La belleza de lo cotidiano – David Sáenz #Columnista7días

En estos días hay mucho cansancio, personas estresadas, ansiosas y angustiadas por temas laborales y por deudas. Es común percibir en las conversaciones cotidianas el agotamiento de muchas personas. Incluso, hay quienes sienten que son esclavos de un sistema, especialmente porque no tienen tiempo ni siquiera para disfrutar lo que trabajan, o porque, aunque saben que no son felices, los compromisos, especialmente económicos y sociales, no les permiten tomar otros caminos.

Precisamente, en uno de los días en  que le escuché a una persona hablar sobre el tedio y el cansancio, vi una película de Wim Wenders, «Perfect Days«. En el largometraje sucede todo lo contrario a ese tedio y a ese cansancio de vivir. Ver la película fue como sumergirse en una narrativa donde lo cotidiano se transforma en poesía, donde lo simple y lo bello se hacen protagonistas. Wenders, a través de su lente, nos muestra cómo la rutina y las pequeñas acciones del día a día pueden ser fuentes inagotables de reflexión y deleite. Sin embargo, para que eso se logre hay que renunciar a la idea de éxito, al prestigio y al ego necesitado de atención a toda hora.

En «Perfect Days», Wenders nos presenta a un protagonista que ha renunciado a los valores tradicionales de éxito y reconocimiento para encontrar una forma de libertad personal. Este rechazo a las expectativas sociales se convierte en una afirmación de autonomía y autenticidad, un recordatorio de que la verdadera libertad reside en la capacidad de construir un “carácter que sea nuestro propio destino” (Heráclito de Éfeso) .

En lugar de seguir el camino marcado, el personaje principal, Hirayama, elige una vida que, a simple vista, puede parecer modesta, pero que está llena de un carácter propio.

La sencillez es el tejido que recorre «Perfect Days». El protagonista, a través de sus actos cotidianos, nos muestra que hay una belleza inherente en la vida sencilla. No se trata de renunciar a las aspiraciones; al contrario, se trata de no renunciar a la vida. A veces no nos damos cuenta de que realmente canjeamos la vida al creer religiosamente en la idea del éxito y los valores establecidos.

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