
Se les conoce e identifica como ésas prendas que sirven para cubrirnos las cabezas, sean de telas finas, terciopelos o fieltros, con copas y alas o capelinas, tipo cazador, casual, clásicos o muy elaborados con finas fibras o paños, pescador, deportivos, de playa o muy finos, con encajes o velos, cintillas, flores, herraduras, botones, vueltas, diseños y escudos que dan su imponencia y elegancia.
Esos ya no son sólo para cubrir defectos, proteger, dar elegancia, complementar vestimenta o canjear sudores, cabellos, y hacer el ridículo -en supuestos intercambios protocolarios- para justificar una burla a las víctimas y dejar un sinsabor y hasta generar cismas o divisiones, no por el color, el tejido, el tamaño, sino porque si buscaban enviar un mensaje lo hicieron en el sentido contrario porque escudados en una hecho de paz, no representa a quienes con pundonor lo utilizan para resguardarse en sus labores o faenas de trabajo, agrícolas, campesinas y tareas diarias.
La historia los remonta al siglo quinto, antes de Cristo, o hace 27 mil años, por allá en Grecia o República Checa; en fin de donde sean pero su evolución hoy los ponen sobre las cabezas de muy representativos inteligentes o las de normalitos y hasta las de mafiosos, bandidos, matones y personajes que se cubren para hacer de las suyas y ahora recibir títulos de gestores, pasando por sobre las masacres que hoy no siguen sacando lágrimas.
Pero la culpa no es de los sombreros o pavas, ni de sus denominaciones o nombres, ni de sus creadores que rinden homenaje a regiones del país, del mundo, sino a mal utilizarlos para crear imaginarios o construir marcas que no se compadecen con esos que nos dan orgullo en tribunas, escenarios, eventos, deportistas, artistas, políticos y desfiles; sino que el daño se lo hacen quienes no respetan los himnos, las ceremonias, los protocolos, las reuniones sociales y hasta las convocatorias públicas, que son sus pretextos para seguir urdiendo, no los materiales artesanales, sino maquinando y tramando un cacareado acuerdo nacional, para alfombrar caminos tortuosos.
Y es que tan pomposa iniciativa, que con sus cinco puntos, propuestos como compromisos o estrategias, debería tener en cuenta la numerología que conlleva despertar espiritual, crecimiento personal, y por coincidencia la dualidad de su inspirador, para hacer de gran estratega o reafirmarlo.
Ya jugarán para cambiar las reglas de juego, naufragar con el proyecto de ley para hacerse reelegir, seguir dividiendo y a la voz d consensos ir desarrollando sus planes b, c y hasta la z… para no salir de la zona de escudarse en que son los elegidos por el pueblo, y pueden hacer y deshacer, amparados en un montar escenas que duelen a las gentes de bien, y así sucede por el territorio local y regional. Esas cinco alharacas son las mismas de hace 60 o más años y ahí no pasa nada.
A preocuparnos todos no de que comenten del valor de lo que se hace, sino del cómo y el paraqué.
Violencias para con las armas de la justicia social buscar equilibrar la naturaleza, y la supuesta vida, sin dejar de tener en cuenta a las élites y con todos las habilidades de decir una cosa en la mañanas modificarla en la tarde y atreverse a negarla en la noche, porque en la madrugada habrá otra mirada o imposición, con mentiras y argucias… será la constante en los extenuantes meses y horas que vienen. Todos, bien o mal, pertenecemos a minorías, pero iguales en la gran mayoría de la sociedad.
Y surge una sencilla pregunta, sin respuesta, porqué sobre unas bases mínimas… en vez de subirle el nivel y hacerlo sobre las máximas, para que haya credibilidad y garantías en quienes confían en sus mentiras, en las de siempre y en las que no se dejarán de poner en las mesas de la politiquería. Nos pondremos uno de fique, muy orgullosos de la región, para abrigarnos del tal acuerdo.