En honor a la ternura – David Sáenz #Columnista7días

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La palabra ternura está asociada con la delicadeza y la suavidad en el trato que tenemos con los demás. Puede que debido a la guerra que durante tantas décadas ha vivido el país, poco se ha practicado un trato bondadoso y cordial con quienes compartimos el mismo destino: nacer, crecer, aprender, madurar, envejecer y morir. Una manifestación del conflicto es el hecho de ser ásperos y crueles en el trato. De esta manera de ser tan generalizada podemos inferir que, ninguno en este país se ha salvado de lo que hace la barbarie.

Precisamente por eso nos parece normal y hasta chistoso escuchar chistes crueles e inhumanos. También nos parece relativo a nuestra forma de ser el clasismo y el racismo, los cuales se manifiestan claramente en el trato que hay en las calles, los supermercados, los restaurantes, los centros educativos. 

Podría casi asegurar que muchos hemos presenciado palabras humillantes con las personas cuyos trabajos están muy relacionados con el servicio, por ejemplo, el personal de salud, de vigilancia, de aseo, de enseñanza, entre otros. Por otra parte, hemos idealizado el maltrato como un mecanismo que hace que las cosas “funcionen” en los colegios, las universidades, las Fuerzas Armadas, y los empleos.

Nuestra cotidianidad está marcada, no por la delicadeza y la ternura, sino por el trato desconfiado y en muchas ocasiones hostil. Así hemos construido nuestra manera de ser y de estar con los otros. Tal vez por ello llama tanto la atención conocer gente amable y dulce. A veces cuando conocemos a alguien amoroso creemos que es un zalamero o que algo se debe traer entre manos.

Sin embargo, sí que hay personas suaves y tiernas en el trato con los demás; ellas son quienes le dan un cariz distinto a la vida.

Hace unas semanas estaba en Barichara en un restaurante. Quedé muy cerca de una familia donde estaban el papá, la mamá, tres niñas pequeñas de distintas edades y dos abuelos. Dada la proximidad pude notar que les hablaban a las niñas con cariño, sin ironías ni sarcasmos. También entre los adultos se distinguían palabras amables con un tono amoroso. Cada vez que los meseros se acercaban les trataban con dulzura y agradecimiento. Lo que más me impresionó era que les pedían a las niñas que fueran agradecidas. Cada vez que les solicitaban a las infantas dar las gracias y pedir el favor lo hacían con encanto. Creo que muchos hemos presenciado la escena en la que se pide ser amable de manera hostil. ¡Vaya ironía!

Ahora bien, puede que uno de los propósitos para este año sea el de practicar la ternura. Hacemos mucho bien con ello, no le ponemos más cargas a las vidas de nuestros semejantes. Tampoco vivimos los días produciendo bilis o llenándonos de resentimiento y rencor, los cuales se alimentan sin desaprovechar ninguno de los ingredientes del odio.

Bien es cierto que este país tiene muchos problemas y que las noticias son poco alentadoras, pese a ello, podríamos ser gestores de paz en nuestros escenarios cotidianos a través de la bondad y de la ternura, puede que en estas acciones podamos construir un país en el que los niños y las niñas no crezcan como si hubiesen sido entrenados en un campo de batalla.  

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