La ciudad de Tunja, con su invaluable patrimonio histórico, enfrenta el desafío de equilibrar su rica herencia con las necesidades de un crecimiento urbano sostenible. En entrevista con el Ingeniero Carlos Gabriel Hernández, director de Planeación de Tunja, queda claro que la capital boyacense está en una encrucijada: mantener una visión tradicional de preservación estática o adaptarse a una concepción más dinámica y funcional de su patrimonio. Esta elección no es trivial y marcará el rumbo hacia el desarrollo sostenible o el deterioro de sus recursos culturales.
Para Hernández, uno de los mayores problemas radica en la falta de conciencia ciudadana sobre la importancia del patrimonio. Sin una visión clara y compartida, el Centro Histórico de Tunja corre el riesgo de convertirse en un «monumento inmóvil», admirado, pero desvinculado de la vida diaria de sus habitantes. En otros países, la preservación genera valor económico y cultural, integrando estos espacios históricos a la vida contemporánea. ¿Por qué no aspirar a esto en Tunja?
Con un enfoque adecuado, el Centro Histórico podría transformarse en un eje de desarrollo económico, cultural y turístico, tal como ocurre en numerosas ciudades europeas.
La ciudad tiene el potencial para convertir su historia y arquitectura en motores de crecimiento, integrando espacios públicos, promoviendo negocios locales y enriqueciendo la experiencia de los visitantes. Sin embargo, para que esto sea posible, es imprescindible una revisión de las políticas actuales y la adopción de un modelo que fomente la participación y el acceso al patrimonio. Sin una ciudadanía involucrada y consciente, estos esfuerzos seguirán siendo insuficientes.
Otro reto fundamental es la falta de actualización en el plan de ordenamiento territorial, que data de hace más de dos décadas. Tunja ha crecido de manera importante en los últimos años, pero sus infraestructuras y equipamientos no han seguido el mismo ritmo. La administración municipal ha iniciado el proceso de revisión, pero no es tarea fácil; requiere de la colaboración de todos, incluidas las universidades y organizaciones comunitarias, para asegurar que el nuevo plan responda a las necesidades actuales y futuras de la ciudad.
La ocupación informal de espacios públicos por vendedores ambulantes también plantea un dilema: ¿cómo encontrar un equilibrio entre el orden y la generación de oportunidades económicas? La Dirección de Planeación trabaja en la reubicación de estos vendedores, mientras educa a la ciudadanía sobre el uso responsable del espacio público. Sin embargo, la colaboración de todos los actores es clave para que estas acciones tengan resultados duraderos.
En este sentido, Hernández subraya la importancia de un enfoque educativo y participativo. Si bien existen desafíos, también hay oportunidades. Las universidades y otros actores locales deben integrarse activamente en estos procesos, ayudando a construir una cultura ciudadana que valore y respete el espacio común.
Es momento de que los tunjanos tomen un rol activo en la preservación y desarrollo de su ciudad. Con una visión compartida y un esfuerzo conjunto, Tunja puede convertirse en un modelo de desarrollo urbano que respeta su historia y se adapta a los desafíos contemporáneos. Esta es una invitación a que la ciudadanía participe en la construcción de un futuro que honre su pasado sin dejar de mirar hacia adelante.
En conclusión, el futuro de Tunja depende de nuestra capacidad colectiva para reconocer y valorar su patrimonio histórico, adaptándolo a las dinámicas modernas sin perder su esencia. Como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de participar activamente en los procesos de planeación y ordenamiento, asegurando que nuestras políticas reflejen las necesidades reales y fomenten una ciudad vibrante, donde el pasado y el presente coexistan en armonía. Solo así podremos construir una Tunja que, al mismo tiempo que honra su rica historia, abraza el desarrollo y se proyecta como un referente cultural y turístico en la región.