Hombres y patriarcado: enfrentamiento con la vulnerabilidad – María Teresa Gómez #Columnista7días

Columna Maria Teresa Gomez

Desde los primeros esquemas de organización social, la idea del ‘hombre fuerte’ ha sido central. Este rol, impuesto como defensor y proveedor, nace de una percepción de escasez y competitividad. El filósofo Thomas Hobbes sustentaba que el hombre, por naturaleza, tiende a ver al otro como un potencial enemigo; esta mentalidad de ‘todos contra todos’ encarna la semilla del patriarcado, que se sostiene en una visión de constante amenaza y de defensa de lo acumulado. En este sentido, el ‘otro’ se convierte en una amenaza, un contrincante.

Sin embargo, esta narrativa de dominación no solo oprime a quienes están fuera de ese control, sino que también hiere profundamente al propio hombre. En esta estructura social, mostrar emociones como el miedo, la tristeza o la fragilidad se consideran un peligro para un sistema establecido de autoridad y poder. El sociólogo Pierre Bourdieu lo llama ‘la violencia simbólica’, un tipo de dominación que no solo violenta a las mujeres, sino que, al moldear a los hombres en figuras rígidas e insensibles, limita sus experiencias humanas y su capacidad para conectarse emocionalmente con los otros.

Un concepto clave aquí es la noción de escasez que se tuvo desde las primeras estructuras sociales, donde el hombre debía cuidar lo conseguido para que no fuera arrebatado por otros. En este sentido, la escasez no solo hace referencia a los recursos materiales, sino también a lo emocional. Desde pequeños, a algunos hombres se les programa para considerar el amor propio y el cuidado de sí mismos como actos egoístas, que podrían debilitar su rol protector en el desarrollo de su masculinidad. Esta visión distorsionada de su ser les impide desarrollar el amor y la ternura, cualidades asociadas a lo ‘femenino’, reforzando la división de roles y el aislamiento emocional. La psicóloga Carol Gilligan, en su obra sobre ‘La ética del cuidado’, sugiere que tanto hombres como mujeres poseen la capacidad de empatía y conexión, pero que los sistemas de poder limitan su expresión en los hombres, priorizando la dureza y el control sobre la sensibilidad.

El cambio de paradigma implica una alta dosis de conciencia, donde estén involucradas la empatía y la sensibilidad humana, presentándose como herramientas para desmantelar el patriarcado, permitiendo a los hombres una vida con sentido en lugar de una existencia centrada en el sufrimiento, la acumulación y el poder.

Actualmente, la sociedad avanza en el cuidado personal y en el ejercicio de cuestionar las razones impuestas por un paradigma establecido. Cada vez más hombres se atreven a rasgar el velo de la supuesta masculinidad violenta, reconociendo la vulnerabilidad como una condición natural de todo ser humano. En muchos hombres de la tercera edad, esta fragilidad se convierte en una fuente de sabiduría, haciéndolos más conscientes de su verdadera esencia en el mundo.

El generar cuestionamientos puede convertirse en una confrontación de uno mismo con la programación social. La verdadera estabilidad y éxito podrían residir no en tener control sobre los demás, sino en alcanzar una paz interior y un propósito personal que no vulnere la dignidad de otras personas. Así, el diálogo y la autocomprensión nos invitan a preguntarnos: ¿qué significa realmente ser fuertes? La fortaleza, desde esta perspectiva, puede ser la capacidad de convivir con el propio miedo y de vivir en conexión y equilibrio con tu ser, redefiniendo el poder como una fuerza compartida y no como una dominación impuesta.

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