Hace diez días la lluvia se convirtió en el mayor aliado de la vegetación de los cerros orientales de Bogotá, mientras autoridades y expertos plantean las estrategias necesarias para recuperar los centenares de hectáreas arrasadas por los incendios y ayudar a que reverdezcan entre las cenizas.
«No hay que salir corriendo a plantar matas, a veces esas acciones pueden hacer más daño», alerta en una entrevista con EFE el especialista de restauración ecológica en WWF Colombia, Juan Francisco García.
Colombia tuvo durante la última semana de enero más de 30 incendios forestales simultáneos avivados por las sequías y el fenómeno de El Niño, que arrasaron paisajes emblemáticos y de gran importancia como los páramos.
Especialistas de la Universidad Nacional, el Jardín Botánico y el Instituto Humboldt ya empezaron a trazar un plan de acción junto al Ministerio de Ambiente, la Corporación Autónoma Regional (CAR) y la Secretaría de Ambiente para recuperar las zonas calcinadas de las montañas que rodean la capital.
En ese diagnóstico inicial, que estará listo en tres semanas, como máximo, definirán «el área de afectación con la ayuda de drones» y harán un análisis de riesgos «porque hay veces que árboles quedan muy frágiles y se pueden caer», detalla García.
Lo que más preocupa ahora a los equipos de reforestación es que no se pierda el suelo por las fuertes lluvias y la prioridad es «buscar mecanismos para que las plantas nativas vuelvan a brotar naturalmente como hacen en los páramos».
La recuperación es un trabajo de paciencia y precisión, pues puede tardar hasta 20 años en volver al estado anterior y debe ser dirigida por expertos.
Especies invasoras
El paisaje de los cerros de la capital está dominado por pinos y eucaliptos, especies invasoras introducidas de Norteamérica, España y Australia que representan un tercio de la vegetación de los montañas de Bogotá, casi 12.000 hectáreas.
En este sentido, la biomasa que generan estas especies puede provocar una más rápida expansión de las llamas en caso de incendio, aunque para el director de la Federación Nacional de Industriales de la Madera (Fedemaderas), Juan Miguel Vásquez, «solo son especies mal manejadas».
El especialista de WWF agrega hay otra planta exótica, que además es invasora y alimenta el fuego: el retamo espinoso, un arbusto de origen europeo, de flores amarillas y un fruto pirófilo, es decir, que resiste bien al fuego pero sus resinas inflamables lo propagan.
Al entrar en contacto con las llamas, el fruto explota esparciendo las semillas por los campos y haciendo «casi imposible su contención». En un metro cuadrado de retamos, WWF ha encontrado hasta 15.000 semillas viables, por lo que explican que «erradicar esa especie es una tarea muy ardua y costosa».
La Fundación Cerros de Bogotá, formada hace 16 años por voluntarios, lleva a cabo un plan de contención para esta especie con el que han descubierto que si no están expuestos al sol, no se reproducen con la misma rapidez.
Así lo explica Diana Wiesner, directora de la fundación, que cuenta con una reserva en los cerros orientales donde hay 200 metros cuadrados de la variedad exótica: «La mata no se puede podar porque rebrotaría, pero nosotros las cubrimos con una polisombra y así no crecen».
Implicar a comunidades
La Fundación Cerros de Bogotá promueve todos los sábados actividades para proteger los cerros, aunque Wiesner afirma que tras los incendios, no acceden a las áreas quemadas ya que está prohibido.
Las comunidades a las que «tan solo les separa una carretera cuando hay incendios», son las que más se involucran en la prevención de daños porque son los primeros afectados directos, explica Wiesner.
Expertos coinciden en que una manera de crear un cortafuegos natural puede ser haciendo podas a pinos, algo que ponen en práctica los voluntarios.
De hecho, las autoridades plantean reactivar el monitoreo comunitario, «porque donde hay gente que quiere quemar, hay más que no quieren que pase nada», en palabras de García.
Según las cifras del Gobierno, el 90 % de los incendios forestales son provocados, sea por accidente o de manera premeditada.
La recuperación de la biodiversidad de los cerros «no se va a hacer de la noche a la mañana, sino de manera gradual y puede tomar 20 años o 30 años», avisa García. EFE