Hablar sobre el tiempo es muy difícil, no es fácil predecir lo que ocurrirá en el futuro y es imposible cambiar el pasado; a pesar de esto, la sociedad en conjunto debe empezar a desarrollar (o actualizar) maneras para educar pensando en las necesidades del futuro.
Este reto específico de educar para el futuro es complejo por varias razones, empezando por algo que ya insinué y es que el consenso para predecir lo que ocurrirá no resulta algo simple; adicionalmente, diversas corrientes espirituales invitan a pensar en el presente, hoy se ha extendido la idea que sugiere que pensar demasiado en el futuro genera ansiedad.
Pero es radicalmente importante educar para el futuro, hay varias señales que lo advierten, el medio ambiente lo grita desesperadamente en este momento, el fuego en nuestros bosques es un síntoma de una educación ambiental escasa o sin visión de futuro. Seguir explotando nuestros recursos sin una visión de sustentabilidad a largo plazo es un error que los incendios en las montañas nos advierten.
Ahora nos vemos obligados a actuar de manera reactiva, tendremos que hablar sobre desarrollo regenerativo en lugar de sustentable, pero también tendremos que pensar proactivamente y con prospectiva.
Otro tema tiene que ver con el desarrollo de habilidades asociadas con la competitividad, en ese sentido conviene proyectar qué tipo de habilidades, competencias y profesiones requeriremos en el mediano y largo plazo, ya sea en función a un proyecto político o socioeconómico de país o por las proyecciones del mercado laboral.
En el primer caso, no se trataría necesariamente de una “planeación central” coercitiva, sino de actuar en consecuencia con un análisis profundo del tipo de país que necesitamos (como se ha hecho en países asiáticos y europeos en periodos de posguerra), para brindar oportunidades especiales en los casos de carreras poco seleccionadas (como se hace en varios países europeos actualmente).