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El ejemplo ético formativo y su importancia para la vida de todas y todos – Jaime Leal Afanador #ColumnistaInvitado

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Idealmente la conducta humana debería estar orientada en torno de los grandes objetivos de vida y de los anhelos de lo que queremos ser, tener o aportar.

Mientras que lo más importante para unos puede ser tener bienes materiales cultivando antivalores que  generalmente degradan en soberbia y egolatría  usan ese poder para dominar congéneres y así usufructuarlos en multiplicidad de formas; por el contrario hay otros que con riqueza y poder lo usan en causas para servir a otros  como referencia de su humildad y gratitud a la vida.

En este claro oscuro del camino de la existencia estos propósitos se construyen en el día a día de cada ruta individual; en ese camino se reflejan todo tipo de matices y les sucede a millones que ante las primeras derrotas  al buscar sus propósitos vayan perdiendo el entusiasmo por ese esquivo logro y que por circunstancias adversas y diversas al final les hace desistir en su búsqueda generando sentimientos de frustración y disminuyendo la autoestima al final

Para otros miles, la vida sonríe ganando reconocimientos al consolidar sueños con esfuerzo y disciplina y además porque han sabido cultivar amor, felicidad y en especial los valores humanos en la propia familia y destacando dentro de una sociedad representada en comunidades, sectores, gremios y diversidad de organizaciones. Es en ese último sentido donde se logran demostrar con hechos y resultados diferenciadores lo que una vida bien llevada se logra aportar a una comunidad particular o a la sociedad en general.

¿Qué es lo que a usted querido lector le hace más feliz?: Las respuestas de seguro serán tan diversas como abundantes desde los talentos e inteligencias de quienes lo hagan, esa es nuestra naturaleza humana; a lo largo de la vida cada uno tiene una  respuesta positiva o negativa; o a lo mejor intermedia o mínima para sus propósitos y así la vida se hará dura en circunstancias,  que por diversas situaciones  pueden ensombrecer el entusiasmo para concluir que la felicidad no existe y buscaran refugio y paz en el dios que profesen, y otros en su postura agnóstica dirán que la suerte no les sonrió, en fin…

Todo lo descrito de la manera más simple posible  conlleva a retar a la educación para que coadyuve efectivamente la conducta y la disciplina que oriente a niños y jóvenes para que la motivación y persistencia fluya en ellos conscientemente; el nuevo rol docente deberá incidir  pedagógicamente para que cada niño y joven forjen su existencia desde los valores humanos y en oposición a diversos antivalores que desafortunadamente en esta época parecieran ser cada vez más generales y visibles en las formas de comunicar para agredir física y moralmente y en casos extremos no respetar la vida propia o la de los demás.

En síntesis, la educación recobrara su importancia cuando siembre sin distingos en las mentes y corazones de sus estudiantes el respeto a la vida, honra propia y de los demás; cuando se aprenda a discernir para  valorar  lo ético y lo no ético; cuando quede claro que  por encima de la riqueza material más vale jugarla por enriquecer el propio intelecto y desde allí nuestro espíritu; cuando el deber básico es cumplir la palabra, respetar las normas y el dar ejemplo a los otros, entre otros aspectos que irán variando según el propósito de cada vida.

Una persona integral es la que coadyuve junto a la familia una buena educación donde quede claro que cualquier propósito se logra cuando se prioriza el trabajar duro y el interés de formarse es para saber más, con el valor agregado de aplicar el conocimiento desde la solidaridad en clave de servicio.

Esto conlleva a ver la vida desde diferentes ópticas en donde la educación influya para establecer buenas relaciones desde el compromiso, los objetivos, el respeto y la convivencia y así, se aprenda a dirimir conflictos y se contribuya a eliminar las polarizaciones entre congéneres.

Pretender que todos vivamos los mismos objetivos es imposible, aunque si es posible compartir propósitos de bienestar social, por ejemplo, el respetar y ser solidarios contribuye a que queramos la paz, todos tenemos caminos diferentes para alcanzar lo que nos propongamos es cierto, pero para ello debe primar siempre no hacer daño a los demás.

Por eso más allá de las diferencias, el diálogo con nuestros amigos y demás semejantes es el primer paso para identificar cómo, pese a las individualidades, es posible con comprensión y respeto, avanzar juntos en la construcción de una sociedad justa, equitativa y solidaria, pero sobre todo en construcción de la paz verdadera.

Jaime Leal AfanadorRector UNAD

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