Despertar y tener la certeza de que los bosques se incendian y con ellos todo lo que habita allí: animales, árboles, plantas y flores, es una de las evidencias de que el cambio climático no es una teoría sino una realidad.
Todavía hay muchos que creen que el cambio climático y sus consecuencias sólo pueden estar en sintonía con las películas y los libros de ciencia ficción. Sin embargo, esa negación demuestra que el problema es mucho más serio de lo que imaginamos, puesto que el rechazo al fenómeno no permite dimensionarlo, enfrentarlo y gestionarlo en la medida que se requiere.
Ahora, ante la inminente catástrofe, tenemos que plantearnos preguntas, por ejemplo, ¿todos estos incendios que hay en el país pudieron ser prevenidos o corresponden indiscutiblemente a los fenómenos naturales?
Aunque la fuerza de la naturaleza en ocasiones es más poderosa que la mano del ser humano, en Colombia la educación ambiental de carácter preventivo ha brillado por su ausencia. No ha habido sensibilización de la gestión de residuos, especialmente en el campo.
Es común que se arroje basuras en los bosques; botellas, colillas de cigarrillo y papel son los ingredientes perfectos para que la naturaleza arda. A veces los humanos creemos con cierto grado de estupidez que, cuando arrojamos residuos en los bosques, desaparecen por arte de magia, olvidamos que cuando hacemos esto alteramos las dinámicas propias de los entornos naturales.
Todo lo que se está haciendo en este momento no está dentro de la lógica de la previsión, sino de la reacción. Es importante que como sociedad nos demos cuenta de que debemos aprender a prevenir los efectos del cambio climático. Ahora sólo se pueden mitigar sus consecuencias con los recursos que la ciencia nos provee y con políticas públicas acordes con este presente.
No podemos seguir viviendo al día, es decir, sin la capacidad preventiva que nuestro tiempo requiere. Los fenómenos de la Niña y el Niño son verdad. No puede ser que en las temporadas de lluvias estemos llorando por los muertos y la vida que queda bajo los escombros y, que en las sequías nos lamentemos por no tener agua y por ver arder la vida de los bosques. Tenemos que salir del ritual de las lamentaciones y darle vía a la prevención y a la acción.
Ojalá que el país avance significativamente en la gestión de riesgos. También es importante que las corporaciones regionales hagan su trabajo óptimamente y que no sean manoseadas por los gobernantes regionales para pagar favores políticos.
Ojalá que comprendamos que estos incendios no son para darnos temas de conversación o imágenes para poner en las redes sociales, sino que son señales que nos piden que usemos la inteligencia y la creatividad para prevenir más desgracias.