El 09 de febrero se celebra en Colombia el día del periodista. Esta rememoración puede servir como ritual para traer a la memoria a tantos mártires de la palabra en Colombia. El país es uno de los más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Según la Flip (Fundación para la libertad de prensa), en Colombia se han asesinado a 165 periodistas por causa de su oficio.
Lo anterior resulta aterrador, dado que si un Estado no es capaz de brindar las garantías a quienes ejercen la labor de preguntar por el presente y por lo que va aconteciendo en él, resulta que no se vive en una democracia moderna, sino en un régimen con tintes fascistas y totalitaristas.
Al pensar en totalitarismo, inmediatamente se me viene a la cabeza la novela distópica de George Orwell, 1984. En ella hay un concepto que se utiliza para referirse a las personas que son enemigas del sistema, y que, por consiguiente, tienen que ser eliminadas: evaporación. Sin embargo, su eliminación es total, es decir, no se deja huella de que la persona haya existido alguna vez. Evaporar a alguien consiste en eliminarlo de la memoria colectiva e individual.
Aunque en el libro parece que ese proceso de evaporación es inmediato, puede que sea solo un elemento narrativo y que en la práctica el proceso haya sido un poco más lento, pero eso sí, efectivo. Tal como puede estar sucediendo en Colombia.
Al pensar en el día del periodista recuerdo al gran Guillermo Cano, que parece que ha sido evaporizado, así como los personajes de la novela orwelliana. Esto lo constatamos con algunos estudiantes. Hicimos el ejercicio de hacer una encuesta en la que le preguntamos a quienes nos fuésemos encontrando en el camino, si sabían quién era Pablo Escobar y quién era Guillermo Cano. Los estudiantes hicieron una estadística sencilla en la que descubrieron que todas las personas con quienes conversaron sabían quién era el capo, en cambio, muy pocas sabían quién era el periodista.
En uno de los episodios del Podcast de María Jimena Duzán, A fondo, titulado, Guillermo Cano, contado por sus discípulos, se recuerda que la viuda del periodista hizo una pregunta llena de consciencia ante la Comisión de la verdad: ¿por qué la sociedad colombiana recuerda más a Pablo Escobar y nadie sabe quién es Guillermo Cano?
Así como en 1984, en Colombia parece que sólo queda en nuestra memoria lo que los enemigos de la libertad de prensa desean.
Tal situación me hace preguntarme por la responsabilidad con la construcción de la memoria que han tenido las escuelas, las universidades y la sociedad del espectáculo, pues parece que han contribuido enormemente en el proceso de evaporación de los enemigos del sistema. ¿Cómo es posible que permitamos que personas como Guillermo Cano y tantos otros sean evaporadas? ¿Qué tipo de sociedad es aquella que sabe más del narcotraficante, que de un libre pensante, escritor y periodista?