Una quijotada que perdura – Gustavo Núñez Valero #CrónicasYSemblanzas

En dos meses, o máximo tres, entrará en circulación mi último libro: “Dándole vida a la vida” que es el perfil extenso del empresario Luis Vargas Gutiérrez. Hoy deseo compartir con los lectores de la sección “Crónicas y semblanzas” del portal Boyacá Siete Días, el capítulo en donde presento uno de los más osados emprendimientos de este paipano por adopción y soatense de nacimiento: el Barco Libertad.

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En 2014 sorprendió la aparición de un barco sobre el espejo de agua del Lago Sochagota, en Paipa, ciudad situada en el centro de Boyacá a 2526 metros sobre el nivel del mar. Lo construyó el empresario Luis Vargas Gutiérrez, apoyado por su familia.

El Sochagota es un lago artificial que no existía cuando, procedentes de Soatá, sus padres llegaron a vivir a Paipa en 1937. Fue casi 20 años después de estar viviendo allí cuando el entonces presidente de la República, el boyacense Gustavo Rojas Pinilla, para incentivar el turismo en esta población, creó este atractivo, en el sitio donde existía una pequeña laguna.

—Lo último, mi mayor quijotada, es el Barco Libertad.

—¿En qué momento le surgió la idea de construir un barco?

—Dada mi vinculación en Paipa a todos los eventos importantes y por mi contacto permanente con el turismo y con los dueños y gerentes de los hoteles, en algún momento, Jorge Triana, por entonces gerente de los hoteles de Colsubsidio en Paipa, planteó la idea de poner a navegar una embarcación en el lago Sochagota para atraer turistas. Me invitó a participar en el proyecto. Varios hoteleros de la ciudad acogieron la iniciativa

Jorge Triana acepta que él le transmitió la inquietud a Luis Vargas, pero la idea no fue de él sino de un huésped de uno de los hoteles de Colsubsidio, quien le dijo:

—Hola, ¿por qué no hacen un barco?

Triana le respondió:

—Pues sí, es una buena idea.

Triana afirma que a partir de esa conversación comenzó a hablar del asunto con quien le había hecho la propuesta que curiosamente era de apellido Vargas

—Él, de repente, viajó a los Estados Unidos, en donde había trabajado antes, quedando la inquietud en el aire.

Como el proyecto era sugestivo, le quedó dando vueltas en la cabeza. Un día que se encontró con su amigo Luis Vargas le comentó el asunto.

—Hola Luis, este lago está sin utilización turística,  hace falta un barco.

Justo por aquellos días, Luis estaba comenzando a estructurar sus proyectos turísticos de Camino Histórico y Posada Corinto. Sin dudarlo, apoyó la inquietud y se integró con los hoteleros para hacer realidad tal propósito.

Por haber viajado tanto al exterior, sabía que alrededor de los lagos se levantan grandes desarrollos turísticos. De inmediato se convirtió en el principal impulsor de este proyecto. Con Jorge Triana y los demás hoteleros interesados comenzó a reunirse frecuentemente. El proyecto fue tomando forma. Llegaron a un punto en que debieron definir si construían un barco o un planchón. Finalmente optaron por el primero.

El entusiasmo de Luis fue tanto que pronto estuvo a la cabeza de la iniciativa. Se convirtió en el impulsor determinante. Viajó a la costa norte de Colombia, se entrevistó con expertos en la materia.

Luego de las consultas y analizada la situación, los promotores concluyeron que debía acudirse a un ingeniero naval para su diseño. Así se hizo.

Cuando los hoteleros conocieron la cifra que cobraba el ingeniero naval y calcularon el valor total del proyecto, comunicaron su decisión de no participar, dadas las altas cifras que se requerían. Luis, por su parte, continuó empeñado en seguir adelante.

Cuando Luis vio que había quedado prácticamente solo, se reunió con su esposa y sus hijos y les planteó el deseo que tenía de concluir lo que se había iniciado. Todos lo respaldaron.

Jorge Triana manifestó la intención de acompañarlo a título personal, advirtiendo que sería un socio minoritario. Al poco tiempo le vendió sus acciones a Luis.

Para concretar la decisión familiar, los Vargas Segura optaron por actuar a través de una de sus empresas: Perfiles Malpensa. El diseño lo contrataron con el ingeniero naval Jorge Oramas.

En el taller de Perfiles Malpensa, situado en el sector de Corinto en Paipa, al lado de la Posada y del Centro de eventos Camino Histórico. Luis, en su condición de ingeniero mecánico y de experto metalúrgico se puso al frente de los trabajos. Contrató personal de la región.

Antes de acometer cualquier labor, solicitó al Ministerio de Transporte la licencia para Perfiles Malpensa de astillero naval. Esta le fue conferida a través de la resolución 222 del 3 de febrero de 2014.

—Los trabajos de construcción del barco los iniciamos bajo la absoluta convicción de que debíamos cumplir con todos los estándares de seguridad y calidad, al igual que con la permanente supervisión de un ingeniero naval —asegura Luis.

En la ejecución de este trabajo, Luis pidió la colaboración de expertos constructores de carrocerías de vehículos, entre ellos el propietario de Autobuses AGA, Armando Gutiérrez Acevedo y de Jairo Acevedo, de TRACTEC.

Una vez terminadas las distintas partes de la estructura, debió buscar un sitio contiguo al lago para montarlas. Logró que el Instituto de Fomento Industrial de Boyacá, Infiboy, le arrendara un lote. Hasta allí trasladó las seis partes en que habían dividido el barco. Concluido el montaje, inició la etapa de acabados. Para el efecto fue contratado un arquitecto de Duitama, a quien Luis Vargas y su familia le expresaron el deseo de lograr elegancia, funcionalidad y modernidad en todos y cada uno de los espacios de la embarcación. En esta fase del proceso también intervinieron expertos decoradores e instaladores eléctricos y tecnológicos.

Terminado el barco, el gran dilema que debió enfrentar Luis fue: ¿cómo trasladarlo desde tierra firme hasta el lecho del lago? Después de múltiples investigaciones, estableció contacto con un ingeniero naval de Cartagena, quien le dijo: “la única forma de poner el barco en el agua es con unos inflables que tenemos disponibles. Yo le hago ese trabajo por $10 millones”. Así lo hicieron.

—El Barco Libertad tiene 26,5 de eslora (largo), 6 metros de manga (ancho), 35 centímetros de calado (profundidad), 40 toneladas de peso, dos motores fuera de borda. Dispone de una planta eléctrica Diesel para darle energía eléctrica a todo el barco. Cuando está estacionado se conecta a la red eléctrica y al alcantarillado de Paipa. Está capacitado para transportar 100 personas —revela Jorge Andrés Vargas, quien ha estado al frente de su funcionamiento.

Sobre el capitán del barco, rememora Jorge Andrés que al comienzo contrataron a un capitán de fragata, quien no se adaptó porque estaba acostumbrado a manejar embarcaciones de gran calado. Para reemplazarlo, él tuvo que capacitarse y asumir esa labor. Ahora el capitán es un paipano que recibió la preparación de parte de personal experto en escuelas navales de Cartagena y Santa Martha.

Los recorridos rutinarios duran una hora y se realizan los fines de semana y días festivos. Además de este servicio, allí se llevan a cabo actos sociales para familias y empresas.

—¿Qué dicen los pasajeros durante los recorridos?

—Que el paisaje es muy lindo y se parece a Suiza —responde Jorge Andrés Vargas.

En la pandemia, el barco estuvo inactivo durante 10 meses.

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El periodista boyacense Harvey Yecid Medina ha sido uno de los usuarios del Barco Libertad.

—Yo hice una cosa que pudo sonar muy loca en su momento.

Relata que gracias a la amistad con Luis Vargas Gutiérrez logró celebrar en esa embarcación el bautismo de su hijo Andrés Felipe.

—Le pedí el favor a un sacerdote que oficiara ese rito. Él tuvo que solicitar el permiso correspondiente en la parroquia y en la diócesis, porque la iglesia católica es muy rigurosa en el protocolo para la celebración de este sacramento. Mientras el barco iba navegando se fue realizando la ceremonia. El bautismo se inició a las nueve de la mañana y duró tres horas, incluida la recepción, amenizada por un grupo musical. Además de mis familiares invité a varios amigos y, desde luego, allí estuvieron presentes Luis Vargas y su esposa, la señora Carmencita.

Diez años después de haber sido lanzado a las apacibles  aguas del lago Sochagota, este emprendimiento de un  boyacense audaz sigue siendo instrumento de disfrute pleno de las bondades naturales del pintoresco, fértil y encantador valle de Paipa.

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