Ninguno de los amantes sabe que detrás de la habitación que alquilaron en ese hotel, hay un agujero con una cámara instalada desde dónde un voyeur ha grabado su encuentro íntimo. Afuera ha comenzado a llover; lluvia helada, lluvia sucia con más aspecto de vidrios rotos que de agua. Vienen tiempos difíciles, pronosticó el intruso pensando en el momento en que la grabación llegue a las manos de la mujer que lo contrató.
Lo primero que ella descubrió después de ver cómo, ese hombre que juró ante el altar serle fiel hasta la muerte, se entregaba ahora como un adolescente en un juego de besos y caricias ardientes a esta joven y hermosa mujer, era que él, a sus sesenta y cinco años, era todavía un buen amante. Pensó en que hacía ya mucho no lo era con ella. Y, a decir verdad, Adriana en esta etapa de su vida ya no quería que lo fuera. Tampoco había sido esa su prioridad nunca. La otra gran revelación le pareció muy curiosa: no tenía rabia, ni celos; también reconoció que hacía mucho tiempo dejó de tener esos sentimientos hacia su esposo.
Esa pasión con la que llegó al altar y la seguridad de amarlo hasta la muerte se había transformado con el correr de los años en algo cada vez menos intenso. Sentía cariño y respeto, pero lo veía más como un compañero con el cuál compartía en lo cotidiano muchas cosas. Ahora constataba que nunca hubo nada parecido a lo que mostraba la grabación.
Tan pronto llegó a su casa escribió una carta en la que le daba gracias por todos los años que pasaron juntos durante los cuales fueron muy felices, o al menos ella lo pensaba así; también le agradecía por sus hijos, pero más le agradecía por su infidelidad, pues gracias a ella sintió que despertaba, que algo muy fuerte en su interior renacía impulsándola a volar tras esos sueños que había abandonado por estar al lado suyo. No hizo un solo reproche. Es más, deseaba de todo corazón que fuera muy feliz. Dobló la carta y la dejó con el video en la mesa de noche.
Por primera vez en muchos años se sintió libre y feliz de tomar una decisión por ella misma. Empacó algunos de sus libros preferidos, la computadora, el cuaderno de notas, luego hizo la maleta. Subió a su carro con paso firme y se fue sin rumbo claro, y sin ningún remordimiento.
Gladys Navarrete Sicachá. Nacida en Bogotá noviembre de 1.953.
Maestra de preescolar, con amor a la literatura desde muy joven, pero solo hasta la edad adulta pudo empezar con el sueño de escribir gracias al proyecto Historias en Yo mayor. Este espacio le abrió las puertas y brindo las bases para explorar en el mundo de la escritura. Escribía cuentos para niños inspirada en sus nietos quienes han sido su mejor público. Encuentra en el mundo Espiritual un lienzo con el cual sentirse inspirada, para así mismo inspirar a otros a través de sus escritos.
Los escritores interesados en participar en este espacio dominical, deben enviar sus trabajos a nombre del escritor, Fabio José Saavedra Corredor, al correo: [email protected].
La extensión del trabajo no debe exceder una cuartilla en fuente Arial 12. El tema es libre y se debe incluir adicionalmente una biografía básica (un párrafo) del autor.
Los criterios de selección estarán basados en la creatividad e innovación temática, el valor literario, redacción y manejo del lenguaje y aporte de este a la cultural regional.
Todos los domingos serán de Cuento y poesía, porque siempre hay algo que contar.