¿El infierno son los otros? – David Sáenz #Columnista7días

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Hay expresiones que, de tanto repetirse, no se analizan. Una de esas expresiones es la famosa cita de Jean-Paul Sartre: «El infierno son los otros». Generalmente, la gente la usa para hablar de la dificultad de convivir con los demás, incluso con un cierto aire de arrogancia, insinuando que los otros son malos y que uno mismo es bueno. Sin embargo, este es uno de los problemas de no leer la fuente de donde la frase fue extraída.

«El infierno son los otros» es una expresión que se encuentra en la obra de teatro, A puerta cerrada de Jean-Paul Sartre. Garcin, uno de los personajes centrales, la pronuncia cuando se da cuenta de que el infierno no es ese lugar o estado en el que la tortura se ejerce con armas, fuego, metales o golpes, sino con la imposibilidad de relacionarse compasivamente con los demás. Garcin dice esa expresión después de haber intentado desarticular la estrategia de opresión de los administradores del infierno, quienes desean que él se torture y torture a sus dos acompañantes a través de los juicios y de sacar lo peor de cada uno.

La obra es una manifestación de que el infierno no son los otros, sino que el infierno es uno mismo. El infierno soy yo cuando no soy capaz de hacer un examen crítico de mi relación con los demás. El infierno soy yo cuando me creo perfecto y pienso que los otros, en cambio, están llenos de imperfecciones.

La frase de Sartre es una invitación a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en las relaciones interpersonales. Es fácil culpar a los demás por nuestras dificultades, pero en última instancia, el verdadero conocimiento de sí mismo revela que muchas veces somos nosotros quienes, con nuestros juicios de valor, inseguridades y complejos de inquisidores, les creamos a los otros y nos creamos a nosotros mismos pequeñas y horripilantes habitaciones infernales.

Al entender «El infierno son los otros» como una proyección de nuestros propios miedos y fallos, podemos empezar a trabajar para que los otros, que actúan como nuestro espejo, no se transformen en armas de tortura.