La música, como expresión cultural, ha sido históricamente un reflejo de las sociedades que la producen. En este contexto, el reguetón, como género popular y masivo, no está exento de cuestionamientos. La canción ‘+57’, que toma su título del prefijo telefónico de Colombia, ha despertado un debate profundo que trasciende la estética musical para adentrarse en el terreno de los valores, la representación y el impacto cultural.
Más allá de la controversia, ‘+57’ podría ser interpretada como un espejo de nuestra sociedad contemporánea en las dinámicas sociales, económicas y culturales; en este sentido, las referencias a temas como la superficialidad de las relaciones, la hipersexualización de los cuerpos o el culto al dinero no surgen en un vacío: son parte de un sistema globalizado donde el éxito, la riqueza y la apariencia han adquirido un lugar central. Este tipo de música no inventa estas dinámicas, las retrata. Si la canción incomoda, quizás sea porque pone al descubierto verdades incómodas sobre los valores que hemos permitido que se consoliden.
Un punto crítico en el debate es el impacto que canciones como estas tienen en las audiencias más jóvenes. Los defensores del género argumentan que el arte no tiene la obligación de ser pedagógico; su objetivo es entretener o provocar emociones. Sin embargo, dada la influencia que las figuras de la música urbana ejercen sobre sus seguidores, especialmente jóvenes, surge la pregunta de si los artistas deberían asumir una mayor responsabilidad social.
Negar el valor que ha ganado este género en el ámbito cultural sería una exclusión. Como género juvenil urbano, ha dado voz a comunidades históricamente marginalizadas, conectando con públicos diversos y poniendo en el mapa la riqueza cultural de América Latina. La afectación radica en la simplificación narrativa que algunas canciones presentan, dejando de lado las posibilidades de explorar temáticas más profundas y resonantes que fortalezcan lazos humanos y no al contrario.
Esta canción no es solo una simple canción que generó controversia, es un tema que nos hace pensar en cómo definimos los límites entre el arte, el entretenimiento y la responsabilidad. Es una oportunidad para cuestionar esta clase de contenidos en contextos familiares, educativos (el colegio y las universidades en espacios de clases, tertulias, cineforos, clubes de lectura), públicos (bibliotecas, presentaciones musicales en plazas públicas) y otro escenario fundamental: las redes sociales, a través de debates en línea, podcast, plataformas que sirven de puente para influir de manera colectiva y propositiva las diferentes posturas sobre el tema.
Otro punto importante a reflexionar es lo que queremos que la música exprese y desempeñe en nuestras vidas. La pregunta crucial sería: ¿qué estamos haciendo cómo sociedad para fomentar espacios hacia el diálogo crítico frente a este tipo de manifestaciones? Podría ser que el reguetón no sea un problema, sino una realidad a comprender.