El gran valor de la gratitud – Jaime Leal Afanador #ColumnistaInvitado

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En el libro Trabajo Inteligente Productivo -TIP me referí a la gratitud como “una virtud indispensable, aunque lastimosamente cada vez es más escasa en el comportamiento humano. Ella se refleja en un sentimiento genuino y transparente que identifica a una buena persona, al buen ser ciudadano y al buen ser trabajador”.

La gratitud se manifiesta tanto individual como colectivamente y es un reflejo en el enfoque social de un actuar ético, sin esperar nada a cambio. Es la expresión de un comportamiento de manifestación espontánea, no calculada que nace del verdadero interior de cada uno y se puede esparcir como parte de una cultura de calidez humana.

En el interés de fortalecer el clima laboral y la cultura del servicio solidario de una organización TIP, la gratitud debe expresarse como un gran avance organizacional por cuanto su logro colectivo es tal vez el mayor desafío como indicador del crecimiento individual logrado dentro de una empresa o causa social cualquiera ella sea.

Todos, salvo personas soberbias, narcisistas, orgullosas y con conductas que rayan en lo social, deberíamos agradecer para reconocer a otro u otros y así ser genuinos con quienes nos aportan mucho o poco.

Dar gracias no debe sugerirse como un acto mecánico, porque así lo acostumbra la sociedad y así nos enseñaron desde pequeños. Saber dar gracias no es solo una norma de convivencia, sino una manifestación sincera de respeto y de reconocimiento mutuo: cuando damos las gracias con la devoción desde nuestro ser, estamos siendo leales y coherentes.

Agradecer es también una forma de expresar que en las relaciones humanas todos dependemos de todos, que incluso quienes tienen más también necesitan de otros y que a la vez ayudar a los demás contribuye al bienestar de las personas.

Pero las gracias verdaderas son las que nacen desde el corazón, inspiradas por el verdadero amor, aprecio, recuerdo, incluso su expresión no verbal puede ser una bella sonrisa. No en vano Lao Tse le definió como “la memoria del corazón”. Es una forma de no olvidar al otro u otros y de llevar en nuestro recuerdo y sentimiento lo que otros hacen por nosotros. No importa la magnitud del motivo que lleve a agradecer quien recibe un agradecimiento sincero percibe si quien lo expresa lo siente realmente, porque su actitud, su gesto facial y su disposición anímica van más allá del vocablo “Gracias”.

A veces la ingratitud se disfraza de hipocresía, llena de elogios banales y contradictorios al sincero comportamiento grato. Quien agradece reconoce el valor de la amistad, está pendiente del otro y de los demás y sabe claramente que todos los humanos nos necesitamos unos de otros y que debemos valorar todo lo que tenemos y todo lo que se nos da; el comportamiento hipócrita aparenta valorar y reconocer el aporte del otro que incluso en varios casos se da en medio de las dificultades, porque quien otorga de verdad sabe que la lluvia es siempre previa a un bello arco iris.

El ingrato/a siente que todo lo merece incluso sin aportar valor alguno, porque no conoce del esfuerzo real y de la tenacidad verdadera, para agradecer, es indispensable poseer la fuerza para comprender lo que significa la superación personal; el haber vivido la limitación sirve para valorar lo que con esfuerzo se obtiene y se entrega.

Por eso, una persona agradecida bendice su entorno y nunca maldice las dificultades, a las que siempre ve como oportunidades. Las riquezas y limitaciones que nos da siempre la vida nos llevan a reconocer el valor del otro en la interacción, el trabajo en equipo, las causas compartidas y la solidaridad extendida.

La gratitud es por consiguiente un generador de la armonía expresada en nuestra disposición para dar sin esperar recibir; ella nos coadyuva para avanzar positivamente ante los retos de la vida, porque con el pasar de los años, no son las gracias formales, ni los aplausos, ni los detalles, ni los abrazos entregados por apariencia lo que vale. Lo que realmente tiene valor y lo que llena el espíritu son las palabras y reconocimientos honestos, las muestras de agradecimiento con expresiones transparentes que se sienten porque nos hinchan nuestro corazón de buenos sentimientos y nos roban una eterna sonrisa porque provienen de amistades leales, verdaderas y desprendidas de cualquier interés por obtener algo a cambio.

Jaime Leal Afanador

Rector UNAD

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