora competir en ese ámbito, porque presupuestalmente el Gobierno destina cada vez menos recursos a Minciencias, porque no hay una política pública sobre cuáles son las áreas que el país debe priorizar al respecto, y porque los recursos que destina a la ciencia, por ejemplo, una sola gran universidad de Estados Unidos, supera la inversión al respecto entre todas las universidades colombianas.
Pero eso no significa resignarse y no hacer ciencia, investigación e innovación. Hace pocos días la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) presentó el Índice Mundial de Innovación 2024, donde Colombia ocupa un secundario, aunque nada deshonroso, puesto 61 entre 133 países (en un ranking liderado por Suiza, Suecia y Estados Unidos), y que mide aspectos como publicaciones científicas, actividades de investigación y desarrollo (I+D), inversiones de empresas y solicitudes internacionales de patentes, entre otros.
La innovación como una política pública es una decidida apuesta de país, sus universidades, empresas y, en general, su sociedad, por buscar nuevas formas de hacer las cosas y mejorar las condiciones del entorno, bajo la convicción de que solo quien conoce un tema es el que identifica más claramente sus oportunidades de mejora, y que en un mundo cada vez más globalizado y competitivo, quien se duerme en lo que hace y no innova, termina desapareciendo (como le sucedió, por ejemplo, a Kodak, Xerox, Blackberry, Atari y Nokia, entre otras).
El desarrollo científico se da en todos los campos, y nuestro país tiene mucho que crecer y aportar en aquellos ámbitos en los que ha tenido afortunadas, e incluso dolorosas experiencias, que han marcado nuestra cultura e historia. Por ello es vital potenciar esfuerzos conjuntos entre el sistema universitario, el estado y la empresa para innovar y aportar en temas como, por ejemplo, caficultura, petróleo, pisos términos, minería, uso del agua, emprendimientos de muy diverso nivel y experiencias sociales de alcance mundial como resiliencia, paz y conflicto, inclusión y resocialización, entre otros aspectos.
El mundo, incluso aquellos países poderosos en sus billeteras y condiciones de investigación en ámbitos como nuevos materiales, micropartículas y organismos transgénicos valorarían con enorme sentimiento de humanidad, que naciones como Colombia les dieran luz en algunos de los temas enunciados.
Es posible, solo es cuestión de voluntad política, de no ceder en el intento y de pactar un compromiso interinstitucional para afianzar la competitividad y productividad de Colombia ante el escenario global.
Jaime Leal Afanador
Rector UNAD