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Colombia, el mejor vividero del mundo: Del sueño a la realidad – Jaime Leal Afanador #ColumnistaInvitado

Como rector de la más grande universidad de Colombia, con presencia en más del 90 % del país y proyección internacional, viajo con frecuencia, en ejercicio de mis responsabilidades, a diversos municipios del país y escucho, con orgullo, decir a sus habitantes que residen en “el mejor vividero del mundo”. Para ello describen el valor de sus gentes, las bondades del clima, su fauna, flora, paisajes y comidas típicas, entre otros aspectos.

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Pero, aunque hay distintas clasificaciones sobre mejores sitios para vivir, es imposible decir que en los aspectos mencionados una región supera a otra. Cómo desconocer, en Colombia, que cada una de nuestras regiones y territorios ofrece variadas oportunidades para el disfrute de la vida donde la colombianitud, es decir, nuestra actitud afable y cálida como habitantes de esta maravillosa nación, se nutre del vigor de sus etnias, su bella música, danzas y bailes por solo citar solo algunas expresiones. 

Ni qué decir de la variedad de climas, ríos y afluentes hídricos, desiertos, selvas y paisajes, para todas las miradas y gustos. Las planicies que se fusionan con el cielo en el horizonte; el contraste con el frío y el hielo de nuestros Parques Nacionales; las extensas, cálidas y maravillosas riquezas marinas y las hermosas playas de los océanos que nos bañan el Atlántico y el Pacífico; la belleza del mar caribe; o la fertilidad y profundo verde de las tierras andinas, entre otros. Por eso decimos que poseemos bellezas naturales para todos los gustos en la tierra de los mil colores.  

Ahora, ¿si estas condiciones y características existen que nos falta para llegar a ser realmente el vividero feliz que aspiramos? cómo y cuáles son las expectativas que aun nuestra gente anhela vivir y por qué millones se han ido a buscarlas a otros lugares del mundo? La corrupción nos depreda, la inseguridad nos rodea en todo tipo de territorios citadinos y rurales, la falta de empleo y la ausencia de una suficiente oferta de servicios de toda índole, desmotivan y llevan a que las personas se sientan lejanas al bienestar en su propio terruño como espacio de sana convivencia. 

Entonces me pregunto, ¿qué nos falta para ser realmente, el mejor vividero del mundo? Valorar el lugar propio como el mejor vividero es algo subjetivo, que generalmente se explica además de lo señalado con la economía en creciente evolución, las oportunidades laborales permanentes, la eficiencia de los servicios básicos públicos, la seguridad integral, las vías existentes en buen estado, el transporte público multimodal y eficiente, las opciones laborales, la tranquilidad para la vida en familia, el acceso a buenos prestadores de salud, a la buena educación, el afianzamiento de la cultura, el deporte, el arte además del entretenimiento variado para todos los gustos, la transparencia en el uso de recursos públicos, la credibilidad en los lideres, entre otros muchos más.

Pero, incluso con los reparos que tengamos a nuestro entorno, las respuestas para convertirnos en el verdadero mejor vividero del mundo, se podrían encontrar  en la acción colectiva y proactiva si es que el corazón y el espíritu de cada uno de nosotros así lo decidiera para dar vuelta al círculo perverso de desesperanzas que se han acuñado en la vida de cientos de nuestras generaciones pasadas; hoy somos como sociedad parcos y autistas  ante las alternativas y formas de participación ciudadana efectiva; al cambiar societariamente asumiríamos también para nuestra vida el ejercicio efectivo de nuestra ciudadanía que nos depara derechos y deberes. 

Disfrutar la vida en todos los sentidos y sensaciones, no debe ser una meta o un destino de un largo camino de la existencia, sino del día a día. Quien realmente construye su mejor vividero no es quien añora lo que falta sino quien es capaz el viaje de la existencia para coadyuvar a transformar las dificultades en respuestas viables para solucionarlas, porque eso hoy es importante repensarnos en nuestro rol ciudadano y en la manera como la educación influya para formar grandes personas, ciudadanos de bien y líderes capaces de reconocer que este mundo  colombiano posee todas las potencialidades para ser el mejor vividero del planeta.  

Jaime Leal Afanador

Rector UNAD

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