Cuando la vida se convierte en Fake News – David Sáenz #Columnista7días

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Casi todas las vidas en las Redes Sociales son felices, tanto así que cuando las miramos desde la pantalla parece que nuestras vidas son un fiasco. Eso sentí hace unos días. Una amiga publicó fotos de un viaje a la costa; fotografías hermosas y llenas de sonrisas. Mientras tanto yo me encontraba lleno de trabajo y anhelando unos días más de vacaciones. Por un momento sentí que la vida de mi conocida era realmente feliz y que, en cambio, mi vida parecía la de un autómata.

Al seguir viendo fotos en las redes sociales notaba que las vidas de casi todas las personas son muy felices, carentes de tristezas, de preocupaciones y de ansiedades. Todos y todas comen bien, viajan, tienen los trabajos soñados, mascotas ilustres, amigos entrañables y amores de ensueño. Y pues bueno, cuando uno, desde su lugar ve eso, en donde casi no queda tiempo para muchas cosas y en donde ver a los amigos es cada vez más difícil, esas historias son una bofetada. 

Dado que estaba viendo mucha felicidad en las redes decidí apartarme un poco. Ya tenía suficiente con tantas ocupaciones para que el poco tiempo que me quedaba lo utilizara como el espectador de la felicidad de los demás. 

Pasaron varios días sin entrar a redes sociales. Hice otras cosas, vi películas, leí, salí a caminar.

En una de esas caminatas me encontré con mi amiga. La saludé con alegría y me imaginé que la vería rejuvenecida y feliz, tal como la veía en las fotos de su viaje a la costa. Sin embargo, me hallé con la imagen de una mujer cansada y triste. Sus rasgos me sorprendieron. Entonces para evocar algo alegre en su memoria le pregunté por el viaje. Me respondió con decepción. Me dijo que el viaje había sido muy triste, pues lloró casi todos los días porque se sentía triste y sola. También me dijo que los dolores del espíritu le han hecho doler el cuerpo.

Con sorpresa ante su relato le dije con cierta imprudencia: ¡Pero te veías tan feliz! En ese momento sonrió, parece que eso sí la alegró un poquito. Que yo haya confirmado que había visto sus fotos y que la había visto feliz le sacó una gran sonrisa. Conversamos un poco más, nos despedimos y me fui a casa pensando que mis días no estuvieron nada mal. Así mismo, pensé en la trampa, en la que caí al creer que la representación que hacemos de nosotros mismos en las redes sociales coincide con la realidad.

Unos días después, entré a las Redes Sociales, vi una foto de mi conocida bailando, “feliz”. Deseé que esta vez sí estuviera realmente bien y que sus representaciones concordaran con su realidad.

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